NOTICIARIO
Medio mes ausente de este blog por razones de salud. Lo retomo hoy, domingo, luego de ir experimentando, poco a poco, mejoría. Al menos, pude ya volver a sentarme frente al computador.
Escribiré en estos días de convalecencia las últimas páginas del libro Palabras que son también la vida, con miras a su cercana publicación en modalidad también de impresión bajo demanda.
He aquí uno de sus más recientes vocablos.
BOXEADOR. Esta es la historia de un poeta que todas las noches soñaba que era pugilista y a cuanto poeta se le medía a combatir con él lo noqueaba propinándole contundentes versos en la mandíbula. Al despertar, buscaba a sus víctimas oníricas para excusarse, avergonzado por su jactancioso y aplastante poder verificador. Se compadecía de ellas. Tanto en el sueño como en la vigilia todo ocurría en Anapoima, municipio cundinamarqués, si bien algunos de sus contrincantes procedían de regiones lejanas. Soñando era, sin duda y con sobrados méritos, campeón mundial de poesía en la categoría de peso pesado. Pero en vela volvía a ser uno más del montón, liviano e intrascendente. La calidad de sus versos era superior estando dormido que despierto. Hasta que un día, cuando no quedaba un poeta más por derrotar, de la nada surgió un donnadie, ni siquiera un poeta menor, que mezclando versos largos con quebrados y amarrados con sueltos lo dejó nocaut en el primer asalto. Fue tan brutal y fulminante el golpe de ese inusitado contrapoema que tardó dos días para reaccionar. Al hacerlo, no tenía ni idea de lo que le había ocurrido. Le explicaron. ¿Y no ha venido a excusarse?, preguntó. No, nadie ha venido, le respondieron unas sonámbulas almas de Anapoima. Siguió todas las noches soñando, pero nunca más volvió a ganar una pelea, ante lo cual no tuvo más remedio que retirarse de los tinglados poemáticos. Mientras tanto, la calidad de sus versos despiertos mejoraba de manera ostensible. Ya no tenía necesidad de enfrentarse a ningún poeta para demostrar su valía. Tiempo después vio en la televisión al tipo que lo había privado. Era de verdad, en la vida real, un boxeador exitoso, campeón invicto de peso pluma. Desde entonces, su experiencia como boxeador de sueños le ha servido para abrirse camino en la poesía; ha aprendido a no creerse más que nadie, a no confiarse, puesto que de cualquier palizada puede aparecerse un tigre. Aprendió asimismo que el boxeo es más poético que la poesía, y que, por tanto, un verso que pretenda ser bueno debe tener el poder de mandar a su lector a dormir en la Luna. Hasta ha bajado de peso para ubicarse en una categoría poética más modesta y acorde con su diminuta existencia: la del peso incierto.
FBA
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