DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (decimonovena entrega)

8:30 p.m.:

Primera estación, licorera en el norte de la ciudad, un vaso de Club C. roja, medio litro, ocho mil pesos, oigo la voz de mi psicóloga, ni modo de obedecerla, lo único que me falta es encontrármela esta noche en alguno de los sitios que pienso visitar, me acuerdo de Andrés, dónde estará, se me ha ocurrido un trabajo para él, ayudarme a lidiar con conflictos laborales y que Dios le pague, quiero abrir oficina con José G., litigar un rato. Me acuerdo de mi sobrino Enán A., abogado prestigioso, no te quedan más de diez años de vida útil, sentenció cuando por fin me gradué de Derecho, y eso fue hace como once años, así que estoy gastándome ya las horas extras y yo creyendo que el año entrante, apenas me jubile, me podré dedicar del todo a la docencia y al litigio. Estoy vivo, sí, pero no lo está el mundo que a mi edad empieza a desecharme, así trote todavía entre ocho y diez kilómetros sin parar y me suba en Verónica durante cuarenta o más kilómetros. Mejor dejo de pensar en esto y me voy a buscar a Andrés a ver si lo veo por ahí. Gente como Andrés hace que la vida valga todavía la pena.

10:47 p.m.:

Me he propuesto seguir componiendo (o descomponiendo) canciones lo menos comercial posible, que nadie de estos tiempos posmodernos, livianos y efímeros, se interese en grabar alguna de mis fracasadas abstracciones. Comprendo a los artistas que necesitan del dinero para poder vivir, pero para mí el arte es superior a esos objetivos. Compositores que solo buscan fama y plata, sobre todo plata. ¿Por qué será que existen, en cambio, otros extraterrestres como yo que nos enfocamos en tratar de salvar al malhadado arte? Aunque el arte a la postre valga eme. Ante la realidad de la muerte, el más brutal escepticismo. No hay salvación posible. No hay arte. No hay nada. Solo dolor. Solo entusiasmo.

Septiembre 18 de 2022, domingo, 11:26 a.m.:

No hubo más estaciones anoche, cinco vasos de Club C. roja fueron suficientes y a medianoche estaba en casa sin haber visto a la psicóloga y sin haberme encontrado con Andrés. Poco antes, aún en la licorera, me ejercité en Twitter escribiendo un tuit-extracto del registro anterior de este diario. He aquí el resultado: Compositores que buscan fama y plata, sobre todo plata. Otros, extraterrestres, que tratamos de salvar al malhadado arte. Aunque el arte a la postre valga eme. Ante la realidad de la muerte, brutal escepticismo. No hay salvación posible. No hay arte. Solo dolor. Solo entusiasmo. Un buen ejemplo de cómo nos sobran muchos vocablos para expresar lo mismo.

Hoy cumple años la ausente. Ni ella sabe cuántos, pues su edad fue adulterada para obtener la cédula de ciudadanía y así poder votar en una elección presidencial por un candidato comunista. Yo sospecho que tiene un año menos, pero terminó creyéndose el engaño y asegura tener un año más. En fin, la incertidumbre le es inherente. Se comprometió con esa mentira y de ahí no la saca nadie. Así que nunca lo sabremos con exactitud. Al igual que yo, la ausente no es dada a celebrar estas fechas, si bien no se esconde tanto y contesta al menos las llamadas telefónicas. Son muchos años viviendo juntos, un cumpleaños tras otro, regalos pendientes, excepto el de Marx, que cumple hoy un año de estar con nosotros, un inesperado ladrido que llegó para quedarse.

