SOBRE UN AMIGO QUE TUVO QUE EMIGRAR…

Mi amigo AF me habla, desde un largo y lejano exilio, de su miedo, de cómo no han podido con él, de cómo el tiempo se disfraza de lobo y lo aguarda con paciencia, el enemigo vive y se disfraza de todo, me advierte, y si él se asoma no lo va a matar de una vez sino que va a esperarlo hasta que muera, “y pondrá sus garras sobre mi cabeza y mi espalda y desgarrará mi cuello hasta que salga la última gota de sangre que resiste”.

Este amigo AF es, sin duda, poeta, y creo que no lo sabe (mejor para él). Me habla entonces de que lo único que teme es que sea destrozado frente a sus hijos. Y de este hipotético dolor salta a otro no tan hipotético, al del recuerdo de nuestra buena y cómplice amistad, para decirme esto que me conmueve y no sé por qué de alguna manera terrible también me alegra: “Siempre que he sabido que concursas siento un horrible miedo de que ganes, porque creo que los premios han matado a los mejores... No me imagino perderte. No te he visto en años, pero al leerte, que es como verte o encontrarte derretido en letras camuflaje de poesía para ganarle al lobo…. Eres valiente. Hace un poco más de veinte años te vi en este nuevo paisaje, ibas en el bus. Yo perseguí el animal grande convencido de que eras tú, y no. La brisa en el rostro por la prisa me recordó que tú no eras hombre de buses y dejé ir la idea de verte. Qué locura. Ahora, cuando estás en esas líneas de tu poesía, música y guitarra, pienso que ni debo insistir en acercarme, porque el tiempo, disfrazado de no sé qué, lo evitará otra vez. Ese es el miedo en mí”.

Tiemblo. Nunca un amigo me ha querido tanto. Le contesto: “Tremendo, mi querido amigo. No te preocupes, nunca concurso para ganar, y el día que gane me retiro. ‘Derretido en letras camuflaje de poesía’... Me has leído muy bien. Ni yo sería capaz de concluir algo tan preciso y verdadero. Debí haber sido yo ese que viste, no vuelvas a dejar ir la idea de verme. Cualquier día me apareceré tocando tu puerta o en uno de esos buses que viajan sin rumbo fijo. No desfallezcas, que el miedo nos ayude a reencontrarnos”.

¿Por qué será que los amigos que uno más quiere viven lejos?

Otro amigo de tiempos universitarios y luchas estudiantiles (EP), con el que me reencontré virtualmente hace unos años gracias al libro de caras, me expresó una vez su temor de volver a verme, ya viejo, o de… enterarse cualquier día de mi “imposible” muerte.

Todo esto me preocupa. ¿Qué habré significado para ellos? ¿Habrá más gente que me quiera así?

Cuando coincidimos en aquella querida universidad pública ellos eran todavía unos muchachos veinteañeros, locos y soñadores; yo pasaba de los treinta, y, paradójicamente, era más loco y soñador que ellos. Nunca he madurado. Nunca lo haré. Me moriré siendo un joven rebelde que persigue, creativa y tercamente, la Utopía. No sé si tan valiente…

Perdóname, AF, por divulgar nuestra conversación. Nunca se me olvidará que una vez te ofreciste para ser, no tan simbólicamente, crucificado; qué vaina tan real, hasta te privaste y te llevamos, preocupados, a una clínica de la ciudad. Pedíamos la renuncia de una decana de facultad, y esta nada que se iba. Y se fue. Recuerdo a otro gran loco (AN). Riéndose, me dijo: “Este es más loco que yo. Se sube a ese árbol y de ahí no lo baja nadie”. Y tuvo razón. No te bajaste. Te bajamos.

Y después te buscaron… Y te salvaste… Y tuviste que irte…

Nunca podrán matarte, mi querido amigo. Porque el arte te protege. Porque mi amistad y la tuya son invencibles.

Todo esto ya es recuerdo. Todo esto fue y sigue siendo la miedosa vida.

FBA

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