Más palabras del libro PALABRAS QUE SON TAMBIÉN LA VIDA

REINCIDENCIA. Carolina. Se llama Carolina, y lleva tres noches seguidas mostrándome sus tetas en mis sueños. Estamos en un centro comercial de única entrada, al fondo, y de pronto sale ella de uno de los locales vestida únicamente de la cintura para abajo, con falda y botas hasta las rodillas. Tetas ni grandes ni pequeñas, un par de montículos con los cuales no pretende para nada llamar la atención, como si fuera la cosa más normal del mundo. Va y viene, pasa Carolina con aire distraído, vuelve al local donde al parecer trabaja, media hora más tarde sale de nuevo, al rato regresa y así se la pasa todo el día, yo mirándola de soslayo detrás de una escalera. Despierto y caigo en la cuenta de que llevo ya tres noches viéndole los senos a Carolina. ¿Carolina? No sé por qué creo que es ese su nombre. Salgo entonces a buscarla en centros comerciales que se parezcan al de mis sueños. Visito varios y no la encuentro por ningún lado. Me acuerdo de un centro comercial que conocí en el Rionegro antioqueño, cuando por allá yo laboraba. Ese es, no cabe duda, única entrada, pasillo, locales al fondo, una escalera, y me veo otra vez detrás de un ventanal, sentado en mi escritorio, conciliando penurias laborales, mirando muchas veces a lo largo. No recuerdo que hubiera alguna Carolina por ahí. Ojalá la vida real fuera capaz de proporcionarnos estas oníricas y tumultuosas reincidencias. Pechos que son ojos. Ojos que son pechos.

DOCTOR. “Sí, sí, sí, porque triste y deprimente (hasta para tiro en la sien) sería que te dijeran Doctor, de esos del Congreso. Ese sería el más paupérrimo de los niveles”. Guitarra amiga enviándome su acorde más querido.

JUGLAR. «¿No serás maestro? Yo voy creyendo que eres “juglar”». Sabia finura de un cantautor bastante puntiagudo. Y un poeta mojado lo coadyuva.

SUEÑO. Mujer desayunando en una cafetería. Timbra su celular. Contesta. Es su mamá. Hola, mami, ¿cómo amaneciste? Su madre le cuenta un sueño que tuvo anoche y ella le cuenta el suyo con el tío Arturo. Entre cinco y diez minutos en los que detallan lo ocurrido hasta donde logran acordarse. Qué bueno que los sueños importen más que la vigilia, y que pueda más la fantasía que la realidad tangible en la que todo lo soñado se evapora.

SIMULACIÓN. Están con el cambio y en contra de la corrupción, siempre y cuando en lo que atañe a sus espurios intereses nada cambie, y continúe, inmodificable, lo podrido.

DEFENSA. Voz de Juan Manuel: “Diferente es ser profesor de FECODE, a ser profesor de la vida. Y con eso dejas de ser Nadie, para ser Alguien”. Voz agradecida de Libardo: “Si eres como tus padres, eres un gran ser humano”. Y, por último, la voz ensoñadora de Alba Mathilde: “No digas eso (que me entristezco). Eres mucho más que nadie y lo sabes. ¡Eres tan valioso! No sabes cuánto”.

MUDEZ. «…»

INTROVERSIÓN. Nunca fui timidez; más bien, CAUTELA.

VIRAL. Los escritores están mandados recoger. Todos, sin excepción. Malos o buenos. Da igual. Oficiales o marginados. Es lo mismo. Moralistas o no. No hay ninguna diferencia entre estos agobiados esperpentos. Lo que hoy importa es el efectismo mediático, la irradiación en redes. Sociales, las llaman. Y los críticos literarios también sobran. Estos son peores que los escritores. Porque se burlan de los escritores, pero eso es lo que, irremediablemente, son: escritores. O sea: individuos asimismo desechables. Y si se esconden detrás de una intelectual indiferencia, de cierto mesianismo provocador, terminan revelando que tienen más de odio que de argumento. Al carajo toda esta gran farsa de la literatura colombiana, toda esta peste de engreídos, esas roscas de insoportables, esas oposiciones igual de nauseabundas. Lo mejor es permanecer en el más absoluto de los anonimatos, salvo uno que otro sábado, cercano a la medianoche, cuando escribes y publicas, bajo el efecto de unas ineficaces cervezas, algunas líneas especializadas en putear y destruir. Superioridad de chanflones. Misantrópica empatía.