Septiembre 21 de 2022, miércoles, 5:29 p.m.:

Qué sueño el de anoche. Voy conduciendo el Logan sin poder controlarlo, hundiendo cada vez más el pie en el acelerador, soy consciente de que debo detener el vehículo pero no logro evitar seguir la marcha, llego a saber también que el golpe es inminente, que estamos ambos descontrolados, o en otro momento es como si no estuviera dentro del carro y lo estuviera manejando con control remoto hasta perderlo de vista, y justo cuando estoy a punto de estrellarme el despertador salvavidas activa su timbre. Nunca llego a experimentar el choque para saber cómo sería la cosa y si sobreviviría en caso de impacto. Es un sueño recurrente y pienso que es mejor no saber nunca su final. Los sueños tienen tanto poder que, de concretarse el accidente en el sueño, podría concretarse en la realidad. Morfeo sabe lo que hace. La ignorancia es la que nos salva. Igual pasa en la vida, siempre a la deriva o al garete, en riesgo permanente, y es el no saberlo lo que nos da la confianza y la fortaleza necesarias para seguir viviendo con relativa tranquilidad. Frente al inevitable zarpazo final se me ocurre que un émulo del despertador salvavidas, algo así como un flotador dormidero podría ayudar a postergarlo.

Septiembre 22 de 2022, jueves, 9:10 a.m.:

La duermevela me trajo esta mañana los nombres de algunos líderes estudiantiles de la Universidad de Córdoba que había olvidado. El flaco Alexander, el gordo Ricardo. Hace poco hubo un concurso de canción inédita en dicha universidad, no se convocó a los egresados, razón por la cual no pude participar. Sin embargo, me surgió la idea de hacer una canción alusiva a esos años tumultuosos de los Noventa, en la que hombres y mujeres que protagonizaron aquellas luchas históricas estén ahora, musicalmente, presentes. Entre las mujeres se destacaban Nelly, Josefina, Katia y Marta (Nelly y Josefina están vivas, Katia y Marta no sé); en cuanto a hombres, entre los ya muertos, Virgilio, Alfonso, Rubén, Cantillo, Santiago, Carlos y Juan Manuel (risueño amigo de trago largo), y entre los todavía vivos el Checho, Enoín, Abel, Renaldo, Jairo, Orlando, Gabriel, Náfer, Ósterman, Sigilfredo, Andrés, Édgar, Alonso, Diógenes, Eduardo, Heriberto, Hugo, Héder (el gran Héder Amarís que aparece en mis Prosas para romper la felicidad), Morris y otros que prefiero no mencionar… No tengo la certeza de que todos los que relaciono como vivos sigan vivos, de algunos conozco su actual paradero, pero hay otros sobre los cuales no tengo noticia alguna. Presumo que aún viven, puesto que de haber muerto supongo que tarde o temprano lo hubiera sabido. De los muertos no me cabe duda de que lo están, pues me enteré a tiempo del desenlace de cada uno, excepto del de Carlos, que lo supe años después. La muerte más vieja es la de Santiago, buen muchacho, murió en San Pelayo, se lo llevó un carro en aquella estrecha y peligrosa carretera que comunicaba a Cereté con Lorica, una fatal madrugada festiva, me tocó vivirla, le dediqué un poema de mi libro Cantando a destiempo y de vez en cuando todavía la lloro. Carlos murió también en esa misma carretera, manejando borracho, me dijeron. Poseo todo un archivo de lo que fue el accionar de nuestro movimiento estudiantil por la academia, la democracia y la dignidad. Toda una lucha por consagrar en los estatutos de la universidad la elección democrática directa del rector y de otras autoridades administrativas y académicas por parte de la comunidad universitaria de trabajadores, profesores y estudiantes sin ponderar ni proporcionar el voto en función de lo estamental, a fin de que el Consejo Superior no se arrogara para él la autonomía universitaria contemplada en la Constitución Política y que los estudiantes pudieran demostrar su poder mayoritario. Larga historia. La primera experiencia democrática de esa conquista fue terrible: ganó el candidato del establecimiento corrupto con una votación abrumadora. Quedamos silenciados por una maquinaria electoral que se movió igual como si se tratara de elegir un alcalde o un gobernador. Al carajo la democracia, nos dijimos, y que los estudiantes se jodan. Esa noche nos fuimos la cúpula del movimiento a celebrar con aguardiente la derrota sufrida. Alfonso no hacía más que reírse. Fue un error político no haber tenido un solo candidato para enfrentar al excura del oficialismo liberal, pero ni sumando los votos de los otros dos candidatos lo hubiéramos vencido. Su victoria fue aplastante. Lección aprendida: en cuestiones de academia, nada de democracia, y que viva la putañera dictadura del intelecto.

