DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (vigésima novena entrega)

Enero 30 de 2023, lunes, 10:57 a.m.:

Día para limpiar el alma de asperezas, para liberarla de odios y rencores. Paz, solo paz en medio de la ruina. Grupos sociales silenciados, qué difícil resulta convivir, ni lo virtual se salva de rencillas. Se producen fracturas. La pluma se arrepiente, tal vez se excedió un poco, es corazón acelerado cuando coge ritmo, hay que tirarle las riendas, impedirle que marche a toda brida. La próxima vez será. El daño está hecho, así haya sido literario no cabe duda de que la literatura surte efectos, aunque pensándolo mejor su accionar no fue para nada apresurado, por el contrario, fue calmoso y supo sopesar cada palabra, sin malas intenciones, sin deseo alguno de venganza. Así que no caben justificaciones ni atenuaciones de ninguna índole. La pluma debe responder por sus palabras, sobre todo si es consciente de que primó en ella, sinceramente, el bagaje literario. Nada que temer. Mucho por arropar. Los sentimientos, cuando son buenos, no desaparecen ni se alteran. La vida seguirá estando siempre por encima de la literatura.

Agradable reencuentro de pájaros el sábado. Estaban reunidos en el hotel de la 40, propiedad de alas Armando, desde las 3 p.m. Llegué a eso de las 6 p.m. cuando alas Carlos y alas Leonardo iban de salida. Fue bueno verlos. Alas Fermín también se iba, pero es un pájaro firme y nunca deja tirados a sus amigos. Con alas Armando estuvimos alas Fermín y yo (alas Paco), conversando y cantando a capela algunas de nuestras canciones. Les canté En desconcierto y Tristezas, esta última los dejó deslumbrados, o mejor, desconcertados. Eran aproximadamente las 9 p.m. cuando nos despedimos de alas Armando e invité a alas Fermín a la BBC de la 41. Dos jarras de Roja con él, dos pintas de la misma cerveza después de verlo partir borracho, tambaleando. Foto para el recuerdo brindando por Adolfo. Esa misma noche alas Fermín la publicó en su nido de Facebook y yo la repliqué en el mío. Hablamos de todo, hasta de libidos, prestigios y marihuana, con la promesa de repetir sitio y cerveza por cuenta de él. Ojalá cumpla.

Hoy cumpliría un año más de vida el comandante Doria y mientras pienso en él me entero de la muerte esta madrugada del pariente Pacho B., hijo mayor de mi primo hermano Francisco B. Saludador, familiar, afable. Hace por ahí mes y medio me lo encontré en un súper en compañía de su hija adolescente. Siempre una sonrisa, un apretón de manos, una charla breve y afectuosa, valoraba él mi quehacer poético y musical. Me duele la noticia, me cuentan que se complicó después de una cirugía plástica reciente. Joven todavía, con mucha vida y tragos por delante.

Enero 31 de 2023, martes, 6:15 p.m.:

Cementerio de Ciénaga de Oro. Mausoleo familiar. En su parte de atrás introducen el cajón con el cuerpo de Pacho B., en el mismo hueco donde en su momento fue sepultado el del poeta H. Galo V. Hijos llorando, esposa conmovida, padre intentando controlar el dolor, familiares y amigos apesadumbrados. En definitiva, la muerte es eterna. La vida no lo es. Frases de cajón, certezas que hieren. Minutos antes habían abierto la tapa del ataúd y no sé por qué se me dio por verlo. Camisa elegante y de color claro, ojos herméticos, como si durmiera una placidez infinita. El cortejo fue recibido en el cementerio por un parlante del cual brotaba una música que supongo era la preferida de Pacho B., rock en español me pareció que era. Mientras espero que sellen la tumba con cemento y ladrillo, se me ocurre pensar en la tremenda decisión de elegir con qué ropa enterrar a un muerto, horrible destino el de esas prendas seleccionadas para vestir lo inerte y ser inhumadas por igual. La ropa con la que vimos vivo al muerto no debería ser. Más bien comprarle ropa nueva para esa última fiesta inevitable. Pienso, además, en su hija adolescente, volver a verla ahora, en esta circunstancia, sin su papá a su lado, sollozando y clamando por él a medida que ve avanzar la tapia que la distanciará del cadáver de su padre, y en todo por lo que tendrá que pasar para medio superar esa pérdida. ¿Para qué vestir a los muertos? Pudor póstumo, más de los deudos que del difunto. Siento escalofríos al imaginarme qué vestimenta me pondría si pudiera decidir antes al respecto. Dejarle esa decisión a la ausente o a mis hijos también me resulta pavoroso. Espero que se vayan todos y me quedo aquí, viendo la tapia. Le hablo mentalmente a Pacho B., pondero su don de gentes y le agradezco el jovial saludo con que siempre me abordaba. Le pido por sus hijos, en especial por esa hija a la que vi llorar inconsolable, ayúdala a mitigar tu ausencia, le imploro. Salgo del cementerio y empiezo a bajar del cerro donde está ubicado, bonito lugar, se respira cierta tranquilidad en este camposanto, como si la gente no fuera enterrada, sino guardada un tiempo, en paz, mientras despierta. ¡Qué cosas las que pienso cuando estoy al frente de la oscura dama!

