JESÚS EDUARDO

Un loco no tan loco. Un cuerdo no tan cuerdo.

Aspira por segunda vez a ser alcalde de su ciudad natal.

Lo conocí hace como quince años a raíz del festival sabanero de acordeoneros y compositores que organizan en su tierra. Estuvimos concursando en alguna ocasión, no pasó nada con nuestras canciones en ese festival, y desde entonces empezó a visitarme en la casa que yo tenía en calidad de arrendatario, me cantaba a capela sus canciones, también en la calle, en los parques, en la oficina donde yo trabajaba, donde quiera que nos encontráramos, con el más alto volumen posible y sin importarle un rábano lo que pasara a su alrededor.

Una vez, una mañana, llegó a mi oficina con una idea para una canción y fragmentos de melodía. Me propuso que le ayudara a terminarla para presentarla en un festival cercano, no le prometí nada, le expliqué que hacer canciones por encargo no era lo mío y le conté una mala experiencia que tuve con una canción que terminó siendo protagonista en otro festival y de la cual no se me dio crédito alguno, siendo yo el autor de casi toda su letra y de buena parte de su componente melódico.

Pero lo que va a nacer nace aún contra nuestra más explícita voluntad, y fue así como ese mismo día, por la tarde, la canción quedó lista, le agregué la melodía que faltaba, se la organicé y le di vida a la letra a partir de su idea. Lo llamé para que nos viéramos por la noche en el parque de los fritos y allá se la canté. Quedó encantado. Acordamos que la autoría sería conjunta y así se mantendría en el tiempo, sin dar ningún tipo de explicaciones. Era de los dos, y punto. Le pusimos nombre: Dos pueblos hermanos. El festival en que se iba a presentar coincidía con un evento literario al cual había sido yo invitado, unas lecturas poéticas tenía ya programadas, por lo que le dije que se encargara de la grabación e inscripción. Lo hizo, y él cantó el audio de inscripción. Mientras la grababan, personas que estaban en el estudio le hicieron algunos cambios a la letra dañando su intencionalidad literaria. No entendieron que la primera parte iniciaba refiriéndose a uno de los dos pueblos y la segunda parte al otro. En todo caso, la canción fue seleccionada para concursar y pude acompañarlo en la primera ronda, los dos subimos a tarima y la coreamos como correspondía, con la letra tal como la concebí, siendo muy bien interpretada por un cantante amigo de ambos, que la noche anterior había llegado de viaje luego de meses de ausencia. Presentada la canción, viajé de inmediato a la ciudad en la que tenía el compromiso literario. Por la noche me avisó que no habíamos pasado a la siguiente ronda.

Después de ese precedente musical nuestra amistad se afianzó, seguimos viéndonos en su terruño o en el mío, él estudiaba Derecho los fines de semana y varias veces le di el aventón en el carro. Era grato viajar con él. Conversábamos de todo un poco durante el viaje, de su soñar en grande, de la humildad que era su guía, de su fuerza espiritual, de música, de mi canción Con alma de sabanero que tanto le gusta y con la que siempre, cantándome su primer verso, me saluda, y por la noche, después de sus clases, lo esperaba en una de mis tiendas habituales para seguir la charla. En aquel entonces se refinaba ya bastante, no había logrado asumir sus conocimientos de manera natural. Varias veces me sorprendió escucharle palabras que yo no conocía, nunca pensé en que fueran equivocaciones suyas, las buscaba en el diccionario y vaya con el Boom, las palabras existían, aunque no estuvieran bien empleadas en sus pomposas frases.

Sí, tiene, como todo ser excepcional, un apodo muy bien ganado: el chico Boom; el Boom, prefiero llamarlo yo. Porque lo es. Es todo un boom, o mejor, un bum. Dicen en su pueblo que está loco. Los locos son los que no se dan cuenta de la genialidad de este loco.

En su primera campaña estaba aún obnubilado por el rebuscamiento terminológico. Me hizo acordar de mí en mis inicios como escritor, incorporando palabras rimbombantes en mis primeras prosas y muchas abstracciones confusas en mis primeros versos. El Boom me superaba en ese ejercicio, hasta usar y combinar vocablos imposibles de relacionar solo por dárselas de ilustrado. Pensé después que no era tanto por descrestar o impresionar, sino porque no podía aguantarse las ganas de poner en práctica cada nuevo término que iba agregando a su léxico, mientras más raro mejor, o porque la verdad era que tenía todo un enredo intelectual en esa cabeza pensadora de otros y mejores mundos, con una visión tan cósmica que todavía lo pone a veces a levitar. Tiene canciones mucho más intrincadas que las mías. El fingimiento lo hacía ver postizo, por supuesto, pero en el fondo era una actitud sincera y muy original, propia de un alma buena y extraordinariamente sensible.