Septiembre 23 de 2022, viernes, 4 p.m.:

Esta mañana viajé temprano a trabajar en Sahagún. Al mediodía busqué en la casa mi archivo de la UNICOR y me lo traje para Montería. A esta hora lo reviso hoja por hoja y qué delicia encontrarme con tanta historia vivida y escrita durante mi paso por el alma mater de los cordobeses. Algunos de esos episodios me generan risa y me reactivan la maldad de aquellos infinitos años, otros son dolorosos, cada documento revive mi memoria, un recuerdo me lleva a otro, nombres que hacía un montón de años no pronunciaba, mis problemáticas académicas figuran al detalle, mis proclamas, unos ensayos que presenté y fueron bien calificados, muchos textos en manuscrito de una riqueza existencial, literaria y política que me sorprende. Y cuando creía haberlo visto todo se me aparece la carta de despedida de Enoín a sus “entrañables amigos y compañeros” Alfonso, Gabriel y Ósterman cuando estos se graduaron. Fechada en Montería el 10 de diciembre de 1996 con el siguiente título: “Adiós a tres universitarios modernos en una universidad premoderna, tomista y feudal”. Sentida, crítica, filosófica, pedagógica, nostálgica y premonitoria. Siete páginas de inolvidable pulso. El estilo de Enoín era inconfundible, tanto para hablar como para escribir. Escribía como hablaba y hablaba como escribía. Y se gozaba la cosa. Qué luchas aquellas, qué amistad la que forjamos, y cómo todo en la vida termina evaporándose. Un mes después de esa carta, estando yo aún como estudiante activo, me tocó emigrar. Aspiraba a quedarme toda mi vida en la Universidad de Córdoba y semestre tras semestre solo matriculaba el mínimo de materias exigido. No tenía afán, el movimiento estudiantil era de verdad mi vida. Se perciben también en el archivo los primeros brotes de la toma política y militar de la universidad por parte de unas nefastas Autodefensas… Soy un sobreviviente, me digo, y todo el peso de serlo me impide relatar esta parte cruda de la historia, surcada por desarraigos y enfermedades. A Enoín lo volví a ver dos años después en Cartagena, poco antes de partir él hacia su propio exilio, en su caso por fuera del país. Me leyó varios poemas que había escrito. Idéntico rumbo le tocó a Abel, quien logró salvarse de varios atentados. Las redes sociales trajeron de nuevo a mi vida su existencia y para él la mía, por ahí interactuamos de vez en cuando, escribe y pinta, y aún sufre y recuerda. Hace poco nos recordó en su Facebook la muerte de Virgilio. Seguimos, envejecemos, ¡héroes todos de nuestra anónima y pequeña vida!

7:40 p.m.:

Ayer terminé de leer La vida me vive amargando la vida. Diez cuentos o historias con unidad temática que podrían funcionar también como novela. David Betancourt más parece un humorista, o mejor, un comediante que un escritor; su personaje, Chiquito, es un gran fracasado, un tipo como uno, es de los míos. Imposible no ver en este personaje al Ignatius J. Reilly de John Kennedy Toole en la tragicomedia o novela cómica La conjura de los necios, al igual que a Felisberto Hernández acompañando a Chiquito con uno de sus libros de principio a fin. Escritor ingenioso e imaginativo, con tono y estilo que domina a la perfección, si bien da la impresión de excederse a veces en el uso de su técnica literaria. De lo deslumbrante puede saltar a lo consabido. El uso del parlache es otra de sus características, comprensible si has vivido en Medellín y más o menos lo identificas. En todo caso, recorrer con Chiquito las calles de Medallo es toda una aventura, sitios que conozco y en los cuales tuve vivencias similares. Como el Parque del Periodista y su bar El Guanábano, por ejemplo, lugar donde Chiquito se dejó aturdir y tumbar por “Media pastillita blanca” que le escondió su casa. Letras de canciones aportan su música, todo tiene vida propia e independiente, las partes del cuerpo humano actúan cada una por su cuenta y riesgo, las casas tienen ojos y miran por las ventanas o arrugan sus fachadas, el mundo es personificado a la máxima potencia. Conclusión: hay que seguir leyendo a David Betancourt, sería interesante verlo en un ejercicio literario que lo saque de su zona de confort. El estilo puede llegar a ser empalagoso, en especial si el esquema, de tanto repetirse, se desgasta. Un ganador de concursos. Ojalá no se deje encasillar en lo de literatura de humor y parodia, ni explote en demasía la prosopopeya y el juego de palabras. Tal vez en otros libros de él ya publicados, que aún no consigo y por ende no leo, pueda notarse algo diferente.

