DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (vigésima entrega)

Octubre 5 de 2022, miércoles, 2:35 p.m.:

Esperando cita de neurología. Parece que me cambiaron a la doctora. El doctor llega a las 3 p.m., afirma su secretaria. Aprovecho la espera para recordar la presentación musical de alas Paco y alas Leonardo el sábado primero de octubre por la noche, todo un éxito, aunque acabó en parranda hasta casi amanecer. Guayabo dominguero como hacía rato no lo experimentaba. Mucho whisky. No bebo whisky, no me gusta, pero tocó. Lo mío es la cerveza, poca y ocasional, solo la reglamentaria. El lunes 3 de octubre, temprano en la noche, reapareció Josefina. Su croar me trajo de nuevo felicidad y volvimos a conversar largo y tendido como antes. De veras la extrañaba. Y a propósito de extrañamientos, extrañísima situación la de ayer con una llamada telefónica de una compañera de trabajo que nunca me llama, con la que escasamente subsiste el saludo, estudiante ella de Derecho en la Universidad de Córdoba, pidiéndome que asistiera hoy a una asamblea de su facultad para apoyar al rector en la problemática por la que este atraviesa. No llamó a mi número sino al de la funcionaria que labora conmigo en Sahagún, quien me pasó su celular para que hablara con ella, la saludé, la escuché, le seguí la corriente, y ante mi incredulidad, luego de yo decirle que tenía como dos siglos de no relacionarme con el rector, precedió a explicarme que era una asamblea abierta, que cualquier persona podía asistir y que ese mensaje me lo enviaban desde el círculo cercano del rector, en particular de un amigo docente que trabaja en el programa de Derecho. Qué raro, me dije, que esto me suceda tres días después de haber publicado en el blog la decimonovena entrega del diario en la que me referí a la universidad, dile que me llame para saber a ciencia cierta de qué se trata y qué quieren de mí, le contesté a la mensajera, y pensé: qué tal yo inmiscuirme a estas alturas en un espacio donde no tengo ya incumbencia. Nada tengo que ir a buscar allá. Al rato volvió a llamar para pedir mi número de celular y por la tarde a preguntar si el amigo me había llamado, le respondí que no, minutos después otra llamada para informarme que mi amigo me mandaba a decir que yo sabía cómo eran ellos, que me dejara de formalidades. Esto me sorprendió aún más, quién sabe qué le estaría diciendo la mensajera sobre mí. La cosa me olió a manipulación. La mensajera es de las filas liberales y le interesa que no cancelen el semestre académico, que todo se normalice lo antes posible, capaz es de estarse inventando este asunto atribuyéndome un interés inexistente. Para quitármela de encima le dije que yo lo llamaría. Debí haberlo hecho para salir de dudas pero no lo hice. Por la noche fui a la tienda de la 35 con 11 a comprar lo de siempre, y al frente, en la terraza de su casa, estaba el amigo Juan M. sentado en el piso. Cuando me iba le pité a modo de saludo y al acordarme de su vínculo estudiantil con la UNICOR frené y di marcha atrás. Fui al grano: ¿vas a asistir a la asamblea de mañana? No le extrañó que supiera lo de la asamblea y me puso al tanto de una vez: me habló de la masiva marcha estudiantil por las principales calles de la ciudad, los estudiantes exigen la renuncia del rector, afirma que este la tiene maluca, al rojo vivo, asegura que el rector no está políticamente con el pacto histórico, sino con el gobernador y el partido liberal.  Nada que llega el doctor, 3:30 p.m., los pacientes empiezan a impacientarse, una señora se para de la silla a vociferar, a exigir respeto para con los usuarios, nos citaron a todos desde las 2 p.m., mi sospecha en torno a la maquinación de la mensajera va en ascenso, decido llamar a mi amigo por la noche o mañana por la mañana, es mejor aclarar las cosas, no quiero verme envuelto en embrollos que no son míos, 4:40 p.m., llega el doctor en taxi, tengo el turno cuarto, entro a la consulta cuarenta minutos después, lee mi historia clínica, me pregunta cómo estoy, le cuento que hasta ayer estaba mejor, que la ansiedad se me disparó por haber retornado al trabajo presencial de atención al público, un ligero vértigo distinto del inicial, el propio de la ansiedad creo, me hace la prueba corporal del vértigo, sale, según él, negativa, estás bastante mejor, se alegra al darme esta noticia, concuerda conmigo en suprimir la flunarizina de la medicación, sube de peso y atolondra, me regaló cinco kilos que ahora tengo que bajar, repite los otros dos medicamentos, sostiene que gracias a que hago ejercicio mi mejoría es notoria y que debo seguir haciéndolos, me pregunta qué ejercicios hago, le hablo de Verónica, del jogging, flexiones de pecho y algo de abdominales y pesas, cita de control en cuatro meses, al salir leo en la historia de la consulta el diagnóstico relacionado, infarto cerebral, prevención de trombosis, deduzco que dedujo de la lectura clínica un estado inicial delicado, preocupación, la doctora nunca me lo hizo ver así, en fin, cosas de médicos, me quedo con la parte positiva del dictamen.

