Del libro PALABRAS QUE SON TAMBIÉN LA VIDA (continuación)

VACÍO. Ah, campeón, sí que te gusta meterte en camisa de once varas. Gajes del oficio, supongo. Allá quienes se enojen. Es solo literatura (mala o buena), aunque no lo crean. Nada personal. Solo un vértigo ansioso haciendo de las suyas. Más palabradas sudando en el vacío.

POESÍA. De veras que los poetas de hoy día causan risa, mucha risa. Se desviven por ser famosos y aplaudidos. Y con tal de estar en cuanto evento nacional o internacional sean invitados, gestionan dinero público, familiar y privado, y hasta se endeudan financieramente si es preciso. Todo el que tenga u obtenga recursos se puede dar el lujo de ser poeta y de viajar por tierras y cielos mostrándose como uno de ellos, una más de esas tantas inconcebibles realidades que hay todavía en el virtual planeta. Es la purita y estética verdad. Los poetas deben pagar para poder lucirse. Las puertas están abiertas. Pueden llegar adonde sea, las invitaciones llueven, y quienes las hacen se creen con todo el derecho de, sin gastarse un solo peso, convocar. Me temo que hasta tienen razón los organizadores de esos patéticos certámenes. ¿Por qué pagarle a un poeta por sus confusos versos? La poesía debería ser gratis, y sus poetas con mayor razón. Que paguen por ser considerados y tener que escucharles sus fingidas miserias. Los poetas sobran en este bendito mundo. Cuando se visten de poetas, el asunto se complica aún más, pues deberían también indemnizarnos por tener que soportar su extravagante ruido. Y no faltan los que dicen odiar que los reconozcan como poetas, pero no hacen más que publicar sus habilidades, rimadas y métricas, en procura de satisfechos halagos. ¿Cuándo entenderán los poetas que su papel es más discreto, que mientras menos poetas sean hacen más?

CONSEJO. Un consejito defectuoso para cantantes (hombres y mujeres) de sinuanas y sabaneras latitudes: ya está bueno de cantar esas trilladas canciones vallenatas que les sirven para asegurarse aplausos e ir a la fija en fiestas o conciertos. Monten y defiendan un repertorio propio. ¿Es que, si cantan algo que sus contratantes y asistentes no conozcan, serán vetados y nadie los tendrá de nuevo en cuenta? ¿Así de grave está el asunto? Atrévanse. Arriésguense. Esa repetidera de la repetidera no conduce a nada. Si acaso les valdrá para continuar garantizándose las consabidas "moñas". Para medianamente sobrevivir con eso. ¿Pero no aspiran a más? ¡Basta ya de tanta abyecta idolatría! Se promueve en redes una parranda de compositores de un festival cordobés: todos foráneos (los mismos de siempre y con lo mismo). Da grima semejante dependencia vallenata. Las ventajas de haber sido grabados por disqueras y difundidos por emisoras cuando la tecnología era insuficiente y la que había era inalcanzable. Algunos de ellos con unas voces tan horrendas que si no fuera por la ayuda de los coristas serian abucheados. ¡Sí!, ¡está bien!, son autores y compositores, no cantantes; pero no justifica ello pretender ser lo que no son. Aunque el auditorio sea servil y lisonjero, por respeto al menos a sí mismos deberían abstenerse del desbarre. Una pizca de dignidad los haría desistir del despropósito. ¿O se trata más bien de egos y billetes? ¿No se componen por acá canciones de igual o mejor factura? ¿No se cantan incluso mejor por sus creadores? De que las hay las hay; todo un aquelarre de inéditos submundos. Muchas canciones del universo vallenato no resisten un riguroso análisis gramatical, y ni hablar del cúmulo de ripios en procura de rima o de la forma incorrecta de acentuar las palabras a fin de que puedan caber en el fraseo melódico. La tradición no es un buen argumento para justificar esas licencias defectuosas. El facilismo y la banalidad predominan en las letras vallenatas. Lamentable que nuestros intérpretes no valoren lo propio y se dediquen únicamente a copiar y a recopiar por ganarse un dinerillo. Esos cantantes que se consagran exclusivamente a los éxitos vallenatos no son conscientes del daño que se hacen. Solo explorando en "lo diferente" podrían destacarse alguna inaudita vez. Cantantes vallenatos hay millones, casi todos muy buenos, sean o no conocidos. Artistas, en cambio, son pocos, muy pocos. No es cuestión de idiosincrasia ni de folclor. Piensen en grande. Profundicen. "Progresen". Lo obvio —lo fácil— es para los mediocres.