Septiembre 24 de 2022, sábado, 11:30 a.m.:

Hay veces que escribir no ayuda, y si bien no logra deprimir sí que entristece. Tristeza y depresión no son lo mismo. La depresión, una vez se apodera de ti, se hace incontrolable. Te abate, te anula, te postra. La tristeza permite, en cambio, cierto manejo existencial, la podemos combatir con un ligero cambio de actitud. Salir de casa, ver y pensar en otras cosas, por ejemplo. La depresión es una tristeza profunda que linda con lo patológico y, como tal, requiere de ayudas externas para salir de ella. Cuando nos atrapa difícilmente podemos levantarnos. La última crisis me dejó sin fuerzas, con mareos, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para, caminando en el patio de la casa, volver a sostenerme en pie. Todo esto para decir que paso hoy por un día triste, con seguridad por un leve resfriado que me ataca desde hace dos o tres días y por la nostalgia de aquel periplo universitario que tanto me llenó de vida. Me puse a escribir sobre él queriendo exorcizarlo y fue peor. Digamos entonces que paso hoy por una tristeza no tan profunda o profunda pero no tan tristeza. Pensar en los amigos, ¿dónde están?, ¿qué se hicieron? Solo distancia, soledad, encerramiento.

3 p.m.:

Turno para los Cuentos completos de Jorge Mario Varlotta Levrero. Y acabo de adquirir en BUSCALIBRE.COM la Narrativa reunida de Feliciano Felisberto Hernández, aprovechando que tenía por fin un 45% de descuento (la primera edición de Alfaguara, 2019). Volará desde Perú y en octubre la tendré en casa. Dos escritores montevideanos que nacieron y murieron en la capital uruguaya, ubicados literariamente por Ángel Rama en el grupo de los “raros”. Singulares, atípicos. Nada raro, pues, que me guste su escritura.

Septiembre 25 de 2022, domingo, 5:54 p.m.:

Anoche me quedé dormido mientras manejaba y cuando desperté estábamos a punto de salirnos de la vía. Un micro sueño que por poco consigue su cometido. Primera vez que me ocurre. La ausente iba a mi lado, despierta, lejana, no reaccionó. Logré retomar el control del vehículo y la inculpé un poco por haber dejado que el sueño me venciera. En esas desperté en la hamaca continuando con el reclamo a quien dormía con placidez en su cama, ajena al peligro que acabábamos de afrontar. Soñé, en efecto, que estaba escribiendo este diario mientras conducía, tecleando en el Word del celular, y que de repente me quedé dormido. Nada interesante debía estar escribiendo o tal vez escribía por inercia entrando con facilidad en predios de lo onírico. Cuando desperté del micro sueño y luego de enderezar en el sueño el automóvil, supuse que durante ese corto trayecto el piloto automático o el copiloto que todos llevamos dentro se encargó de manejar por mí. Me ha pasado que sin quedarme dormido me ausento del volante durante varios kilómetros y cuando vuelvo en sí no me explico cómo pude conducir tan bien. Ese copiloto mío lo hace mucho mejor que yo, aunque en el micro sueño no estuvo a la altura de las circunstancias, pues un minuto más y hubiéramos ido a parar a la cuneta o contra un árbol. La ausente se despertó preguntándome qué pasaba, por qué tanto alboroto. Casi nos estrellamos, le expliqué. ¿Dónde?, ¿cuándo? En un sueño, acaba de pasar. Se quedó pensativa y al rato sonrió. ¿Será posible que dos o más personas se puedan poner de acuerdo para soñar lo mismo y esto se dé? Pedirle a la ausente entonces que en el próximo sueño esté más atenta e incluso en la vigilia, por si acaso se le da a lo soñado por hacerse real, no vaya a ser que no tenga yo, despierto, la misma habilidad de manejar dormido.