Obtuvo trescientos votos en su primera aspiración, pero asegura que fueron siete mil, que se le tumbaron la diferencia. Siempre me pareció que muchas de sus ideas se quedaban en planes o en las nubes de su desbocada imaginación.

Hoy lo escucho en su segunda campaña y lo noto mucho más estructurado. Se muestra aterrizado, tranquilo, respetuoso y elegante, se toma su tiempo, se cuida al censurar, con un discurso más claro y directo, con propuestas concretas y realizables, menos rebuscado y etéreo en lo terminológico. Varias muletillas aún que deberá quitarse de encima. No le diré cuáles, él mismo se dará cuenta.

Es tan loco que ni siquiera lo sabe: que es un loco de una cordura descomunal.

Supe que se desmayó durante una rueda de prensa mientras hablaba (vaya paradoja) de la importancia del deporte en nuestras vidas. Afirma ser vegano y lo cierto es que está más flaco que un fideo. Le pregunté hace unos días por su salud y me respondió que se encontraba en perfectas condiciones. Sé de esos males, me pasó una vez, una tarde, mientras esperaba la clase de cinco en segundo año de Derecho. Desperté en mi cama del apartamento donde vivía con mi abuela materna. Nunca supe cómo llegué ahí. Supongo que la muerte debe ser algo parecido, un apagarse del todo, un perder la consciencia en términos absolutos y la imposibilidad de retornar. En blanco. Y por siempre. Estuve varios años en tratamiento. Me confesó que no es la primera vez que le ocurre. Le sugerí que no se descuidara.

Este héroe de la política pueblerina no tiene recursos para su campaña, nadie lo apoya, ningún sector económico, ni empresarios ni contratistas, reparte él solo los volantes de su programa en los semáforos, sin séquito de adulones uniformados y pagados por los politicastros del poder, volantes que puede imprimir gracias a nimias contribuciones, limosnas, migajas, se le acaban rápido y se le ve triste en sus videos en vivo al quedarse con las manos vacías, no hay en su ciudad una sola pared que informe sobre su aspiración electoral y número en el tarjetón, dice representar los intereses de los mototaxistas, estos lo transportan gratis por el casco urbano, al igual que por corregimientos y veredas, y lo llevaron, turnándoselo de parrillero, a un debate reciente en la capital del departamento convocado por un medio periodístico. Él es, sin duda, su candidato, se desempeñó en un tiempo como tal, conoce bien las duras informalidades de ese oficio. En el debate cerró su intervención dando muestras de ser también estratégico y calculador, supo obtener provecho de los trapos sucios que se sacaron los dos candidatos con mayor opción, pidiendo excusas por ellos y por todos ante semejante episodio vergonzoso. ¡Del putas! Eso es saber escuchar, sopesar y atacar con inteligencia y audacia en el momento indicado. Fue el único que lo hizo.

En cuanto a pergaminos, asegura ser la expresión de un liderazgo natural y que la filosofía y la sociología le son innatas, dice ser experto en marketing electoral, asesor político, politólogo, jurista, escritor de cuatro libros, poeta, intelectual, columnista y compositor. Más de trescientas canciones, una de ellas al mejor estilo de la Nueva Ola y que cuenta, además, con una exitosa versión en champeta. Se afilió a la Sociedad de Autores y Compositores, pero no ha recibido todavía el primer peso. No está en la rosca, me explica. Y eso que suena más que muchos que cada trimestre reciben jugosas regalías. La música es, para él, “la melodía del corazón, el alma del universo”. Por pensar diferente ha estado en el abandono, en la exclusión social, me cuenta, entre lágrimas, en una nota de audio que me envió.

Pues bien, este personaje aspira a gobernar los destinos de un municipio signado por la corrupción y por un vanidoso y discutible progreso que arrastra un escandaloso prontuario. Toda una historia de dineros ilícitos y de cárcel. Ante el señalamiento generalizado que esto conllevó, algunos artistas defendieron su pedazo de tierra con un orgullo tonto y desmedido. ¡El arte no está para eso!