Febrero 2 de 2023, jueves, 11:11 a.m.:

Lesión en rodilla izquierda desde el lunes. Bastante mejor hoy, pero aún con un leve malestar. Nada de correr esta tarde, quizá un poco de bicicleta para no perder el ritmo. El deporte exige constancia y disciplina, escribir también, puesto que es más oficio que inspiración. A veces esta se revela con ímpetu y hay que aprovecharla, y otras veces la habilidad o la destreza propias del oficio logran que la inspiración aflore por más que se resista. Pero están también las veces en las que el oficio no consigue más que estancamiento. Toca parar, esperar unas horas, días si es necesario, y volver más tarde a persistir. Las palabras y las frases van saliendo poco a poco de su madriguera y una chispa de emoción parece reanimarlas. Escribir tiene mucho que ver con correr y pedalear. La pluma debe ejercitarse para que las ideas fluyan con sorprendente brillo.

Febrero 3 de 2023, viernes, 3:49 p.m.:

La terquedad puede más que la prudencia. Me fui ayer en Verónica a dar un par de vueltas y terminé haciendo más de treinta kilómetros, hora y cuarenta minutos pedaleando. Persiste la lesión, pero el ejercicio no produjo empeoramiento. ¿Artritis? ¿Artrosis? Esperemos que no. Con dolor o sin él debo seguir luchando contra una verdad que nunca pierde: el desgaste propio de los años. Mañana saldré a trotar. Riesgo más que reto. He de vivir quimereando hasta el final.

Muchos Francisco en la familia Burgos. Provenimos todos del general Francisco Burgos Rubio, mi abuelo paterno. Pacho B. y su padre, por ejemplo. Mi hijo mayor y yo. ¿Cuántos Francisco Burgos más conjugando en futuro?

8:08 p.m.:

Yvonne. Mi siguiente canción. Toda la historia en siete páginas de Bajo el volcán. Carta del Cónsul nunca enviada: “... las misericordias de inconcebibles cantinas (…) ¿O acaso es porque a través del infierno hay un camino, como bien lo sabía Blake, y aunque no lo siga, en los últimos tiempos he podido verlo a veces en mis sueños? (…)  ¡Ah, si sólo me hubieras dejado en recuerdo algo para odiarte, para que así, al fin y al cabo, no me emocionara ningún pensamiento tuyo en este terrible lugar en que me encuentro! (…) Hay un poeta frustrado en cada hombre (…) De cualquier manera, el tiempo es falso curandero… No puedes imaginar la tristeza de mi vida (…) Y no obstante, ¿no nos lo debemos, no debemos a ese yo que creamos aparte de nosotros el intentar nuevamente? (…) Vas a pensar que estoy loco, pero también así bebo, como si estuviera recibiendo un eterno sacramento. ¡Oh, Yvonne, no podemos permitir que lo que antaño creamos se hunda en el olvido de manera tan sombría…! (…) Dejaré de beber; cualquier cosa. Me muero sin ti. Por amor de Cristo, Yvonne, vuelve a mí, óyeme es un grito, vuelve a mí, Yvonne, aunque sea por un día…”. Toda una canción aquí. De amor y licor. Sin causas, sin culpables. Solo amor difícil, frustrado, absoluto, verdadero. Lowry era un santo bebedor y murió en su ley. Escribo y compongo muy en consonancia con lo vivencial… Me animaré a componerla. Alguna vez pasé por eso. Sé de amores fuertes y casi destructivos. Yvonne. Se llamará Yvonne.