CIUDADANÍA. Preguntas de ciudadano mirón: ¿Será que en la marcha de “Con los niños no te metas” estarán también los sectores conservadores y reaccionarios del Pacto Histórico que se escandalizan igualmente por estos temas?; ¿será que el fanatismo y la veneración les impedirán solidarizarse con una causa en la que creen, solo porque la convocatoria tiene tufo de oposición ubérrima? No lo duden: esos inverosímiles sectores existen en las filas de la esperanza humana ya bastante desesperanzada, y de izquierda no tienen ni un ápice. Deberían movilizarse en defensa de sus mojigatos principios. Yo no creo en marchas, de ninguna índole. Este país no se arregla ni se desarregla con marchas. Si acaso con espirituosas revoluciones inservibles. Y tampoco me acalambran las morales gloriosas. Ni me movilizo ni me desmovilizo. Simplemente me dedico a gozarme el panorama de esta todavía chantajista y santurrona patria. La coherencia de algunos…

BASURAL. El tremendo y jocoso oficio de un escritor intentando vender sus libros. Habrá que inventarse alguna promoción; imprimir varios y ofrecerlos sin ganancia alguna. Y lo peor es que se viene otro: Dietario del resto de una vida. Más largo que el anterior (Prosas para romper la felicidad), un rotundo fiasco en circulación y ventas. Si estas prosas conspirativas tienen 310 páginas, el dietario se acerca a las 400. Ya en trabajo de revisión y diagramación. Pronto podré decir otra vez: ¡un libro más, un peso menos! Para el basural literario. En fin, ¿para qué quedarme con tantos libros inéditos? Mejor los publico todos, así no pase nada con ellos. Alejarlos de mí y no volver a saber de sus absurdas vidas. Y no escribir nunca ni una sola palabra más. Excusen que me ría. Debo terminar como cinco que ya están en camino, antes de dedicarme exclusivamente a componer canciones para el basural musical. En todo caso, no hay por qué menoscabar el oficio de escribir. Mucho menos el de indagar en este inaccesible mundo con letras y melodías. Debo a ellos un sinnúmero de grandes felicidades desde hace muchos años, que son las que me han permitido continuar con vida, al margen de fracasos o de éxitos. Publicito entonces una vez más esas prosas muy vivas y para nada infelices a ver si se vende siquiera un ejemplar, mientras pienso en los libros y las canciones que me faltan, que aún no asoman sus narices bajo el famoso cielo.

SÁBADO. Día para celebrar la música. Me encierro en mi miniestudio casero de grabación para grabar la voz de Estos años y de El alma de un poeta. Casi un testamento musical la primera, si no fuera porque creo estar todavía lejos de mi último período de actividad. Y la segunda, bueno, un canto que tiene sus años y se ha mantenido inédito, de especial importancia para mí. Mucho todavía por descomponer. Mientras tanto, vuelvo a impulsar mi canción Entre la muerte y la vida, como para precisar que hoy es sábado de carpe diem, y que después de la grabación, por la noche, estaré en algún sitio de la Montería bohemia "picoteando por ahí". Gracias a la Música por tantas horas de inconcebible felicidad. Y pensar que hay quienes afirman que lo mío es la angustia. No me conocen para nada. Puro sabor y buena vibra.

DESTIEMPO. Ahí seguimos; dándole a esto de la fallida literatura. Me sigue rindiendo este nervioso destiempo. Luchas infinitas en las cuales vale la pena persistir. Con valor y terquedad. Todo se puede perder, menos la música. Paradojas que nos regala la rebelde y siempre incomprensible vida. Me sigue gustando la osadía de la canción que ahora escucho en los audífonos del celular (Una estrella, una guitarra). Su modo de elogiar sin elogiar.

OFENSA. El texto escrito para la palabra TIPARRACO lo es. Ofender es un arte. Si me buscan, me encuentran.

DEPREDADOR. El peor de todos: dos manos, dos piernas, se precia de ser racional, no deja títere con cabeza y hasta se devora a sí mismo. ¿Quién es? Adivínalo adivinador. La creación más imperfecta de todas, la más peligrosa y temible, la que es capaz de exterminarse por ideas, la del pensar diabólico, la que se desvive por las atrocidades del poder.

BREGA. No se trata de ganar sino de pervivir. Los premios se olvidan, las luchas jamás. Es la historia que poco a poco (palmo a palmo) se va escribiendo, lo que en realidad cuenta.