En fin… Ciudades que se jactan de ser culturales y no lo demuestran en lo más crucial de todo: en la política, a la hora de elegir a sus alcaldes y concejales, y que, en lo cultural, no pasan de ser cerrados grupúsculos del amiguismo, queriendo figurar en cuanto evento con tufo artístico se les atraviese. Los mismos con las mismas, repitiéndose sin que les importe para nada la salud y la oxigenación de la cultura. Y aun así hablan de derechos y de exclusiones. Falta que alguien consiga meterse en un combo de esos para hacer lo mismo: favorecer a sus amigos y excluir. Es el mediocre destino del burocratismo cultural.

Ojalá ganes alguna vez, amigo Boom, puesto que soñadores como tú son indispensables para cambiar las sociedades de verdad. ¿Para bien o para mal? No sé, pero te imagino creativamente gobernando, con ideas estelares y sin perder esa esencia de ser, como tú lo dices, de cuna de barro, con tu fe inquebrantable en un creador supremo, has pasado por el hambre y otras necesidades, montones de dificultades, tiempos difíciles que lo siguen siendo, vives solo, tu padre no te dio su apellido, tu madre ha vivido lejos, habitas un pequeño espacio que da a la calle, el amor no te ha resultado agradable, solo e incomprendido, se te murió también la tía que te brindaba amparo, un ser maravilloso cuya falta aún te golpea en tus largas noches que dedicas a meditar, naciste en las brisas de marzo, con bronquitis, tu abuela te salvó la vida, te criaste en un corregimiento musical donde te tocaba jarrear agua en aguateras y arroyos, acompañabas a tu abuela a vender ropa de segunda en los corregimientos vecinos, después del colegio fuiste repartidor de cartas y paquetería, luego de recibos o facturas de servicios públicos, y más tarde, para contrarrestar el desempleo, te volviste mototaxista, hasta que te quedaste sin moto y la política te empezó a coquetear, intentaste ser concejal, no llegaste a treinta votos, pero tu valentía es tu principal arma, y hoy estás de nuevo, con más formación y convicción, queriendo ser el salvador de una ciudad que a lo mejor no te merece.

Esto no es una apología de nuestro personaje ni una invitación a votar por él. Rompiendo con mi descreimiento absoluto en el panorama electorero de mi país, lo haría si pudiera. No puedo. No me corresponde votar en su municipio. Y si quisiera, porque, por lo general, solo he votado ocasionalmente en las presidenciales, la última vez lo hice por el cambio y el cambio de manera sorprendente ganó y me ha decepcionado. No volveré a votar nunca más, mucho menos por quienes me vuelvan a hablar de cambio. El único cambio en el que sigo creyendo es en el social, el paradigmático, el de las grandes y radicales transformaciones, ese que deja atrás incluso el sistema constitucional y legal que lo precede y se construye otro, para tener así verdaderas posibilidades de cumplir lo que pretende.

Me place ser amigo de Jesús Eduardo, de este joven político que, ante el fervor popular que dice ha despertado, se siente ganador, así las encuestas lo ubiquen entre los últimos. Un consejo: no creas mucho en la voz del pueblo, los pueblos te engañan y se engañan, no olvides que haces política en un pueblo en el que unas pocas familias se han disputado por años el poder y en donde el voto de opinión no ha incidido nunca (o muy poco) en las elecciones locales.

Ser testigo del ímpetu, de la persistencia y superación de un muchacho que ha guerreado sobre todo contra sí mismo, es algo que me produce una enorme alegría. De esas alegrías que son mucho más alegres porque contienen infinidades de historias tristes sobre las que han sabido edificarse. Me gustaría sí que su sueño no fuera gobernar su municipio. No valen la pena el riesgo ni el desgaste. Los grandes locos son para proyectos mucho más grandes. Su ponderación y elevación (que él predica como logros suyos), su deseo de que el pueblo humilde tenga riqueza, que la gente viva y no meramente sobreviva, su eslogan salvador, todo ello tiene un mérito indiscutible. La cosa es que el hombre no tiene salvación, y quien se dispone a salvarlo termina siempre crucificado por el mismo hombre. Alguien que se llame Jesús tiene derecho a considerarse salvador. Pero ruego al dios de las bajuras que lo salve a él más bien de ellos: de ese pueblo que es probable no le responda como él espera.

Sea lo que fuere, siempre será mejor un loco que un corrupto.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

Comentarios