Febrero 4 de 2023, sábado, 12:07 p.m.:

Se agotan las vacaciones, se avecina mi rol de negociador sindical. Pliego de solicitudes presentado. Será interesante presenciar cómo los otrora sindicalistas, hoy en el gobierno y al frente de un ministerio como el del trabajo, deben asumir el papel opuesto: la defensa de la parte empleadora. Ya me los imagino argumentando que esto no se puede y tampoco esto otro porque el decreto reglamentario de la negociación colectiva en el sector público expresamente lo prohíbe. Esas son las incongruencias de llegar al poder. Desde la oposición es una cosa y desde lo institucional otra. Cambia el discurso. La negociación colectiva, privada o estatal, es para superar lo de ley, para movernos en el terreno de lo extralegal. De lo contrario no sirve, carece de sentido. Y, sin embargo, llevamos más de diez años discutiendo lo mismo. Ahí, poco a poco, se ha podido ir conquistando una que otra prestación social adicional. Seguimos en la brega. Ser sindicalista es una faceta que me gusta y satisface, así no se logren casi nunca sus loables objetivos. Sentar posiciones radicales es algo que sé hacer a la perfección y lo he demostrado poniéndolo en práctica con creces. Pronto se cumplirán tres décadas de estar batallando por un salario digno y decente que escasamente supera hoy los cuatro salarios mínimos legales. En el ministerio que se vanagloria de abanderar ese discurso. Asambleas, ceses, huelgas o paros, el último de cuarenta y dos días continuos en 2017. Mi estilo literario al servicio de la Utopía. Tengo también alma de activista y soy un negociador que nunca cede ni entrega por nada del mundo sus principios. He muerto siempre de pie y con las botas puestas. No ha servido de mucho. ¿O sí? Pues sí, no he perseguido riquezas, a lo sumo la inconmensurable y pírrica dignidad.

9:16 p.m.:

Página 449. Falta poco para completar la resma. ¿Por qué sigo en esto? Jamás se publicará en físico. Similar destino al de mis Prosas para romper la felicidad. Y que quede publicado en un desolado blog no significa mayor cosa. Viral, ¿cómo hacerme viral? El lenguaje cambió, todo hoy se consume en el virtual realismo. Tu tiempo, FBA, o Martín del Castillo, como sea que te llames, ya pasó. Convéncete de eso. Olvídate de la literatura, de la música, de la poesía, y dedícate únicamente a ser capaz de ser feliz con lo que tienes.

10:15 p.m.:

Los verdaderos soldados de Dios no hablan de Dios. Conversando con alas Fermín en nuestro grupo de WhatsApp se me salió esta frase.

11:22 p.m.:

Hora de irme. ¿De dónde? No se los diré. Nunca como hoy he tenido tan clara la necesidad de no ser apercibido.

11:25 p.m.:

Pienso en consanguinidades. ¿Por qué no vivir más juntos? ¿Por qué no quererse? ¿Por qué no decírselo? Confesar que soy el peor, el más incapaz de expresar sus sentimientos. ¿Qué nos pasó? ¿Acaso es posible culpar a alguien? Cierta frialdad, cierta distancia, alérgicos tal vez todos al saludable abrazo. No sé. Es lo que somos. La vida así lo quiso. Y a la vida deberíamos responderle con altura. Es una sola, dicen. ¿O será por eso que no vale la pena intentar mejorarla? En fin, se vuelven menos posibles los después.

11:50 p.m.:

Seguir optando por el arte y no por lo comercial. Aunque el arte también muera cuando el corazón deje de latir.