Escritura anoche, en el minimarket de la 58, del poema “Ganas”, el séptimo del nuevo libro. Llegué a pensar que nunca más volvería a escribir un texto de calidad aceptable. Me devuelve la confianza en mis posibilidades de seguir succionando los temas sin agotarlos. Tal vez de escribir haya también que descansar, oxigenarse para reanimar el oficio, dedicarse mientras tanto a otras actividades, intensificar lecturas, acumular nuevas experiencias. Hora de poder vivir sin escribir.

Septiembre 26 de 2022, lunes, 7 a.m.:

La ausente cerca de confesar, de reconocer hechos de su pasado que mil veces negó, como también presuntas infidelidades y portentosas mentiras. ¡Al fin!, qué descanso, no importa ya lo que diga, lo que importa es que se acabe esto que fue insistencia y quedó siendo sosegada incertidumbre, inquietud que, no obstante, no deja de reaparecer en uno que otro sueño. Comienza a hablar, trata de justificarse en mi comportamiento con ella, confiesa un amorío sobre el cual yo nada sospechaba, me parece raro, no es posible, no encuentro ninguna conexión, la ausente es capaz de mentir hasta admitiendo verdades, ha pasado el tiempo, me acelero a interrogarla como lo hacía al principio, cuando empecé a notar que era una embustera redomada, empieza a desesperarse y antes de que retorne al hermetismo me contengo para no dañar la ocasión, me callo, la escucho, va para otro amorío, siento que la sangre se me congela, qué capacidad de engaño tan perfecta, y es cuando decido no oírla más y despertar, la veo en su cama, inocente, silenciosa, al margen de todo, siempre han sido cosas mías, inseguridades, eso pienso, aunque quién sabe, un poquito de desconfianza nunca está de más, emoji de sonrisa pícara, hace rato perdí esa pelea, al fin y al cabo era y sigue siendo su vida, tiene derecho a contar y a callar lo que se le venga en gana. ¿Qué soñaste anoche?, me pregunta al levantarse, viéndose la cara en el espejo del baño. No, nada de interés, todo muy confuso, otro viaje imposible o algo así. A veces le digo la verdad y bromeo con ella. Hoy preferí mentirle, muy en su ley, y me guardé el sueño para mí solo.

8:40 a.m.:

Segunda cita de psicología. Consulta breve, la psicóloga transcribe la historia clínica de psiquiatría que había quedado en traerle, me pregunta si duermo bien, le hablo de películas que se repiten y de pesadillas interminables, me formula que el último baño del día me lo dé con agua tibia, solo me baño una vez al día, salvo cuando hago ejercicio por la tarde, agua tibia, bien, lo tendré en cuenta, próxima cita terapia de relajación, aprender a respirar con el diafragma, me servirá para el canto, pienso. La psicóloga es lectora, prefiere el libro en físico, hablamos de Freud y de su interpretación de los sueños, le comento, a propósito de su pregunta, lo de la incidencia de lo soñado en el diario que estoy escribiendo, se interesa por leerlo, menciono a Sigmund Javier, pregunta si lo publicaré, le informo que está siendo publicado por entregas en mi blog, tiene hasta prólogo, va por la entrega decimoctava, anota la dirección electrónica, le aclaro que ante todo es ficción, es literatura, hay amigos que se molestan, espero que mis cuatro doctoras sepan comprender lo que he escrito sobre ellas, me asusto al recordar que ya escribí sobre la primera cita de psicología, no se lo digo, insisto en que es ficción, me tranquiliza la psicóloga al manifestar que la literatura no tiene por qué justificarse ni explicarse, tiene razón, me cae bien la psicóloga, seguiré acudiendo a su llamado terapéutico.

