SOBRE DESCANSOS, LIBROS, PROYECTOS, MÚSICA, FESTIVALES Y LUCHA SINDICAL…

Quince días de descanso escritural, necesarios para recobrar fuerzas. Después del año que dediqué a escribir y a publicar en simultáneo el Dietario del resto de una vida durante el cual algunas veces se me convirtió ello más en una obligación que en un placer, era necesario tomarse un saludable receso con miras a afrontar, en días próximos, dos retos literarios más: la culminación del libro de relatos híbridos Santo remedio y la continuación de un nuevo poemario, Lasitudes (El llamado de la casa). Días que he aprovechado para retomar compromisos librescos. Avanzo por fin en la lectura de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, pocas páginas para arribar al capítulo VII, tocó concentrarse en un solo libro, algo de disciplina lectora para poder finalizarlo. Tres libros empezados deberán esperar su día: El barrio, de Tavares; Una música constante, de Seth, y Las ilusiones perdidas, de Balzac, para no hablar de los Diarios de Kafka ni del Libro del desasosiego, de Pessoa, en cuyas páginas me he paseado de manera un tanto irresponsable y desordenada.

Por otra parte, días en los que he estado también pendiente de asuntos sindicales, comprobando el incómodo papel de la contraparte, antes sindicalista, hoy gobierno, teniendo que asumir posturas que como sindicalistas jamás hubieran defendido. Lo curioso es que han estado más cerrados a las conquistas extralegales (razón de ser de la negociación colectiva, esto es, superar lo de ley) que las administraciones de extrema derecha con las que hemos batallado en procesos anteriores. Y las cosas hay que decirlas como son: Alicia Arango, ministra del trabajo durante la negociación de 2019, de las entrañas del uribismo, estuvo de principio a fin sentada con los sindicatos negociando el pliego unificado de ese año, mientras que la actual ministra, Gloria Inés Ramírez, que, con mayor razón (por sus antecedentes políticos y sindicales), debería hacerlo, ha brillado por su ausencia. Se avecina, por consiguiente, otro gran paro nacional en el Ministerio del Trabajo, como el de 42 días acontecido durante la negociación colectiva de 2017. La brecha salarial existente en este ministerio es histórica, y solo a través de la lucha sindical se ha podido ir, poco a poco, subsanando. De malas como diría la Vicepresidente de la República en versión arrogante si le tocó al actual gobierno darle la solución definitiva a esta problemática, la cual, valga anotarlo, no tiene color político, por lo que rechazamos cualquier uso que se le quiera dar al movimiento de protesta por parte de sectores de derecha que hacen oposición al gobierno del cambio.

No obstante, seguimos creyendo en la política del cambio humanizado. Pero es preciso que sus lugartenientes en el Ministerio del Trabajo (ministra, viceministro y secretario general) dejen de dilatar el proceso de negociación colectiva que se adelanta con los sindicatos del ministerio (suspendido hasta el 25 de abril de 2023 por solicitud de ellos) y se abran a una interpretación integral del Decreto 160 de 2014, reglamentario de la Ley 411 de 1997, aprobatoria del Convenio 151 de la Organización Internacional del Trabajo. Inconcebible, incoherente y decepcionante que el ministerio que debe velar por el cumplimiento de las normas sociales que conforman el derecho individual y colectivo del trabajo, no cumpla lo que pacta. El hecho de que se trate de acuerdos colectivos anteriores no exime a la actual administración del deber de cumplirlos, pues se negocia con una entidad pública y es esta la que debe responder, independiente de quienes la hayan representado o representen. Al Viceministro de Relaciones Laborales e Inspección del Ministerio del Trabajo, Edwin Palma Egea, no le gusta para nada que le recuerden su pasado militante en la Unión Sindical Obrera ahora que es gobierno y no sindicalista, pero ni modo, seguirá siendo este un argumento muy válido a la hora de confrontarlo. Porque, si ellos, que provienen de la izquierda política y de procesos sociales consecuentes, no dan ejemplo, entonces, ¿quiénes? El ejemplo empieza por casa, y, tratándose del actual Ministerio del Trabajo, es un doble ejemplo el que se debe dar. Los pergaminos ideológicos de la ministra Gloria Inés Ramírez Ríos (Partido Comunista Colombiano, FECODE, CUT) no dan para esperar menos. De qué sirve figurar ante el país como la gran propulsora de dos reformas trascendentales (laboral y pensional) cuando al interior del Ministerio del Trabajo su accionar es nulo. Pellízquese, ministra, que en su ministerio las cosas están al rojo vivo, y la movilización de las bases sindicales ha comenzado a rugir en el nivel central, territoriales y oficinas especiales de la entidad a lo largo y ancho del país. Están todavía a tiempo de prevenir el incendio. Esperemos que, al menos, no defrauden a quienes fuimos sus votantes.