IGNOTO. F. R. Así se llamaba el árbitro cuyo pito fue silenciado por la traición de los cobardes.

PARO. Toca siempre luchar para que se respeten y cumplan los derechos. País falaz. Dizque el Cambio. Cambio que perpetúa incumplimientos, cambio que no cambió nada, que más bien empeoró lo que había. Los trabajadores paran porque los empleadores mienten. Los empleados paran porque los ministros son un fraude. Un PARO que dure toda una vida. Luchas que, en realidad, no concluyen nunca, puesto que siguen latiendo más allá de sus muertos. Causas que nos mantienen vivos. La felicidad es para los suicidas.

ELITISMO. Prestigioso abogado, jet set, un cantante de música vallenata demostrando una vez más la abyecta complacencia de sus intérpretes con los poderosos. Pose y estupidez. Un ron que defiende el supuesto buen gusto, el lujo y los intereses clasistas. Un ron de derecha. Todos los asistentes con cara de frivolidad acaudalada. Cómo apesta ese programa-parranda, ese programa-tertulia. Y cuando al anfitrión, en su patético modo style, costosamente vestido, sombrero italiano, mocasines sin medias, haciendo gala de la más chocante y nesciente ostentación, se le da por cantar óperas o vallenatos, uf, dan ganas de salir corriendo, de ponerse a salvo de esas glorias infames con las que a los poderosos les gusta divertirse.

SEQUEDAD. Así se sienten a veces ciertos días de brutal pesimismo que no alcanzan a convertirse en depresión. Ciertos días en los que ya nada cobra importancia, las ideas, la imaginación, no surge un solo chispazo del cual pegarse para arrancar. Monitor silencioso, teclado vacío. Secas sensaciones, aceptación de lluvias que fueron pasajeras. Toda la gran frustración fue consumada.

ABORTO. Eliminar otra vez el canal de YouTube. Ni suscriptores ni vistas. Estancamiento. No publicar más en el blog. O una decisión más radical: no volver a escribir ni siquiera una letra, para no tener que rememorar la pequeñez de un monumental fracaso. Y lo peor: intentar ser feliz con lo que falta.

LENTITUD. Lectura de solo dos o tres páginas por día, durante varias horas, más pensando que leyendo. Muchas pausas para tomar aliento e intentar comprender mejor. Libro a ratos abstruso, uno de esos difíciles retos que me impongo. Retrocedo para buscar un corto pasaje sobre la utilidad de la literatura, son solo siete páginas de distancia, de la 163 a la 156, y me parece, sin embargo, que he pasado por esa página hace meses. Cada día de demora en acabarlo es un tiempo menos para otros libros que continúan apilados sobre una mesa esperando su turno. Como Diario argentino, de Witold Gombrowicz, Musicofilia, de Oliver Sacks, y uno que se me quedó a medio camino hace como un año: Una música constante, de Vikram Seth. Leo la frase: “En muchos casos, sin importar cuán fuertemente se imponga la disciplina de la escritura, la solución es de hecho sólo temporal o parcial, y tanto autor como obra terminan por sucumbir”. Tim Parks y los suicidas. Estoy de acuerdo. Las soluciones de la literatura son provisionales, nunca definitivas. La inquietud profunda jamás desaparece.

REPETICIÓN. Notable probabilidad de repetir vocablos o de acudir a la conveniencia de sinónimos. Como RIESGO, por ejemplo. ¿De qué? No lo sé. Intuyo que de nada. SEQUEDAD, ABORTO y LENTITUD no pueden significar otra cosa que esta verdad apabullante: los puntos finales no son tan pródigos como se quisiera. Temerle a esto tal vez, en lugar de a ese PELIGRO de divulgar lo impublicable.

COGNITIVO. Trastorno leve. ¿Qué será de esta perturbación en unos años más? ¿Podrá recordar la voz su espesa trama? Esta palabra que también es la vida, ¿será capaz de salvarse de la amnesia?

OPCIÓN. La tranquila intranquilidad de saber que no hiciste nada para obtener fama y dinero. Optaste por el margen, el temor, la lejanía. O no fue una elección. Era lo máximo a que podías llegar. Miles de millones de vidas más relevantes que la tuya. Pero todas serán maravillosamente borradas. Solo unas pocas seguirán pataleando, en procura de esquelética inmortalidad.

FBA

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