7 p.m.:

Marchan los zurdos. Marchan los derechos. Todos se parecen al marchar. Idénticas consignas para objetivos contrarios. Lo inaudito es que hayan marchado hoy los derechosos que antes censuraban las marchas. No les luce marchar, no es lo suyo. ¡Pero marchan!, porque no hay gobierno que se salve del osado calor de la protesta. El costo de ser gobierno. El cambio —al tener que ponerse del lado de lo institucional y de lo legítimo— acaba sirviéndole al establecimiento y al statu quo, y atentando contra su propia rebeldía. Un sindicalista que pasa a ser ministro o viceministro del trabajo se vuelve automáticamente contraparte empleadora de los sindicatos de servidores públicos, y como tal le toca negociar los pliegos de solicitudes que se le presenten. Le toca ser gobierno, ser patrono. De ahí que el poder, quiérase o no, desnaturaliza. Marchar es un arte en el que la calle actúa.

Septiembre 28 de 2022, miércoles:

Grato encuentro con Jaime G. en Sahagún. Iba yo en la DT-125 para la oficina a atender una audiencia de conciliación cuando escuché gritar mi nombre. Frené, miré hacia atrás a ver quién era, Jaime caminando hacia mí con el brazo derecho en alto, nos saludamos, hablamos enseguida de libros, apago la moto, me llama la auxiliar de la oficina al celular para decirme que las partes de la audiencia ya llegaron, prendo la moto, me despido de Jaime, quedamos en que se irá conmigo en el carro para Montería después de almuerzo, debo viajar hoy por una diligencia de salud que tengo mañana, le sirve el chance, pues tiene que asistir a sus clases de Derecho en la UNICOR. Antes del mediodía me llama Jaime al celular para decirme que no va a viajar porque se enteró de que hay disturbios en la universidad. Me alegra la noticia de que todavía en la UNICOR haya disturbios, me habla mal del actual rector, varios actos de corrupción comprobados, me recomienda un libro de Adolfo Bioy Casares, El sueño de los héroes, me dice que es mejor que La invención de Morel, me pregunta cómo va mi literatura, le hablo de que mi pluma se ha ido secando, como que ya escribí todo lo que tenía que escribir, me dice que de sus vivencias se alimenta el escritor pero hay que escribir otras historias, ajenas a uno por completo, estoy de acuerdo, en eso ando, quedamos en vernos el viernes por la tarde en Montería, en la única librería del Buenavista. Horas después, llegando a Montería, me decepciona pasar por el frente de la universidad y encontrar todo en calma, qué bueno que la gente proteste, por lo que sea pero que proteste, sobre todo en una universidad en la que la verdadera academia se hacía por fuera de las aulas. Me gradué con honores haciendo grafitis en la U. Recuerdo uno literalmente grandioso. Sobre fondo blanco en letras negras: “Dios se cagó en la UNICOR”. Esta universidad sigue viviendo sin nosotros como si nada, como si nunca hubiéramos pasado significativamente por ella. Así es la vida. Las luchas y los liderazgos también se extinguen.

Septiembre 29 de 2022, jueves:

¿Se acuerdan de Martín del Castillo? Bueno, son en realidad dos: uno es el amigo de Andrés y otro el que me reemplazó en redes. Resulta que, tal como lo anticipé el 15 de julio en este diario, este par de homónimos ya se conocen y se volvieron amigos. Solo falta que me les una yo. Los vi tomando tinto y conversando esta mañana en una panadería del centro. Tienen muchas cosas en común. No me vieron. O mejor: me les escondí para que no me vieran. Este par de sujetos se las traen. Juntos son de cuidado. No me extrañaría que estuvieran confabulándose contra mí. Al Martín del Castillo usurpador lo tengo controlado (eso creo o creía), pero al amigo de Andrés lo he visto solo tres veces con la de hoy, consideré en nuestro encuentro casual del 15 de julio que podríamos llegar a ser amigos, pero su conciliábulo con el otro Martín del Castillo me preocupa. Aunque la haya pronosticado no deja de inquietarme esa amistad. Pienso en algo aterrador: qué tal que se me aparezca un tercer Martín del Castillo una tarde cualquiera por ahí…