Octubre 6 de 2022, jueves:

Llamo a mi amigo de la universidad. Conversación afectuosa y placentera, como en los viejos tiempos en el pregrado de Ciencias Sociales. Mis sospechas se confirman, la mensajera pescando en río revuelto, dizque generando opinión por iniciativa propia, no había ningún mensaje, solo ella y su maquiavelismo politiquero. No, la problemática es interna y no es tan grave como para pensar en escalarla más allá del campus, me explica el amigo. Entiendo, eso me imaginé, que era un ardid de ella, ustedes son duchos en esto, saben cómo manejar sus cosas, y, además, no necesitamos de intermediarios para solicitarnos favores, le precisé al amigo. Se mostró de acuerdo. Hablamos enseguida de otros temas, de cultura, de un amigo de él que escribe cuentos, se ganó un concurso nacional y se dedica también a la música, quiere que nos tomemos un tinto en alguna cafetería un día de estos para presentarnos, le cuento del programa EN DESCONCIERTO, le digo que tal vez su amigo pueda encajar en el proyecto como invitado, pues se mueve en lo literario y también en lo musical, solo escenificamos lo nuestro, lo propio, lo de cada uno. Así pues, me sirvió esa viveza de la falsa mensajera para restablecer comunicación con los amigos de la universidad. Reencuentro pendiente. Ojalá se nos dé.

Octubre 7 de 2022, viernes, 10 a.m., trabajando:

Diez días sin luz en la oficina, quemando tiempo para regresar a casa. No se puede hacer nada, salvo atender consultas laborales. Una que otra va llegando, la ansiedad se acelera, el calor es sofocante. Mañana los pájaros del reencuentro estarán reunidos para grabar el segundo programa de EN DESCONCIERTO en horas de la noche. Por la tarde se estará ensayando. Alas Adolfo será el anfitrión. Hay que ensayar y usar atril si no se dominan las letras, es preferible leer a errar, son un par de recomendaciones que les he hecho. No sé aún si pueda vestirme mañana de alas Paco para asistir al evento, ya que a las 8 a.m. tengo la capsulotomía posterior, cirugía láser, en mi ojo derecho. Dura cinco minutos pero es de alta precisión y supongo que requerirá un mínimo de cuidado. Amanecerá y veremos, ya sin borrosidad, un nuevo desconcierto.

6:34 p.m.:

Alas Armando me envía un mensaje por WhatsApp: Paco, ¿por dónde andas?, pásate por el Hotel La 40. A las 7:12 p.m. sube dos fotos al grupo “Pájaros del reencuentro”, está con alas Carlos y alas Fermín en dicho hotel, alas Fermín sube otra foto y a las 7:32 p.m. me llama al celular para decirme que me están esperando, que es un abreboca del desconcierto de mañana. Le cuento lo de la cirugía y que ya estoy en casa, recogido, los viernes poco salgo, soy sabatino. Me informa las canciones que seleccionó para su presentación el 20 de octubre en “Un río de libros”, lo acompañará alas Laurel en el piano y las cantará sin ritmo, solo arpegios. Le digo que me parece bien, pues es más un recital, dice que quizá le sume un saxofón y un cajón peruano, mucho mejor, agrego. Ando bajo de nota y sin muchas ganas de asistir al desconcierto. Así que alas Armando compró hotel y está por comprarse también una parcela, se está recuperando de la crisis económica, qué bueno, pronto lo conoceré. A alas Laurel tengo un rato largo de no verlo, me acompañaba en mis presentaciones de “Cantos y Versos del Destiempo”. Sé que siempre contaré con él.