“Tal vez aburría a la gente con mi guitarra. Pero, en cierto sentido… ¿qué importa?... Me unía a la vida”. Eso piensa Hugh en Bajo el volcán. Sórdidas canciones suyas que en cualquier reunión siempre ha cantado para sí, su pobre música en la que el sufrimiento y el aislamiento han derrochado oscuridad, macabras canciones persiguiéndolo ahora en tono menor. “Nadie las tarareaba. Ningún comediante las cantaba en el teatro de variedades de Birkenhead”. Hace unos días terminé Yvonne, música y letra, vals o ranchera, o quién sabe con qué ritmo se acomodará al tiempo de ser grabada. Cojo los pensamientos de Hugh acerca de sus canciones para aplicárselos a las mías. Terrible similitud. En todo caso, me gusta esta Yvonne surgida de las páginas de Bajo el volcán, de la carta de Geoffrey Firmin nunca enviada. Otra canción mía no comúnmente comercial. Es probable que para entenderla se requiera haber leído el libro o siquiera la carta del Cónsul a su amada. Pero bueno, hace rato no compongo o escribo canciones para el gusto del público ni pensando en la fácil comprensión de los oyentes. Con la música hay también que reventarse la cabeza. ¡Qué maravilla que una novela de gran calibre te regale un canto!

Seguimos, pues, gravitando en esta dura brega de la vida, insistiendo en llenar el día a día con vivificadores motivos, rezumando literatura, descomponiendo música y procurando, sobre todo, ser beneficiario de algunas pocas luces de una poesía cada vez más boscosa y escurridiza.

CODA. Me entero en redes sociales de la jugosa premiación de un festival de música de acordeón que se llevará a cabo a mediados de año, cercana a los cien millones de pesos ($100.000.000) para sus distintos concursos, y me es inevitable pensar conociendo como conozco todo el circuito de intereses presente en tales eventos en cómo se estará moviendo desde ya el tráfico de influencias para designar jurados, seleccionar canciones, convocar compositores y testaferros, adquirir compromisos, pagar favores y hasta prometer podios. Lo ideal sería que premiaciones como esas fueran el deber ser de estos concursos, pues, sin duda, son ingentes los esfuerzos, en especial económicos, que hacen los concursantes para participar en ellos, pero, lamentablemente, la corrupción campea, y mientras más grande sea el botín la mafia festivalera se verá mucho más beneficiada. Los alcaldes y politicastros también mueven lo suyo, al igual que las juntas organizadoras, peor aún si sus presidentes son zorros viejos en estas lides, rejugados en el negocio de competir a través de autorías directas e indirectas y oficiar asimismo de jurados, expertos, por tanto, en toda suerte de componendas y aprovechamientos, por más regeneraciones divinas que se invoquen. Pasó en el Festival de Chinú versión 2018, en el que la jauría vallenata se vino con toda para garantizarse los cuantiosos premios y contó, por supuesto, con los jurados adecuados. No me quiero ni imaginar lo que sucederá en el que comento. En fin, en ese berenjenal es mejor no meterse. Además, porque en su última versión (2019) me prometí (por lo ocurrido ese año) no regresar nunca más a sus tarimas.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

Comentarios

  1. La ministra Gloria Inés Ramírez y su séquito de poder aplican el beneficio de sus intereses personales y egoístas. Porque si se logran las conquistas laborales, dichas conquistas repercuten o mejoran los salarios de todos los trabajadores. La mayoría de las veces estos anhelos los mismos

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  2. Casi siempre que un trabajador de ideología de izquierda y militante del sindicalismo saborea las mieles del poder, cuando le toca ejecutar o intervenir por los compromisos o acuerdos que se pactan con la contraparte para adquirir los derechos o beneficios para la gran mayoría de los trabajadores. Estos esquiroles o amanuenses se encargan únicamente de causar daños y perjuicios. Terminan estos representantes del establecimiento convertidos en una afrenta o ignominia para la colectividad de trabajadores.

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