8:25 p.m.:

Leo en Facebook, en el muro de Joaquín R., noticia sobre la Universidad de Córdoba. Sí hubo ayer asamblea en horas de la mañana y se formó un tropel por la presencia de un encapuchado que portaba un artefacto disociador a modo de amenaza. Su objetivo era acabar con la reunión de estudiantes y trabajadores, mas no lo consiguió, siendo detenido e identificado por los manifestantes. También en Facebook, en el muro de un partidario del rector, oigo las explicaciones que da este sobre lo sucedido. No es trabajador, sino un estudiante que se rebusca colaborando en la cafetería, y no era una granada lo que tenía en la mano. Niega rotundamente haber tenido que ver con ese acto que, en sus palabras, no tuvo nada de terrorista, insiste en que no era una granada, sino una bola o bomba aturdidora de las que usa el Escuadrón Móvil Antidisturbios, exige a los periodistas contrastar la información, se le nota ofuscado, nervioso, por más que se esconda tras una actitud de indignación y bravuconería. Algo oscuro (por no decir turbio) está ocurriendo en ese centro educativo; se protesta contra el rector, se habla de corrupción y dictadura, de manguala política y jurídica, se involucra a un partido político tradicional, nuevas luchas, nuevos liderazgos, la esperanza y la utopía no han muerto. Sin embargo, recibo la noticia a beneficio de inventario. El rector goza todavía de buena imagen en algunos medios periodísticos y en sectores de opinión, parece haberse desmarcado del partido político tradicional que lo apoyó al principio y es posible que su cercanía con el pacto que hoy gobierna el país se la quieran cobrar quienes aspiran a apoderarse otra vez de la universidad. En todo caso, el poder desgasta y no está bien perpetuarse en él. No creo tampoco que el movimiento estudiantil actual pueda reducirse a ser encasillados sus integrantes como enemigos políticos del rector. Sus razones tendrán. Cómo me gustaría estar ahí, en el meollo del conflicto, conociéndolo bien por dentro y liderando la lucha estudiantil con la firmeza, el tacto y la convicción que me caracterizaban. ¿Qué consigna se le estuviera ocurriendo a mi talante de grafitero? El rector y yo fuimos buenos amigos, incondicionales e inseparables, le sigo teniendo aprecio y creo que es recíproco, aunque nuestra amistad se haya detenido en el pasado y no nos veamos como antes, o más bien nunca. Eran otros tiempos, él estudiaba Ciencias Sociales y yo presidía el consejo estudiantil de dicho pregrado, nos unía, además, una militancia política ligada al izquierdismo, después nos tocó a ambos volar, vivimos un mes en Bogotá en una sede sindical ubicada en Teusaquillo, al poco rato él regresó, a mí me correspondió esperar diez años, así que nos distanciamos, me empezaron a llegar noticias de sus logros académicos, se rodeó bien, se apalancó con curas y políticos y fue haciendo méritos para estar donde hoy está. Me cuentan amigos en común, cercanos aún a él, que ha cambiado diametralmente, que de aquel muchacho humilde y sencillo queda muy poco. Alguien afirma que no es que haya cambiado, sino que siempre fue así. Hace unos años me lo encontré en el aeropuerto de la ciudad, viajaba yo a Bogotá a desempeñarme como negociador sindical de un pliego de solicitudes y él a sus asuntos rectorales, me saludó como siempre y creí reencontrarme con el mismo compañero de andanzas estudiantiles y políticas, con el amigo entrañable de hace veinticinco años. Hasta me atreví a criticarlo con franqueza y en confianza, mamándole gallo por haberse alineado al grupo político que tanto combatimos en la universidad. Me aseguró que no era cierto ese rumor, que lidiar con políticos era terrible y que en ese momento estaba más cerca de un partido verde. Hay cambios que son inevitables, que pueden llegar a considerarse positivos. No sé si sea su caso. No lo juzgo. Que lo juzguen la historia y, en especial, los estudiantes que hoy la escriben. Sería imperdonable que terminara siendo inferior a sus orígenes. Me alegra sí que haya progresado y que hoy sea una figura pública. Sospecho que cualquier día, como viejos camaradas, nos reuniremos a rememorar y a celebrar lo único que es capaz de sobrevivir a la distancia, al estropicio del tiempo y, sobre todo, a los abalorios del poder: la verdadera amistad.