Febrero 5 de 2023, domingo, 00:42 a.m.:

Mi sindicalismo no deja de tener cierta rareza. Nunca voy a marchas ni a manifestaciones ni a primeros de mayo. No creo en esas dulcerías solidarias. Nada o muy poco obtienen. Son las típicas expresiones del burocratismo sindical. ¿Algún rezago burgués propio del estrato del que procedo? Sí, no lo pongo en duda. Pero el asunto va más allá. A lo mejor se trate de una deformidad ideológica, es muy posible que sea de esos líderes que extreman los conflictos porque creen que la verdadera solución es el conflicto, o lo agudizan por algún endemoniado provecho, tal como solía ocurrir en ciertos izquierdismos beligerantes. Pero no. Tampoco soy de esos. Cuando asumí compromisos lo hice en serio, a tal punto que bien pudieron costarme mi fracasada vida. Si estoy vivo es por decisión de los confusos tiempos. Me salvé de atentados por giros de último minuto. Ejerzo, pues, mi sindicalismo sin apetitos personales y solo donde considero que puede ser medianamente necesario o útil. Un sindicalismo inteligente, firme, valeroso. Y mi escritura es más protestataria que salir a la calle.

11:43 a.m.:

No troté ayer. Lo dejé para hoy. Para esta tarde, antecito de las 5. Valió la pena esperar. A esas lesiones deportivas hay que darles tiempo y reposo. Hoy amaneció la rodilla izquierda articulando mejor, y la tenue inflamación en el tobillo del pie derecho se ha ido pasando. Líquido maravilloso el rojo de anoche, sospecho que pudo haber influido en la recuperación física. Mi hijo FJ me hace caer en la cuenta de que puede ser la pisada, hay que mejorar la técnica. Estaré atento. Debo invertirle a la salud y comprarme unos zapatos apropiados. Ir suave por si las moscas, alternando trote y caminada. La lesión puede estar asociada a la pérdida de capacidad laboral de más del seis por ciento que me dejó un accidente en moto cuando trabajaba en Antioquia e iba viajando de Guarne a Rionegro a realizar asesorías en zona de veredas. Consecuencia: fisura del platillo tibial izquierdo. Rehabilitación hasta donde se pudo, más de un año en eso, el accidente me fue indemnizado y una de sus secuelas futuras podría ser la artritis. En fin. No salgo de una y me meto en otra.

¿Qué hacía aquella perversa directora regional de Cartagena en mi sueño de anoche? Me remonté en el sueño hasta el año 1997, situado yo en la pequeña antesala de su amplia oficina, esperándola desde las 8 a.m. para tomar posesión de mi traslado desde Armenia. Uno de sus alfiles me había recibido con la siguiente frase: “Bienvenido al infierno”. Y se quedó corto. Claro está que yo fui también un infierno para ella, hasta tal punto que, encerrada en su trono, se jalaba el pelo con fuerza queriendo arrancárselo, emitía alaridos desesperados, fuera de sí, y maldecía mi llegada a su, hasta ese momento, pacificado imperio. Le tenían terror. Iba poco a la oficina, mandaba desde su casa y hasta allá le llevaban los papeles que debía firmar. Era bruja. La combatí con dos libros de Carlos Castaneda que mantenía conmigo: Relatos de poder y Tensegridad. Una vez casi la capturo en medio de una sesión alcohólica con pases mágicos incluidos. Me encontraba yo en el apartamento que tenía arrendado en un cuarto piso de un conjunto residencial, sábado, medianoche, me concentré y la invoqué, hice el pase mágico que más practicaba, abrí la ventana, entonces la vi volar, se acercaba, se alejaba, me escondí, se posó sobre el muro y le tiré una toalla encima. Se sacudió y pudo escabullirse cuando me disponía a cerrar el ventanal. El lunes llegué al trabajo con una sonrisa de oreja a oreja. ¿De qué te ríes?, me preguntó la compañera E. en cuanto me vio. Casi la atrapo, le contesté. No me preguntó a quién. Siguió rauda hacia el despacho del jefe de división que, asomando su cabeza por la puerta, necesitaba de su ayuda para un paz y salvo. Me la imaginaba dentro de una jaula, aturdida por mis conjuros poéticos, ausente para siempre de los lugares desde los cuales gobernaba a su antojo. Anoche, pues, volví a verla, recién llegado yo a su paraíso. Adelante, me dijo su secretaria media hora después de que la directora se dignó arribar al filo de las 5 p.m. Entré, dije permiso, saludé con cortesía, respondió poniendo mala cara, yo era vicepresidente nacional del sindicato mayoritario y venía precedido de fama conflictiva. Así que la intención de la señora se manifestó con total claridad: hacerme la vida imposible desde el primer día. Me senté frente a su escritorio, bajé la cabeza y pude ver sus pies: eran garras. Un sueño que me retrocedió hacia aquel momento en que empezaría a vivir tres años de auténtica pesadilla. Una guerra que no gané ni perdí, pero que afectó mi salud, y hubiera sido peor de haber permanecido más tiempo en aquel antro. Meses después los funcionarios se extrañaban de que la susodicha pasara por mi lado o me llamara a su despacho y yo no la saludara ni respondiera a sus requerimientos. No saludaste a la doctora, me dijo un día la compañera M. ¿A quién?, yo no vi a nadie. Era verdad: había logrado, con Relatos de poder, desaparecerla de mi vista. Nunca más existió para mí durante el tiempo que permanecí en Cartagena, desde donde una rápida artimaña de la entidad me sacó de un día para otro trasladándome a Rionegro. Tenía que irme a fin de protegerme de enfermedades, pero mi primera opción era Barranquilla. Anoté una segunda opción por mero requisito y de esa se valieron para distanciarme sin comprometer el fuero sindical. Esa decisión prolongó siete años mi exilio. No consiguieron el objetivo de neutralizarme, pues fueron siete años de mayor liderazgo. Así que lo soñado anoche me indica que debo estar mucho más atento en estos días, la bruja ya no está en el ministerio, recibió su merecido, pero sus alcances los conozco bien. Releeré a Castaneda por si acaso, y en lugar de toalla usaré una red.