Octubre 8 de 2022, sábado, 8:13 a.m.:

Esperando el llamado para entrar al procedimiento. Algo de nerviosismo, ¿cuándo dejaré de ser nervioso? Lo que realmente me afecta es la ansiedad de la espera. Gota para dilatar la pupila. Curioso el primer apellido de la doctora que me hará la cirugía láser: Corro. Y qué tal su primer nombre: Luz. La vida tiene sus sabias coincidencias. Pasadas las nueve por fin me llaman, gotas anestésicas, veinte disparos de láser, el máximo permitido, cita en ocho días para revisión o para repetir el procedimiento, lente muy grueso, la doctora no está conforme con la perforación realizada, si en ocho días tampoco queda satisfecha lo volverá a realizar en dos meses. Tres días de incapacidad y reposo absoluto, prednisolona, timolol, comunico el inconveniente a los pájaros del desconcierto, se muestran solidarios y deciden aplazar la grabación. Nada de computador, televisión y celular, como tampoco hacer ejercicios. No habrá publicación sabatina en el blog del fracaso.

Octubre 10 de 2022, lunes, 11:20 a.m.:

Último día de incapacidad. Mañana retomaré los ejercicios. Leyendo cuentos de Levrero, Hernández, Charles Baxter y Raymond Carver a ver si me familiarizo con el género y me sale algún cuento aceptable. Repasando y aprendiendo nuevos acordes en la guitarra (suspendidos, disminuidos, aumentados, séptimas mayores y menores, extensiones de séptimas dominantes, acordes de sexta, entre otros) para ampliar el registro armónico y, por ende, la construcción de melodías. En El Diario de un canalla, de Levrero, descubro un tono que me resulta similar, influido como tuve que haber quedado yo por El discurso vacío y, en especial, por Diario de la beca, prólogo de La novela luminosa, obras del mismo autor. Recuerdo en el epílogo de El discurso vacío aquel caer en la cuenta, al haber llegado a cierta edad, “de que aún estoy vivo, en el verdadero sentido de la palabra, y de que aún puedo llegar a situarme en mí mismo: todo es cuestión de encontrar cierto punto justo, mediante cierta voltereta espiritual (…) aprender a vivir otra vez, de otra manera”. En Felisberto, en lo poco que llevo de su lectura, tres afinidades increíbles. Como la de “El cocodrilo”, entrar a un café, sentarme a una mesa del fondo y pensar en mi vida, aislando las horas de felicidad y encerrándome en ellas. Como la de “Carta a los muertos”, esa advertencia contra la pretensión de querer hacer nuevos poemas convirtiéndome en el peor plagiario de mí mismo, arrojando una luz falsa sobre mi poesía anterior, desprestigiándola. O como la de “He decidido leer un cuento mío…”, donde confirmo mi convicción de que todo lo que escribo está hecho para ser leído únicamente por mí.

Octubre 11 de 2022, martes, 11:47 a.m.:

Anoche, en una ciudad que podría ser Valledupar, me encontré con Adrián Pablo y la bella Margarita D. en un velatorio festivo, con tarima en el medio de un jardín interior e inmenso y grupos musicales desfilando para amenizar el luctuoso festín, uno tras otro. Los buses llegaban y se iban. La casa, una mansión; la anfitriona, una dama de alcurnia; el muerto, ni idea. Viéndome conversar y cantar con Adrián Pablo, Margarita D. se reía y me mostraba sus pies descalzos acostada en una cama doble, quería verle las uñas pero solo le veía las plantas. Saliendo del cuarto, salones repletos de mesas dándose caché, todas sus sillas ocupadas por comensales, una docena de meseros servían el almuerzo y la ausente buscaba tres puestos vacíos donde EJ, ella y yo pudiéramos almorzar. Era un sector exclusivo de la ciudad,  de estrato alto, no parecía ser en Valledupar, sino en una megalópolis de otro país, sensación de estar bastante lejos, la anfitriona se expresaba con soltura y elegancia, iba de mesa en mesa agradeciéndoles a todos su presencia en el acto, el gentío era tal que las mesas dispuestas en el espacioso jardín estaban también ocupadas, de repente me sentí incómodo y me salí del sueño, me quedé sin probar el banquete, no volví a ver a Margarita D. en ningún lado, la estuve buscando mientras la ausente intentaba hallar sitio para comer. Poco antes de decidir despertar me encontré con la ausente, quien, sorprendida, me dijo: acabo de ver a Margarita D., ¡es negra! No puede ser, le objeto, la que yo conozco es trigueña, raro que no se haya subido a la tarima a gritarle sus nostalgias a la Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar. ¿Te quedas?, le pregunto a la ausente antes de abandonar el sueño. Sí, un rato más, en cuanto EJ quiera irse. Sigue dormida en su cama, me levanto de la hamaca y acerco mi cara a la suya como quien quiere ver qué estará pasando dentro de esa cabeza. Ni modo de entrar por sus ojos, pues los tiene cerrados, la boca está también sellada, me asomo por los orificios de su nariz y me llega un aroma de camarones en finas hierbas, debe estar al fin almorzando, en sus oídos oigo la música, está cantando Margarita D. a dúo con Adrián Pablo, una canción de este, Madera bendita, me quedo escuchándola, pegando mi oído al suyo, y la tarareo en silencio para no despertarla. Dos horas después la interrogo en el patio: ¿Qué tal la fiesta?, ¿quién era el muerto?