CARAMELOS. Octubre 31. No piden dulces ni amenazan con crecimiento o rotura de narices. Los adolescentes del barrio, hijos de opulentos, se convidan para desafiar la paz de las silenciosas casas del sector. Con totumos y huevos podridos la emprenden contra puertas, garajes y ventanas. Armados también con carpetas y bolas explosivas que arrojan hacia jardines, patios, carros y transeúntes. Los perros se asustan y corren a esconderse. Podrían infartarse. Pobre Marx, con cada estallido su corazón se le acelera; nervioso y desconfiado como es, todo su cuerpo se agita cuando una nueva explosión hace su agosto. Lo cargo y protejo para que se tranquilice. Aparece en balde la policía. Es solo un juego, pensarán. Los persiguen, los acompañan, los vigilan para tratar de contrarrestar sus pequeñas fechorías. Los policías también juegan ese día a ser policías. La muchachada, organizada desde temprano en sus colegios de estrato seis o más como pelotones o frentes, cubre sus rostros con pasamontañas, con bufandas sellan sus bocas y los celulares hacen las veces de walkie-talkie. Se llaman por apellidos y no por nombres como si fueran alias, visten de negro para causar más terror y ser menos perceptibles en la complicidad de la insensible noche. Entonces entran sus camionetas en acción, patrullan las calles, se ufanan, provocan e intimidan. ¿Cómo no acordarse de lo que ocurrió hace apenas dos o tres decenas de años en esta triste y cruenta tierra del descuido? Todo esto tiene un brillo paramilitar que conmociona. Es lo que pienso mientras observo a esos incipientes e insipientes granujas disfrazados de comandantes y soldados. Estos pobres ricos de mierda (con perdón de la mierda, que es digna de mi más sublime respeto) jugando a ser maleantes en un país en el que la violencia no es un juego. Año tras año hacen lo mismo. Son bondades que se heredan. Un séquito de delgadas y respingadas jovencitas, deslumbradas por esos tontos aprendices de matón, hacen parte de la angelical manada. Terminan luego sus bachilleratos, se profesionalizan y pasan a ser la esperanza de estos conservadores pueblos. ¡Sí!, estos serán, sin duda, los futuros gobernantes y gerentes de empresas. Y pensar que después nos preguntamos por qué se derrama tanta sangre en esta república todavía tan boba e incierta, a pesar de los cambios que se han quedado lamentablemente en ilusiones. Esos ingenuos pendencieros no conocen la historia de dolor y muerte del lugar donde habitan. No saben nada sobre un pasado en el que ellos aún no existían o solo eran leches y pañales. Sus padres no les hablan de esas inocentes cosas. De los cadáveres que bajaban por el río. De las desapariciones. Del brutal exterminio por pensar diferente. De las balas oficiales sumándose al delito. En sus clasistas colegios es también tema vedado. Dios o Lucifer los libren de tener que sufrir en carne propia las consecuencias de sus malditos juegos. Es lo que pienso. Es lo que la literatura me obliga a constatar.

#TBT. Lo que tengo para ti, canción de mi cosecha atípica que fue finalista en el Festival de Sahagún de 2013. Conté en mi muro de Facebook lo que le pasó esa vez a un compositor amigo, al que uno de los jurados le pidió un porcentaje del premio para poder meterlo en el podio. Me mostró el mensaje y me fui sin esperar el fallo. Después de que se dio este a conocer sucedió el acabose. Había más de veinticinco mil personas en aquel sitio y la protesta fue descomunal. Esto sería ya historia si no fuera porque tales prácticas siguen imperando en festivales. Los premios se negocian. Como en todo, hay excepciones. Pero es, por lo general, una realidad innegable. El jurado de marras, de aquel nefasto festival de 2013, sigue figurando por ahí como si nada, invitado y consentido por presidentes y juntas organizadoras. He estado leyendo inconformidades de concursantes de canción inédita en el Festival de Chinú de reciente realización, y sin entrar en criticas ni descalificaciones de ninguna índole llama mi atención que esta problemática en lo tocante a los jurados de esos concursos siga, por lo visto, tan perniciosamente vigente. Para no hablar de lo que otro buen amigo me contó en estos días sobre las martingalas de algunos compositores inescrupulosos que continúan empecinados en quedarse con la plata de esos festivales como sea, de un modo directo o indirecto. Corrupciones de nunca acabar. He dejado de concursar en festivales como quisiera, por huir de las mafias festivaleras y, en especial, de ciertos jurados de dudosa reputación que se mueven constantemente en ellos. Tengo mi lista de jurados vetados, a los que nunca más someteré una canción mía a ser por ellos evaluada. De ahí mi insistencia en que se divulguen los nombres de los jurados con antelación para poder decidir si vamos o no al bate. Qué espléndido sería que todos pudiéramos concursar en igualdad de condiciones y competir en buena lid, con plenas garantías de imparcialidad e idoneidad. La subjetividad siempre estará de por medio, pero esto es otra cosa muy distinta, que, en determinadas circunstancias, puede llegar a cumplir un buen papel. La subjetividad deshonesta es una porquería. ¿Objetividad en el arte? Exquisito tema para hablar paja durante largo rato. En todo caso, se trata es de cultura, no de política ni de relaciones. ¿O no? Pero bueno, sabemos que nunca lo harán. Porque la clandestinidad y la maquinación son las claves del negocio. ¿Cuántos fallos no se deciden entre bastidores por los “poderosos” del momento? El de aquel Festival de Sahagún de 2013 se conocía desde hacía un mes, y ahí, sentado en la primera fila de la zona vip de aquella ronda final, estaba el politicastro que impuso al ganador del concurso, habiendo sido este parte también de la comitiva del senador en su viaje a Buenos Aires para ver el partido de fútbol entre Colombia y Argentina el 7 de junio de 2013, veinte días antes de que empezara el festival. Tiempo después el congresista fue encarcelado por escándalos de corrupción. Así pues, no hay más remedio que volverse selectivo y no exponer la cabeza y el “prestigio” en cualquier parte. Quedémonos más bien con el lado positivo de esas experiencias. Los festivales pasan, las canciones permanecen. Vale la pena repetirlo: los premios se olvidan, las luchas jamás. Lo que tengo para ti. O tenía. Qué buen recuerdo. La terquedad no tiene fin.