Mi primera caída de viejo sexagenario se produjo anoche. Zapatos de suelas desgastadas, casi lisas, llovizna, andén interrumpido, entrada de un garaje, inclinación, losa mojada, el riesgo era inminente, lo consideré, tenía toda la calle a mi disposición pero opté por pisar en esa rampa, pie izquierdo, resbalón y deslizamiento como si descendiera en cámara lenta por un tobogán, caída hacia ese lado, golpes en codo y cadera, sin fracturas. Como toda caída, fue fenomenal y generó risas. La de la ausente mientras me ayudaba a levantar, y las emanadas de un carro que pasó en el momento del espectáculo. Imaginé escuchar que uno de sus ocupantes decía «mierda, se cayó el viejo», el auto mermó la velocidad y supuse que alguien se bajaría a socorrerme. No fue necesario. Me paré y proseguí con ímpetu la marcha, riéndome yo también de mi infortunio. Tranquilidad al concluir que no fue por vejez sino por el calzado. Aviso para comprender que la edad de los batacazos está cerca. ¡Bastones, ar!

Febrero 6 de 2023, lunes, 11:15 a.m.:

Después de los once kilómetros de ayer, lesión recrudecida. Ni pisada ni zapatos. Estuve atento a la técnica y terminé el ejercicio en perfectas condiciones. Sin embargo, por la noche comenzó el inconveniente, como si algo estuviera dislocado o no engranara bien. No se ve inflamada ni con moretones, traquetea al doblar, ¿será el menisco?, ¿o el ligamento cruzado anterior? Investigo un poco el tema y leo que esto último se manifiesta con chasquido en la rodilla. Así que por lo pronto a guardar reposo y a solicitar cita médica. Lo que sentí como un calambre o un tirón la penúltima vez que troté, pudo haber sido una típica lesión de deportista. Ese día, luego de unos minutos de pausa, continué con la actividad física, finalizando la jornada como de costumbre. Gajes del oficio. Deduzco que no son los años ni el accidente del platillo tibial los responsables, y me lleno de calma y esperanza con tal de que no implique cirugía.

