DÍAS SIN COMPONER…

Así nacen las canciones.

Ayer, en un chat sindical, dirigiéndome a un compañero directivo del que soy coetáneo, escribí lo siguiente: “Estoy por creer que tú y yo ya debemos ir pensando en retirarnos de estas lides, ya nos parecemos más a dinosaurios, hay mucha sumisión en la entidad. Yo, la verdad, quedé decepcionado, independientemente de que me hayan deshabilitado el micrófono y me sacaran de la reunión virtual para no dejarme intervenir. Se palpa demasiado el temor reverencial”.

El compañero no respondió nada hasta esta mañana, manifestándome lo siguiente:

“Aquí no hay viejos. Solo nos llegó la tarde, una tarde llena de experiencia. ¿Viejos nosotros? Jajajaja. No. El mar es viejo y cuando se agiganta ahoga hasta al más valiente. Viejo es el Sol y aún nos calienta y muchas veces nos quema, alimentándonos de vitamina D. Se le dice vieja a la Luna y alumbra en las noches tristes y lúgubres a la Tierra, que es igualmente vieja y es la que nos dio y nos seguirá dando vida. Viejo es el amor y nos alienta a caminar y enfrentar las vicisitudes de nuestra existencia. Así que no nos sintamos viejos o dinosaurios como tú dices, solo hay que aceptar con dignidad que nos llegó la tarde, pero con sabiduría, graduados, con maestría, en la escuela de la vida. Ya somos de miradas serenas, pero nunca de miradas sometidas; las nuestras siempre darán el brillo resplandeciente de lealtad y radicalidad cuando sea necesario. Ya somos de piel áspera y arrugada, y de manos temblorosas, pero nuestra voz será siempre firme, sin titubeos ni inseguridades”.

Me quedé pensando en su respuesta, y a la 1:29 pm, en otro chat, le comenté: “Te cuento que me acabas de dar una idea para una canción. Su tema: la vejez. Va en aire de ranchera. O esa es la idea inicial que tengo. Te la voy a dedicar”.

Y, en efecto, busqué la guitarra (que permanecía archivada en mi estudio de grabación), me senté en una mecedora cerca del patio de la casa, ubiqué los dedos de la mano izquierda en La Mayor, los de la derecha pulsaron un arpegio y de inmediato, tarareándola, surgió el primer trozo de melodía. Sentí su impacto y me dije: ¡esta es!, y con la grabadora del celular quedó guardada. Continué trabajando en la melodía, definiendo su estructura, algunas frases incompletas empezaron a acompañarla, la cosa fue cogiendo cuerpo, me encontraba sorprendido por la manera como fluía, por lo que comencé a considerar la idea de que alguien me la estaba dictando. La melodía quedó lista y me dispuse a emprender entonces el trabajo de la letra. La primera parte fue lenta, pero la segunda fue a chorros, a ráfagas. Me la estaban, sin duda, dictando.

Terminada la canción, volví al chat y le informé al compañero: “Lo que es la inspiración. Acabo de terminar la canción (letra y música) que te prometí, inspirado yo en el inspirado texto que escribiste a raíz de mi alusión a los dinosaurios. La titulé DIZQUE VIEJO, y está dedicada, por supuesto, a ti. Va la semana entrante de una vez para grabación. Se trata de un bohemio blues arrancherado. Y con coda: un verso del MI VIEJO de Piero que tanto te gusta y te hace llorar. Para bajar el telón”.

Las magias de la música.

FBA

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