Octubre 12 de 2022, miércoles, 10:44 a.m.:

A veces me despierto tarde y la ausente no está en su cama. Desde la cocina me llega su olor a tinto recién hecho. No sabe ella, o de pronto sí, que mientras deambula por la casa o cuando duerme está viviendo otra vida en la turbiedad de mis sueños. ¿Estaré yo en los suyos? Parece que sí. Hoy me contó, por ejemplo, que anoche íbamos los dos en bicicleta por una carretera destapada hacia un evento, en el camino nos tropezamos con los familiares de su amiga Telva Leti, al lado de la carretera transitaba un río, paramos a saludar y después seguimos nuestra ruta, cuando llegamos el evento había concluido, todo estaba cerrado, al regresar vimos a lo lejos, en la terraza de una casa, a su entrañable amiga de adolescencia, pero al acercarnos su amiga se había esfumado, nos bajamos de las bicicletas, la puerta estaba abierta, entramos, una casa pequeña y confortable, adornada con buen gusto, al salir las madres de ambas conversaban en la carretera, no hablen ustedes con ella, nos dijo la madre de la ausente, la están difamando, aclaró, y en esas me cuenta la ausente que la gotera del techo que cae desde hace un mes sobre su cama la despertó. En efecto, anoche llovió mucho y el agua se extendió por el piso del cuarto. La ausente movió su cama y se volvió a dormir sin retornar a la búsqueda de su mejor amiga. Cuando desperté, su cama estaba sola y ladeada, y en el suelo cantidades de gotas de agua me hablaban de su ausencia. Yo espero que mi vida en sus sueños sea mejor que la mía.

1:23 p.m.:

De siete, cero. Un buen récord. Comparto este logro con el profeta Alonso. Siete versiones de una ribereña feria de la lectura para la cual culturalmente ni él ni yo existimos. Veo la programación y de nuevo se observan las amistades del programador como protagonistas en varios escenarios, esta vez mucho más visibles y cercanas (conozco el intríngulis de esas amistades), y su enamoramiento con dos o tres escritores con los cuales debe tener algún conciliábulo de provecho mutuo, en especial con uno al que le profesa patética adoración. Al menos aparece esta vez en el programa Joaquín R. con un recital de canciones titulado “Los relatos y las heridas del poeta cantor”. Algunos de los enroscados son amigos míos, por lo que me abstengo de proferir libelos, diatribas o tuits sobre el particular para no herir susceptibilidades ni tener que escudriñar en convenientes lambonerías, aunque la verdadera razón para no hacerlo es porque me propuse no meterme más en ese lío. Al fin y al cabo, soy el único que se atrevía a disparar, nadie más dice nada, todos se tragan en la ciudad la corta y mezquina visión cultural de quien monopoliza este asunto. Lo único que me ganaba era antipatía y malestar. Y por otra razón más contundente: porque soy consciente de que no he hecho méritos para ser invitado. Mis libros no se publican y los que se publican no se venden, mis canciones no se graban y si las grabo no se escuchan, y en cuanto a mis pergaminos académicos no sirven tampoco de mucho. Los títulos como que no me lucen, más bien me deslucen. Además, yo mismo opté por esconderme, por no mostrarme, por alejarme, por aislarme, por no existir. He expresado hasta el hartazgo mi renuencia a ser considerado. He sostenido que aborrezco esos espacios culturales en los que el ego reina. Así que no tengo nada que reclamar. Lo otro es que ya se pasó mi tiempo. Siete ausencias seguidas lo que demuestra claramente es que no tengo pasado, presente ni futuro artístico, y que soy, por encima de todo, un portentoso fracasado. En resumidas cuentas, figurar no es lo mío, esas cosas me intranquilizan, me espantan, me destruyen. Gracias, programador vitalicio, por ignorarme o por no darte nunca cuenta de mi fugaz paso por este mundo triste. Mientras tú estés al frente yo seguiré a salvo de la fama. Llegué a pensar en un veto o en algo parecido. Pero no. No es veto. Es inexistencia: prodigiosa y oscura realidad.