Febrero 7 de 2023, martes, 8:51 a.m.:

Acabo de salir de un sueño en el que mis problemas de seguridad de hace veintiséis años reaparecieron en mi desmovilizada vida de hoy. Un tipo se baja de un carro a la entrada de la Universidad de Córdoba, me ve pasar trotando por el frente, me reconoce, escucho lo que dice, es él, le ordena a su chofer llamar al comandante, atravieso la doble calzada y me les pierdo en las inmediaciones de la clínica. Me buscan durante toda la noche para finiquitar lo que se les quedó pendiente. Consigo ocultarme no sé dónde y en la mañana del día siguiente voy con mi primo Henry B., su mujer y su hija viajando por tierra de Medellín a Montería. Se habían hospedado en el apartamento que teníamos en Bello, Henry B. conduce el vehículo, vienen discutiendo, ella habla de separarse, la niña los observa, no entiendo qué hago yo yendo hacia la ciudad donde me podían estar esperando mis enemigos para darme de baja, decido desde afuera del sueño activar el despertador salvavidas y es así como me despierto antes de llegar a tan mortal destino. Cosas de los sueños. Verme otra vez en esas angustias… Y Sigmund Javier no contesta mis llamadas.

3:27 p.m.:

Cambio de título. Versos lesos e ilesos pasa a llamarse Los rituales del vértigo. Su primer texto es ahora el último del poemario, y suprimí información de ciudad y fecha en los poemas donde esto aparecía. Lo reviso a fondo. De este modo me olvido de su descalabro en el concurso al que estúpidamente lo sometí dejándolo a merced de un seleccionador previo y anónimo. El destino de un libro no lo decide un concurso y no me sorprende, por tanto, que la respuesta del destino a tal fracaso sea su posible publicación en físico, en marzo o abril de 2023 (si es que accedo a quebrantar mi postura de no publicar un libro más), por iniciativa del poeta Fernando Denis, con la editorial UNIEDICIONES, la misma con la que publiqué en enero de 2020, en coedición, mis Tiempos grises. Esas jugadas del Tiempo vale la pena pensarlas. Quiere el poeta cienaguero que lo lancemos en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, evento que tendrá este año a México como país invitado de honor con el tema Raíces. Me propone ser parte de una lectura conjunta con poetas mexicanos. Va jugando, le dije el domingo que me llamó en la noche para plantearme, además, organizar un recital en Montería o en Cereté, vendrían él y una poeta amiga suya de Bogotá asumiendo ellos sus costos, me da luz verde para conseguir sitios y definir fechas e invitados, el afiche promocional me lo enviaría una vez todo se concrete. Le hablé enseguida de Alonso Mercado Emiliani y se lo sugerí para la lectura. Aceptado. Involucro a alas Carlos en el proyecto y contacto a Alonso, quien acoge con entusiasmo la idea. Coordino con este dos recitales, uno en Montería y el otro en Cereté. Alonso va más lejos: hagamos una gira nacional, varios en Bogotá y otro podría ser en Cartagena, en la Casa de Poesía del Tuerto López, su directora es una buena amiga. Me suena y consiento. Así que en eso andamos, buscando lugares donde puedan despepitarse nuestros versos, a ver si son sacados por fin del anonimato, los de él anclados en su patio de El Retiro de los Indios y los míos igual de retirados, sorteando adversidades en mi veraniego cuartel de invierno.

Febrero 8 de 2023, miércoles, 8:28 a.m.:

Sueño recurrente. Sucede en Medellín, conduzco la DT-125, me pierdo, no encuentro la ruta que lleva al centro de la ciudad, me detengo en una loma para localizar con la vista el antiguo Edificio Coltejer y poder así guiarme, cruzo por un puente corto y estrecho en el que están tres muchachos en dos motos, transito despacio, con precaución, pendiente de sus gestos, me dejan pasar, pienso lo peor y, en efecto, me veo perseguido instantes después por ambas motos, acelero, cerca de un solar me alcanzan, se atraviesan, freno, descienden de sus vehículos, esgrimen navajas, apago la moto, me bajo y me alejo de ella, se acercan, me empujan, alzo las manos para tranquilizarlos, y el que iba de parrillero se lleva mi reliquia modelo 1995 escoltado por sus dos compinches. Media hora después llego caminando a un taller de bicicletas en el que dos sujetos mayores revientan a golpes a los tres muchachos, los encienden a patadas en el piso, sangran por todos lados, no entiendo qué ocurre, por poco los matan, uno de los tipos, el que parece ser el jefe, me indica con la cabeza dónde está la moto y me tira la llave. La atrapo. Detrás de un matarratón, al lado de un inodoro. Voy por ella, la muevo hasta la calle, me subo, la prendo con el pie derecho y temiendo uno o varios tiros por la espalda me vuelo del lugar. Sigo sin encontrar la ruta hacia el centro. Nunca la encuentro. El día que lo haga se acabará este sueño y quién sabe qué más. La vida es eso: un constante peligro, un laberinto del que nunca se sale, un destino que se cumple sin hallar su destino.