MONARQUISMO. Reyes y reinas de lo uno y de lo otro. Qué obsesión tan estulta y degradante.

ACLARACIÓN y PRECISIÓN. Dos vocablos que operan al unísono para resguardarnos de ciertos aromas nauseabundos. El poeta es un fingidor, según Pessoa. Fingidor, mas no farsante, como algunos poetastros y rimadores que andan soltando versos, irresponsable e impunemente, por ahí.

BRÍO. Compromiso triunfal. Desprenderse de malas energías. Despojarse de pensamientos desastrosos. Ni gota de negatividad. Pensión. Docencia. Litis. Negocio familiar. Nos irá bien. Mucho ejercicio. Tiempo libre. Mermar cervezas. Vivir más. Y más. Y más o menos más.

RECONCILIACIÓNCon hermanos. Con hijos. Con amigos. Ah difícil que es este sencillo terminacho.

FRACASO. No hay tal. Nunca lo hubo ni nunca lo habrá. Frustraciones… sí, ¡muchas!, pero ninguna que pueda opacar a la frustración mayor, de la que no se escapan tampoco los grandes exitosos. Así que es toda una victoria haber podido vivir hasta estos tiempos, y seguirla teniendo disponible. ¿Para qué? Pues para cantar. Como Raphy: Hay que pasar la vida siempre alegre / después que uno se muere de qué vale / hay que gozar de todos los placeres / ¿cuándo uno va a morir?, nadie lo sabe… / y hasta después de muerto siempre alegre… / vive la vida, mira que se va y no vuelve… / bohemio soy de corazón… Prometí reducir cervezas. Pero debo brindar por el mejor fracaso de todos: mi pequeña y solitaria vida, que es felicidad y grandeza para mí, única y tristemente para mí.

DISCULPA. Hora de pedir disculpas. ¿A quién o a quiénes? ¿Por qué?, si todo lo escrito en este libro es insustancial e inocuo. Además, ¿quién lo compra?, ¿quién lo lee? No le hago lanzamientos ni presentaciones. Así que tranquilos, que están a salvo. Más bien pregúntense cuánto dolor he puesto en cada una de esas palabras que les incomodan y en las que se dan por aludidos. No hay pérdida que no sea llorada por mi torrentosa sequedad. Conduélanse de este simple escritor que intentó, sin éxito, quererlos.

PROMESAS. Prometo morigerar de verdad mis gustos cerveceros. Prometo encontrar esa canción de salsa tras de la cual llevo varios años de búsqueda infructuosa. Prometo no arrepentirme de nuevo por haber roto el compacto pirata de MP3 donde ella estaba. Prometo no volver a preferir lo original. Prometo callarme mi maldita boca. Prometo ejercer con mucho más rigor la autocensura al escribir y publicar. Prometo no creer otra vez en la amistad verdadera. Prometo componer y escribir solo para mí. Prometo no soñar una vez más con reconciliaciones resentidas. Prometo no morirme todavía. Prometo no recitar ni leer versos o prosas en público. Prometo ausentarme de las redes sociales. Prometo regresar a las tiendas fugitivas. Prometo no fracasar más en mi blog. Prometo triunfar. Prometo ir a la tropical Lorica a escuchar salsa en vinilo. Prometo visitar a Alonso y acompañarlo a filosofar por los cielos del infierno. Prometo retomar los recorridos por barrios peligrosos. Prometo escupir la liviandad de la poesía. Prometo no volver a votar por embusteros cambios. Prometo encender alguna vez la bareta del peor idilio. Prometo festivalear en festivales que sean auténticamente heroicos. Prometo recuperar los antiguos desastres. Prometo fertilizar angustiosamente la angustia. Prometo dinamitar solitariamente la soledad. Prometo que jamás me venderé al que ofrece ayudarme. Prometo desencantarme de la lucha sindical. Prometo pensionarme. Prometo ser por fin maestro. Prometo disparatar la litis. Prometo consolidar un buen negocio. Prometo comprarle la casa a mi flor del destiempo. Prometo no heredar. Prometo renunciar a lo que es capaz de destruirlo todo. Prometo no prometer. Prometo ser feliz.

