Texto extraído de los libros inéditos

PALABRAS QUE SON TAMBIÉN LA VIDA

y MIENTRAS LA BRISA SOPLE

GATO. Está el tipo pendiente del fallo de un concurso de poesía en el que inscribió un poema suyo titulado Mango. Es viernes; el fallo fue ayer a las seis de la tarde, pero no quiso enterarse durante la transmisión virtual en directo por el canal de YouTube de la pomposa Casa convocante, en espera de encontrar al día siguiente la sorpresa de un correo electrónico anunciándole ser uno de los diez ganadores o, como mínimo, estar entre los diez poemas que el mismo jurado consideró merecedores de menciones honoríficas. Dos mil setecientos cuatro poemas concursando y un examinador previo y secreto es el que se encarga de seleccionar cincuenta, que son los que pasan a consideración del ilustre jurado designado (una terna de expertos, según dicen). Pasa lo mismo en otros concursos. El tipo supone entonces que es ahí donde radica el problema; en ese filtro debe de ocurrir de todo. Además, ¿qué experticia puede ser confiable cuando de poesía se trata? Estima, no obstante, la muy probable posibilidad de que un seleccionador oculto sea más experto que el experto visible, pero el hecho de actuar de incógnito y sin exponerse, por tanto, a críticas lo hace mucho más proclive a la subjetividad, a la ligereza y al capricho, sin olvidar que es una tarea que comporta, de suyo, enorme dificultad, en la cual no es dable obtener valoraciones estéticas indiscutibles y que garanticen aciertos. Los concursos son un juego, y los azares y las circunstancias igualmente compiten. Lo saben los organizadores, los jurados y los participantes. La estupidez no tiene cura. ¡Diablos!; “lo mejor”: no hay forma humana de objetivamente calificarlo, y en el arte sí que menos. Pasan las horas y no hay nada en su correo, lo ha consultado ya ene veces, cada quince o veinte minutos se le da por revisarlo, ansiedad mezclada con terror y angustia, anda desde por la mañana en una capacitación de su trabajo, a las cinco de la tarde se desocupa por fin de ese infierno obligatorio y decide ver el video del veredicto. En la web del concurso no hay ninguna información. Caminando hacia el parqueadero donde había dejado su carro comienza a escuchar el dictamen, la sensación de fracaso lo va invadiendo a medida que se suceden los nombres y las lecturas de los poemas premiados y, después de estos, de los que recibieron mención. Antes de subirse al automóvil ve a un gato blanco con manchas negras en cabeza, lomo y cola, más arlequín que urraca, debajo del auto, regodeándose en las llantas traseras. Le inquieta la situación, se la comunica al señor del parqueadero pidiéndole que por favor lo saque de ahí, ya he matado dos sin querer, le dice, cachorros ambos, no se preocupe, ya está grande, le contesta el dueño, él sabe salirse solo. En todo caso, saca el carro del parqueadero con suma lentitud para darle tiempo al felino de escaparse. Veinte minutos después, conduciendo por las calles del barrio donde vive, el desasosiego es total; acaba de escuchar el nombre y el texto del último poema mencionado, nunca me gano nada, se dice a voz en cuello, y con tono aún más enérgico mete a Dios en el asunto culpándolo de todas sus derrotas. La respuesta de Dios no se hace esperar: en la mitad de una de las calles por la que transita ve a un animal muerto. Pasa por un costado de la vía, no alcanza a detallarlo bien, piensa que es un perro, está dando vueltas por el barrio mientras asimila el nuevo fracaso, decide pasar otra vez para salir de dudas. Entonces sí que lo ve: ¡el gato del parqueadero! ¿Cómo puede ser?, ¿en qué momento?, son cuarenta cuadras de distancia, ¿será el mismo? Hay millones de gatos así, piensa para tranquilizarse. ¿Qué me estará queriendo decir el que nunca me ayuda a ganar nada? Todos los que ganan le agradecen a él sus triunfos; ¿será cierto que de verdad incide?, ¿por qué a unos sí y a otros no?, ¿por qué las circunstancias que lo han rodeado han sido siempre desfavorables mientras a otros se las facilita?, ¿será acaso que ya es hora de reconocer su mediocridad o ausencia absoluta de talento? Pensamientos y preguntas que se le atraviesan sin cesar y que por poco