Febrero 9 de 2023, jueves, 8:16 a.m.:

Anoche fui padre de cinco niños que fueron saliendo al mundo uno tras otro. Y dos más que tengo son siete. ¿Quién es la mujer que me proporcionó tanta fertilidad? ¿Cuándo los engendramos? Era como una rara mezcla entre las madres de mis dos hijos. Joven y bella. Felicidad y preocupación. ¿Qué hacer con siete hijos? Nunca supe ser padre de FJ y EJ, aunque finalmente aprendí, gracias a ellos, a medio serlo. Más que hijos, los dos han sido padres para mí. ¿Qué voy a hacer con estos cinco vástagos que apenas anoche iniciaron su ruta?

Febrero 10 de 2023, viernes, 8:44 p.m.:

Ya en Montería, en la 58. Toda la tarde en Sincelejo, outlet de libros. Tres adquisiciones: Juan José Millás, Una vocación imposible, Gonçalo M. Tavares, El barrio, y Enrique Serrano, La marca de España. ¡Qué vicio este el de comprar libros! Pero bueno, creo que la última compra que hice fue en Barranquilla si mal no recuerdo, en junio del año pasado, cuando asistí al matrimonio de mi hijo FJ. No pienso retroceder en las páginas de este diario para verificarlo. Una que otra inexactitud no están de más. Así que me porté bien con mi presupuesto el semestre anterior. Eso creo. ¿Seguiré comprando libros? No sé. He bajado el ritmo de lectura, básicamente por darle más espacio al escribir. Después del 31 de marzo, culminado para entonces este libro, volveré seguramente a la regularidad que antes traía. Recuerdo el empecinamiento y la velocidad de lectura de aquellos angustiosos días cuando mi ojo derecho sufrió el percance, y cómo deseaba recuperar la visión para leer mucho más de lo que en ese tiempo podía. Ahora que puedo, debería consagrarme como un devorador de libros o un receloso ratón de biblioteca.

Febrero 11 de 2023, sábado, 1:18 p.m.:

Arboletes. Cambiando de aire y de paisajes, a la caza de imágenes para los videos de En desconcierto y Tristezas.

3:41 p.m.:

El mar. Desde el hotel lo veo y pienso en sus poetas. La Luna tiene los suyos. Y los ríos están repletos de vates. Ganas de beberme esta noche, en alguna taberna marina, un ron poderoso que me devuelva la gran fatalidad de la Poesía. Su dolor. Su música. Su heroicidad.

3:55 p.m.:

¿A quién dedicarle mi libro Los rituales del vértigo? Se me acabaron las opciones. Tiempos grises se lo dediqué “a los pocos amigos que me quedan”. A un amor. Me inventaré un amor.

Un buen título para el nuevo poemario que tengo en proceso de escritura: El llamado de la casa. Lo vi en una publicación del amigo Abel F. en su muro de Facebook. Comenté: “El llamado de la casa. Un buen título para un libro (poemario tal vez). Si no lo vas a utilizar, préstamelo para uno que estoy escribiendo, a menos que ya tenga dueño”. Su respuesta: “Adelante. Mis líneas sueltas son libres y además han de servir más que para ventilar un paseo por este mundillo”. Suena bien. En lugar de Lasitudes (título tentativo), El llamado de la casa. Esperemos que avance el libro a ver con cuál se identifica más. Abel F., un amigo que vive lejos: de fogosa nostalgia y corazón sinuoso.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará) 

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