ADENDA. Dos promesas más. Prometo ser yo la única víctima de mis continuas fallas, de mi infranqueable tendencia disruptiva. Prometo seguir trotando hasta el último suspiro.

AREPA. A esta palabra se le unta MANTEQUILLA y el recuerdo de mi madre empieza a oler en todos los rincones de la casa.

DOMINÓ. Combina muy bien con JUZGADO. Con turnos permanentes. Con KIOSCO y LEVANTAMIENTO. Con PROSTITUCIÓN. Con TRASNOCHO, HOSTILIDAD y QUITAPENAS. Pero si se les sube el volumen a las fichas, el recuerdo de mi padre empieza a golpear aquí a mi lado, donde él jugaba y bebía con sus amigos de la vieja guardia y yo ahora me dedico a escribir sobre su satisfacción cuando ganaba. Hasta que, como cualquier regocijo normal o anormal, el furor concluía. Como concluye también esta noche en la que ya no tengo mesa ni veintiocho amigas con las cuales olvidarme de ese día siguiente siempre tan libre, tan maravillosamente amargo.

LIBRERÍA. “El Fracaso”. Así se llama la tienda virtual que acabo de abrir en este libro, en la que se venden o malvenden también todos mis libros precedentes y futuros en modalidad de impresión bajo demanda. Su principal atracción consiste en que es poco o nada visitada y en sus estadísticas no se relacionan ejemplares vendidos. Un fracaso a todo dar. Como debe ser.

FÚTBOL. A estas bajuras, no soy hincha de nada ni de nadie. Nunca me dejo estimular por los colores patrios. No creo en esas carajadas del obvio orgullo. El día que me ponga esa camiseta tricolor será bastante seguro que estaré cerca del fin. No sé cómo ni por qué, pero me gusta hacerle fuerza a la perenne derrota. Siempre me será grato perder. Aunque también putee. Es tal vez el único realismo (o pragmatismo) que de vez en cuando me permito. Hay quienes no quieren aceptar que dios es diabólico. ¿Poderes sobrehumanos? ¡Sí!; estas vainas existen. Las maldiciones, por supuesto que yes. Ese tercer e inverosímil gol en el último minuto, enseguida del empate, fue, sin duda, obra de él. Si no lo creen, léanse el disidente bosquejo luciferino de Germán Espinosa. Lo bueno de todo esto es que coger rabia, de algún modo triunfal revitaliza. Finalmente, no es más que diversión, tragos, calamidades, emociones. Es solo un juego, aunque para nada lo parezca. Así es también la tediosa vida. Y hasta la goleadora muerte. Gracias, Decepción Colombia, por el rato. Los fracasistas estamos acostumbrados a ganar.