lo hacen salir de la carretera, y el tipo concluye, luego de varias vueltas más por la zona donde reside, que el episodio del gato, la respuesta de El Hacedor es algo así como: ves lo que soy capaz de hacer, sujeto envidioso, insignificante, malpensado; no te metas conmigo, obedéceme incondicionalmente, alábame, dobla rodillas y empezaré a favorecerte, demuéstrame que eres digno de recibir mis trofeos. Pero un Dios así sería catastrófico. Preferiría ser gato, se dice en voz baja, un gato muerto, con la cabeza despachurrada y mancha roja en el asfalto, continuar más bien pugnando en medio de la adversidad, resistiendo las embestidas del excluyente, insensible y aplastante éxito. Qué tal un Dios al servicio solo de quienes, sincera o falsamente (por conveniencia, sin dejar de hacer sus fechorías) lo veneran. Supone que en eso no se detiene a distinguir el buen Dios de los hombres mientras se le idolatre por igual. El tipo no deja de preguntarse por qué meterse con un pobre e indefenso gato para demostrar su furia y su poder, trata de buscar una explicación lógica a lo sucedido, tal vez el gato se subió al vehículo y se vino en el chasís, hasta que no pudo aguantarse más y se cayó, y él, otra vez sin querer, llegó a su tercer gato atropellado, primer adulto en su gaticida cuenta. Una explicación razonable que salve a Dios del otro Dios. Dios no es así, no puede ser así, no es él quien concede premios en concursos, no es culpable de las maquinaciones e injusticias de las personas. El tipo no cree que la justicia divina se complazca en complacer a los lucrosos egos de algunos miserables, como tampoco que se ocupe de galardonar a quienes se comportan como justos, según su ley. Qué animal tan ridículo es el hombre, siempre aprovechándose de una fuerza superior para justificar sus pírricas e inferiores victorias; tan irrelevantes son, que con prontitud se olvidan. Un Dios perverso sería el acabose. Pero un Dios discriminadoramente bondadoso sería peor. Más bien decide el tipo declararse culpable de la muerte del gato, sentirse por un instante ese otro Dios, el Dios malévolo, saberse finito o infinito o las dos cosas a un tiempo, lo suyo es perder, siempre perder, pero qué importa cuando se acuerda de que perdiendo se ha sentido muchas veces conforme, más humanitario, más real, más cerca de las sombras y los destellos de la vida verdadera. Toda vida tarde o temprano fracasa, y al menos la de él, cuando le llegue el turno, tendrá suficiente experiencia para afrontar el fin. Hora de pisar casa. Tres o cuatro poemas de los vencedores y resaltados no se han salido de su cabeza, lo ponen a pensar en lo endeble de ese fallo, en la pobreza estética del jurado ignoto y, en especial, del prestigioso trío; es tan subjetivo y malvado todo esto que perfectamente podrían cambiarse unos por otros. Advierte un poco de más calidad en algunos de los que obtuvieron mención de honor. Cómo pueden ser premiados esos pájaros; peces; bosques; loros; pollos; estanques; libélulas; metáforas e imágenes de taller literario que buscan tontamente encantar (anzuelos para incautos); candideces y obviedades ecológicas; un texto claramente  prosaico y con evidente error gramatical; una represa que aborda la fractura de su río y la aniquilación del agua con calculada profundidad formal y oportunista activismo; desvaríos indigenistas con vocablos de sus lenguas o dialectos para que el embeleco de verdad impacte (manido recurso de poetastros); un enredo divertido que más parece una ingeniosa mariguaneada con final truculento. En este diálogo entre el hombre y la naturaleza no podía faltar la inmancable memoria, una palabra bastante útil para que el poeta se ubique en la corrección política. Textos, en general, muy parecidos todos, como si hubieran sido sacados del mismo molde. Quince días después, el tipo, sin proponérselo (un enlace lo fue llevando a otro), ingresa a la página web de la casa que todavía silba, ve dos cuadernillos publicados y descargables, uno contiene los diez poemas ganadores y los diez que alcanzaron premios de consolación, y el otro el remanente de los cincuenta finalistas elegidos por el fantasma previo. Procede a descargarlos. Los