Septiembre 30 de 2022, viernes, 3:54 p.m.:

Ejercicios con pesas para fortalecer los músculos de pecho, brazos y abdomen, y flexiones de pecho para complementar.  Más tarde, después del baño con agua tibia, a desempolvar la guitarra. Alas Leonardo me llamó ayer para que lo acompañe mañana al cumpleaños de un pájaro amigo. Con nuestro repertorio y sonido. Así que a repasar letras y acordes. Alas Paco y alas Leonardo estarán en acción mañana por la noche.

7:07 p.m.:

Noches sin oír a Josefina… La llamo croando a ver si me contesta, hago varios intentos y como no responde me asomo a ver si es que está llegando temprano y se acuesta a dormir detrás del cuadro de las mariposas negras. Nada. Hace falta su canto para alegrar la casa. ¿Estará de gira por las casas vecinas, conociendo mosquitos, avispas, moscas, escarabajos y hormigas de otros mundos? Ojalá no se le olvide que por acá se le extraña, que las noches sin ella van tristes y vacías. Como Sofía, la pobre gitanilla, flor marchita y desolada de Lavoe.

Octubre 1° de 2022, sábado, 7:42 a.m.:

¿Qué diantres hacía Atahualpa V. vendiendo entradas en un estadio de fútbol para ver un partido de la Tricolor? ¿Y por qué fui yo dos veces a hacer fila para comprar el mismo billete y volver a saludarlo, prometiéndole que después del partido nos iríamos a cervecear? Por lo que sé, ya tiene plata a raíz de sus éxitos como compositor romántico y comercial. ¿No será que en los sueños nadie finalmente triunfa? Si quieres que se te cumpla un sueño no lo sueñes. Estoy en el estadio, tribuna oriental, primer tiempo, y de sopetón me dan ganas de evacuar. Voy al baño, no hay privacidad entre un inodoro y otro, solo una lámina de separación como las que se instalan para orinar de pie, un tipo se echa una cagada fenomenal, el sitio apesta, la mierda es tanta que le toca bañarse, rebota en el suelo y salpica la pared, yo expulso un solo mojón decente que no alcanza a salir del todo, dejando la cola asomada, pienso que el papel higiénico es insuficiente para limpiarme y que me debería también bañar, pero dónde, si la única regadera está ocupada, sucia y a la vista de todos, el pudor puede más que el embrollo y la urgencia, por fortuna me levanto del inodoro y me veo, perfectamente aseado, no en la tribuna mirando el segundo tiempo, sino en la sala de un aeropuerto, esperando a que nos llamen para abordar un vuelo que me llevará no sé a qué parte. ¿Por dónde andará Sigmund Javier? Siempre que sueño con excrementos me paso el dedo cordial por el ano y me lo huelo, por si las moscas.

10:30 a.m.:

A propósito de giras, seis meses cumple este diario y de viajes uno solo hasta ahora. Le faltan otros seis meses para cerrar sus páginas, solo seis meses para viajar de verdad. De ello va a depender, después del 31 de marzo de 2023, cómo será el resto de esta vida.

12:05 p.m.:

Prohibido morirse en un sueño. Despertar siempre a tiempo. Si mueres soñando, es posible que no despiertes nunca más o que, al despertar, la muerte te esté esperando para confirmar aquello tan triste y tontorrón de que los sueños sí se cumplen. No perseguir sueños, no luchar por ellos, no volverse esclavo de la bonachona farsa.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará) 

Comentarios