ESTRENO. De parto. Un parto doble. En lo musical, Estos años (audio y video). Y en lo literario, publicación de la primera edición en libro físico de Dietario del resto de una vida (diario existencial y literario de 392 páginas, escrito desde el 31 de marzo de 2022 al 31 de marzo de 2023). Canción testimonio (casi un testamento). Lenta y en modo recitativo. Como me gustan. Como las prefiero. Sin ningún apetito comercial. Así que nada de lucrativas emisoras. Esta canción tuvo sus primeros dolores el 24 de diciembre de 2012 y el 29 de diciembre de ese mismo año terminó de nacer. Desde entonces, ha sabido esperar su turno. Así tengo otras (más de las que quisiera) que siguen durmiendo sus vibraciones en la más absoluta de las penumbras. Algún día se despertarán y verán asimismo la luz. Poco a poco me voy acordando de ellas. Dos regalos, pues, que me dispenso hoy con ocasión de cumplir sesenta y pico en día ya muy próximo (quienes me han leído saben que prefiero saltármelo, razón por la cual esa fecha terrible no está publicada en el chismoso libro de caras). Pero bueno, la música y la literatura se lo merecen más que yo. Una canción más. Un libro más. Dos travesuras menos. Dos pequeños motivos para irme de libación solitaria por ahí. Dos partos para esta noche, en la víspera de otro aniversario en este diminuto globo que habitamos. Pero primero la disciplina deportiva, trotar los mismos diez kilómetros cerca del río, desplazándome con cuidado por calles serpentinas que se comunican entre solares enmontados, volver a casa hora y media después, bañarme, vestirme y salir, como nuevo, en tránsito hacia esa medianoche en la que aspiro, con sabor salsero y al lado de una inseparable y amorosa verdad, celebrar (después de tanto tiempo de estar de brinco en brinco y evadiéndolo) el hecho innegable de haber explosionado un nocharniego 17 de noviembre mientras mi padre se perdía mi nacimiento por estar jaraneando con sus más entrañables amigotes. Horas antes de yo volver a nacer, me complace, como nunca, esa maravillosa noticia que me contó una vez mi tía antioqueña, Libia Góez, testigo excepcional de aquel dramático suceso. Saberlo tan vivo, disfrutándose plenamente su vida mientras yo apenas empezaba a trajinar con la mía. La rumba me espera. La salsa brava y sus increíbles descargas. La salsa, su ritmo infernal, me produce sensaciones similares a la de la mágica y brujeril trompeta de Chet Baker. Me elevo sin necesidad alguna de alucinógenos. Gracias. Millones de gracias a esas fuerzas sagradas y espirituosas que me permiten todavía escribir prosas y versos, y algo quizá mucho mejor: componer canciones. Recorrido nocturno por mi nerviosa Montería. De sitio en sitio. De mundo en mundo. De vida en vida. De sueño en sueño.

PÁJAROS. Oír la voz de Alonso transmitiendo, mediante comentario escrito, su percepción de Estos años: “Pacho, uno cree que el otoño no solo arrastra con las hojas, se lleva el perfume, hasta la semilla de la vida arrastra. Pero un día el aire cambia, los perfumes regresan, el olor a tierra mojada se transforma y el árbol de Amor se huele de lejos, las aves se escuchan después de un largo silencio. Así pasa con las canciones, parecen otras, pero son la misma tristeza mezclada con la vieja alegría, y unos pájaros que no habíamos visto nunca aparecen, se produce el milagro, se vuelven ángeles delante de tus ojos enloquecidos, sus pintas negras se tornan vestiduras y de las altas ramas del roble bajan hasta la hamaca de nubes a saludarte”. Del follaje de este palabroso libro sale la respuesta: “Belleza pura eso que escribes, mi querido Alonso; ‘la misma tristeza mezclada con la vieja alegría’. Escribiré sobre esos ángeles. Pájaros será la palabra, y estarán saludándome en mi libro Palabras que son también la vida. Gracias por este comentario tan deliciosamente profundo. Es en sí mismo todo un poema”. Y entones se suma la voz de Abel desde la magnitud de su cálido y saudoso exilio: “Feliz festejo en la ‘Montería nerviosa’ por ese parto que eres, poeta. Con libros, canciones y poesía es como nacer para siempre sin importar el ‘destiempo’. Sabio festejo”. Otra vez el follaje echando a volar una respuesta: "Qué bien eso de ‘nacer para siempre’. Siempre me sorprendes. Y ‘sin importar el destiempo’. Uy. Parece que me conocieras desde hace un millar de años, desde antes de conocernos en aquella universidad que aún nos moviliza. Gracias eternas para ti, desde el corazón del umbroso silencio, como bien lo definió nuestro profeta Alonso. Remata Abel: “Me acompañé esta noche con un Johnnie Paseador para esos grandes momentos escuchando tus creaciones. Muy poca gente produce grandes momentos. Disfruta mucho lo que falte”. Así son mis verdaderos amigos: pájaros-ángeles, ángeles-pájaros en permanente descubrimiento de mejores brisas.