lee. Ratifica sus opiniones y constata, en el segundo cuadernillo, que su Mango ni siquiera fue finalista, y es cuando se encuentra con unas perlas que demuestran que el selector no hizo un trabajo al menos serio (cosas como: multicolores mariposas juguetonas vuelan / entre los frondosos arbustos siempre verdes, / tal como los recuerdos que fáciles se cuelan / y sobre etéreas nubes piden que me recuerdes… / y en medio del hermoso y dulce paisaje / me encuentro yo en paz con la naturaleza / soñando despierto entre el verde ramaje / contigo, con la tuya tan singular belleza; o esta: ¡Ah, divino entorno! / Pedacito astral en América, / atributo cósmico, / regalo global, / cofradía de la creación… / ¡Polvo de estrellas somos!…; y esta otra: He escrito poemas espuma del mar / y a la tierra / le he dejado los versos medicina / que me habitan; y también se dejó deslumbrar por este bodrio: ¿Dónde están Alicia, Griselda y Zoraida, / la de palabra silente, la de corazón vehemente, / la de bárbara caricia? / Todas, todas fueron devoradas por la Selva… / ¿Dónde están Arturo, Clemente y Estévanez, / el poeta locuaz, el rumbero más hábil, / el pensador del gran ideal? / Todos, todos fueron devorados por la Selva; o qué tal esto: Mejor quiero como adán cuidar la naturaleza / y disfrutar su hermosa fauna… / Entonces comprendí que la naturaleza es lo / más sagrado / Nos da el sustento diario y sembrar al natural es / lo más amado / Hoy siembro los cultivos como mis ancestros / sin químicos; ni que decir tiene esta otra joya seleccionada: Hemos olvidado / nuestro origen / y nuestro hogar. / Esa fue su condena. / ¿Y ahora? / Quién lo recuerda / es tildado de loco / y se convierte / en un chivo expiatorio / del dogma del consumo. / No podemos tan solo observar. / Aunque actuar no es sencillo, / primero debemos pensar; y esto tan bárbaro que pretende ser soneto con rima perfecta o consonante, pero pisoteando hasta más no poder la cadencia, la métrica y el vocativo: Permítame tener un hijo madre naturaleza, / Completico, bien hechecito, gordito, / Para verle crecer feliz e indómito, / Seguir el ciclo de la vida con sutileza. / Que en sus primeros pasos sienta el césped / Y se aferre al ancestro árbol para no caer, / Permitiendo a la sombra protegerlo con placer, / Mientras bebe del rocío fresco para saciar su sed. / Un motivo para yo labrar la tierra / Darle el fruto dulce de mi trabajo, / Campesino de la finca en la sierra. / Sea de él un campeón valiente y majo, / Evite la avaricia, la destrucción y la guerra, / Viviendo como usted al mundo lo trajo.). Solo un badulaque es capaz de escoger estos mamarrachos. Se niega a creer que entre los dos mil seiscientos cincuenta y cuatro poemas excluidos no existan siquiera mil de mejor factura o menos mala, incluyendo su Mango, así lo siga persiguiendo la idea de que ese asuntillo de "lo mejor" portará siempre su falacia. El tipo opta por dejar de leer cuando se tropieza con dos perlas más de la chapuza elegida: Nubes y truenos, / ladridos solitarios. / Breve luz solar. Hasta ahí. Y: hubo algún día / libélulas volando… / sin pesticidas. También hasta ahí. Increíble, no seamos tan pendejos, la casona de dos poetas suicidas estimulando semejantes babosadas, esto parece un chiste, se dice sin oírse para no indignarse más de lo que ya está. Y una atronadora sinceridad se suma a su silencio: yo podría aceptar mi mediocridad poética, pero comparado con todo ese basural no soy tan malo. Se sacude la cabeza para no albergar más pensamientos y en el vacío dejado se le mete la visión del gato extinto. Jugando a ser un Dios ofídico imagina el tipo un destino similar para ese risible y disparatado seleccionador que osó subestimarlo, pero de inmediato se arrepiente y opta por salvarle la vida. La poesía necesita de individuos como esos, que le hagan daño, a ver si así, por vía de extinción-reacción, se recupera de la podre-plaga en la que anda. El gato no ha muerto. El gato sigue escribiendo. Se propone alejar a Dios de todo lo que tenga que ver con la brutalidad humana. Amén, escribe el tipo-gato, el gato-tipo, mientras la bolita del mundo no para de girar.                                      

FBA

Comentarios