PREFERENCIAS. Pongamos que todos esos que se autoproclaman poetas lo son. No lo dudemos ni lo discutamos. A unos les encanta asumir su oficio con interés farandulero. Se les ve en todas partes, en cuanto evento se atraviese, urgidos de salir en las fotos al lado de prestigiosos invitados. Lo suyo es la notoriedad, la pose y el aplauso. Otros, en cambio, son unos eremitas redomados; el anacoretismo los preserva de toda esa bobería de escaparate. Los primeros, más que poetas quieren ser conversadores (los conversatorios son su debilidad), y si son mujeres la afectación reluce en tardías pretensiones de beldades. Los segundos no quisieran haber sido contagiados por el virus de la poesía, y prefieren apartarse, esconderse, no tener nada que ver con prosaicos lucimientos. A todas estas, la poesía tampoco sabe qué hacer con tanto poeta festivo y exitoso, por un lado, ni con tantos ignotos y fracasados, por el otro; no es su asunto, no es su problema, pero ya le va preocupando esto de ser manoseada por tirios y troyanos. ¿Cuántos de toda esa abundancia de poetas la conocen en verdad? El quid de la poesía no lo sabe ni ella misma. Y no son los poetas los llamados a descifrarlo. Su claridad, su sencillez, su intrincamiento, su forma de solaparse, su búsqueda y no búsqueda de transparencia, sus brevedades y largores, sus purismos e impurezas, sus sustantivos versus adjetivos, sus imaginerías, sus experiencias, sus medidas y desmedidas, sus primeras personas, sus alteridades, su solemnidad, su extravagancia, su engolamiento, su antipoesía incluso, todo ello la hace potencialmente peligrosa. Así que no es recomendable ni para nada benéfica. No es tampoco democrática. Dejarla quieta es lo mejor que podemos hacer. Y tranquila, muy tranquila, sumergida en esa inmensidad donde construye y destruye sus creaciones, y en la que es preferible no adentrarse. Ni entenderla ni sentirla. Nada de poetas que osen molestarla, removiendo los cimientos de una fuerza letal e inalcanzable para versos tan grises u ostentosos, tan normales o meramente humanos.

CARIBE. Discurso pedante y hegemónico que tiene mucho de IDEOLOGÍA y EXCLUSIÓN. Germán Espinosa supo ganarse la antipatía de “uno de esos personajes insípidos, que detentan por estos días cierto caudillaje cultural en nuestra área caribeña”, al advertir una tendencia contraria a la vocación universalista del Caribe, afirmada más en “valores locales y pintorescos”. Este mal, después de su muerte acaecida en 2007, se ha seguido reproduciendo con peores expresiones de insipidez. La altanería de este discurso, diecisiete años después, ya es morbosa. Tema proscrito. Son intocables. Se muestran quisquillosos y reaccionan de manera violenta. En esa casa selecta del Caribe solo caben ellos, como si se tratara de otra raza pura capaz de matar y hacerse matar por ideales e intereses. Hay caribes también de río que resultan a veces mucho más rabiosos e intolerantes que los de mar. Pero, por fortuna, existen otras voces en el Caribe, del Caribe, que optan por no dejarse encasillar. En esas atipicidades periféricas tiene quizá el Caribe todavía su mayor riqueza, la que le permitiría reencontrarse con el espíritu de ese mundo plural e incluyente del que su magia y su corazón proceden.

FORMAL y CONSERVADOR. Así califica un docente y escritor al señor en el que se ha ido convirtiendo, del cual manifiesta sentirse no orgulloso, sino tranquilo de serlo. Se propone entonces aprovechar sus vacaciones de fin de año en el colegio y en la universidad donde labora, enfrentándose a lecturas nada placenteras que le representan “un enorme desafío intelectual”; y, en efecto, nos muestra en su post social la foto de esos seis libros, uno sobre el otro, que mejor expresan, según lo asegura, a ese señor que dice hoy ser. En definitiva, esto de envejecer trae más bemoles que sostenidos. Este mismo señor, en su antigua faceta para nada formal ni conservadora, se refiere en un post posterior a la hazaña reciente de un gobernante que se creyó sinónimo de cambio y continúa delirando en el veremos. Celebra el regreso al país y la llegada a una oficina contigua a la del despacho presidencial de un politiquero ducho en maniobras electoreras que le aportó al histórico pacto montoneras de votos. Le gusta, en especial, que sean ambos parecidos: bebedores de güisqui, padrotes y caribeños. Lo dicho vocablo arriba: el Caribe tiene sus estereotipos detestables, y si se le suma fanatismo la cosa se empobrece aún más. Los desenfoques de algunos radicales aburguesados venidos a menos, absorbidos por la tripleta hogar-familia-propiedad. Aunque la verdad siga estando ligada a las artes intelectuales del personaje, porque el aludido señor es, ante todo, un provocador genial, bufón a ratos, todo un espadachín de siete suelas, y en tal sentido se le abona la socarronería con que sigue defendiendo un proyecto progresista que, mal que bien, no es tan perverso como el de ese voraz oponente que fue derrotado y amenaza con retomar el poder.

Me pasa al revés: mientras más viejo más rebeldemente anacrónico me vuelvo, y un empleo, con salario modesto, me salva de dejarme atrapar por la apatía de la comodidad.

En todo caso, cada uno tiene derecho a ir madurando y luego envejeciendo como le plazca; sin duda, el paulatino deterioro de los años va acabando también con cualquier desorbitado resquicio de juventud. Es época de frenar, de rendiciones, de aceptar la derrota del vital frenesí, y, sobre todo, de ir adquiriendo la sabia e inútil tranquilidad de los siempre anónimos, perdidos e irrecuperables días.

El más desastroso ejemplo: un poeta de edad avanzada que, durante un recital y conversatorio al que asistía como invitado, ante la pregunta por la contribución de la poesía a la identidad cultural de una región, se refirió en su respuesta al Caribe, para denigrar de quienes creen que el Caribe es solo Barranquilla y Cartagena. Hasta ahí, todo bien. Pero, seguidamente, con ingenua petulancia, agregó: “y yo soy mejor que todos ellos”. Uf. Aplaudámoslo a ver si algún día despega. Plagas que están en todos lados. Esto acaba con cualquier crítica sobre ideología y exclusión.

¿Tu respuesta, mirón? Ahí te va: La poesía no le aporta nada a la identidad de un pueblo, a menos que se considere patriótica y patéticamente folclor. La poesía que se proponga eso debería ser, por falsa y apestosa, fusilada. En vez de indagar en su hediondez interna, que es donde su olorosa desnudez nerviosamente explota.

ACADEMIA. Eso que convierte a una promesa de gran escritor en frío y neutral maestro. En ciencia y crucifixión.

GENÉTICA. “Mi madre me parió poeta y moriré poeta”. Respuesta del mismo poeta de marras, cuando se les preguntó a los poetas invitados si ser poeta es algo con lo que se nace o se hace. Preguntas idiotas que nunca faltan. Para respuestas obviamente idiotas. Con razón hay tantos poetastros en este planeta. Ya saben: es un problema genético. No nacieron poetas y hacen hasta lo imposible por serlo. Un problema mayor es que los hay genéticos que resultan siendo inferiores. Y faltaría hablar de los que son genéticamente buenos, pero son estériles a la hora de transmitirles a sus descendientes la poesía. Habría que rogarles a los organizadores de ferias literarias que se olviden por favor de la poesía, y, en especial, de los poetas. Un poeta charlatán sí que da miedo.

OASIS. No es solo una canción de mi cosecha tierna. Es también el acercamiento a dos escritores en verdad descomunales: Germán Espinosa y Witold Gombrowicz. Del primero, la lectura en estos días de sus ensayos disidentes. Del segundo, la pronta llegada —luego de haberme devorado su Diario argentino— de tres libros que prometen hondas revelaciones: Ferdydurke, Kronos y Contra los Poetas. Este último me proporciona, desde ya, diversión desaforada. Destaco este párrafo de Espinosa en su ensayo “Un literato visto por sí mismo”: Aquel semblante denotaba al rompe un sentimiento a la vez cardinal y erróneo: el de la esperanza. Creo que somos jóvenes hasta el día mismo en que, todavía, tenemos fe en el éxito. Ello, desde luego, nos hace cándidamente vulnerables al fracaso. Tal sensibilidad se desvanece con la pérdida, temprana o tardía, de aquella fe. Quien deja de creer en el éxito, no puede ya fracasar o, al menos, puede ya discurrir que no hay deshonra en el fracaso, pues el único inmune al fracaso es aquél que nada intentó”. Tremendo, ah… Como para salir a comprarse una botella de VAT 69 y, a su abrigo reconfortante, escuchando uno de esos boleros cubanos que tanto le gustaban, brindar por el novelista, cuentista, poeta y ensayista cartagenero Germán Espinosa Villarreal, recordándolo en esas notas musicales con las que él quería que lo relacionaran, tal como lo dejó escrito en la página 163 de sus Herejías y Ortodoxias.

INQUIETUD. Dicen que la naturaleza es sabia. Más que sabia, yo diría que es lógica. Por ende, así como, en cuanto a animales que somos, nos comemos a otros animales, qué tal la noticia de alguna otra especie animal que se alimente exclusivamente de hombres. No estoy pensando en antropófagos. Seres tal vez superiores o inferiores a nosotros, que necesiten de nuestro cuerpo y alma para procurarse el mantenimiento de una inteligencia sideral. Suena y huele a exterminio. La sola idea podría aterrar… Pero sería lo lógico. Lo racionalmente natural. ¿O no? Además, no es que nos diferenciemos mucho de entes carroñeros como los zopilotes, a los que en tierras del Caribe se les llama goleros como si fueran irisados porteros negros reinando en alturas execrables. Siempre a la expectativa para no dejar pasar ninguna muerte. Pareciera ser que los perros son sus favoritos. Nos fascina comer cadáveres de aves, peces y semovientes. Cada día me vuelvo un poco más vegano y prefiero aquello que derrocha vida sin acabar con ella. Nunca será tarde para corregir horrores.

DEDICATORIA. El poder de la literatura. Un libro, una dedicación, una esperanza de un reencuentro, y la vida empieza o vuelve a vivirse como el acto creador lo prefigura.

FBA

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