4:04 p.m.:

Reconocer igualmente, sin autocompasiones, la mediana calidad de lo que hago.

7:20 p.m.:

Pero pensar también en que no se requieren grandes ni altas calidades para pertenecer a las nóminas de los gestores culturales. Con compincharse basta.

Octubre 13 de 2022, jueves, 9:37 a.m.:

Reviso lo escrito ayer y parece que sin querer terminé escribiendo sobre el tema vedado. Mea culpa. Libros como ríos, un lío de mirlos, asunto literariamente inquietante. Pienso en eliminar lo escrito, pero, examinándolo bien, decido dejarlo, el tono es el adecuado, más autocrítica que crítica, más objetividad que subjetividad, menos victimización y suma tranquilidad de por medio, nada de la ponzoñosa venganza que despachaba en anteriores ocasiones. En el fondo de aquella crítica se ufanaba una superioridad igual de detestable, cuando no se compadecía una flagelación falsamente menesterosa. En ambas manifestaciones se movían en todo caso el humor y la maldad. La cosa ahora funciona de manera distinta. Debe ser esta edad intermedia en la que uno va mezclando indiferencia con despreocupación y el satisfacer es inherente a la soledad.

Octubre 14 de 2022, viernes:

Doce turpiales hay en la pared, cuatro paneles, de a tres por panel, mural pintado por Ceba en uno de sus viajes de regreso a nuestra casa paterna. Desde el sur de Francia. Más de diez años sin venir. Cuando nos despedimos aquella vez en el aeropuerto sabía que eso iba a suceder. Al dolor de esa partida, o más bien al dolor por la larga ausencia que sobrevendría, le compuse dos o tres días después una canción que me ayudó a mitigar la tristeza profunda y sin lágrimas que me acompañó ese día desde Los Garzones hasta Sahagún. “Despedidas” es el título de esa canción. Delante de la pared hay una mesa circular, encima de la mesa una jaula, dentro de la jaula un turpial viejo y ciego. Trece turpiales presos, uno por barrotes, los otros por la magia del color. Ninguno canta. El pintor no ha vuelto. Todos acumulan un silencio cabal que rompe el alma.

Octubre 15 de 2022, sábado, 8:02 a.m.:

Dos días (jueves y viernes) escribiendo el octavo poema del nuevo libro. “Ritual Pre-61”. Al igual que con “Noticias”, hay varios rituales que han ido quedando dispersos en mis libros. Desde hace rato vengo escribiéndolos y creo que bien podrían conformar entre todos un libro aparte. Lo voy a pensar. ¿Cuántos rituales más escribiré? Cada edad trae los suyos: un antes, un durante, un después.

9:37 a.m.:

Cita de oftalmología. Otra mujer. Revisa la capsulotomía realizada el 8 de octubre por la doctora Luz y concluye que quedó bien hecha, nada por repetir. Cita de optometría y un colirio lubricante para ambos ojos. En menos de cinco minutos salí a ver de nuevo el sol.

1 p.m.:

En casa, ensayando para la grabación de EN DESCONCIERTO, segundo programa, en el nido de alas Adolfo. Hora de encuentro para ensayar en grupo: 5 p.m. Grabación a partir de las 7 p.m. Suena el timbre. Visita de alas Fermín con alas Sebas, su pichón talentoso, vienen por Teresa Grob, la guitarra eléctrica que así bauticé en homenaje al primer amor de Schubert. Quiso casarse con ella y las leyes de la época se lo impidieron. Los acompaña la madrina de alas Sebas, agradable y divertida, viajó desde Estados Unidos a visitar a su ahijado, toma fotos con su celular, se interesa en el cuadro de las mariposas negras y en el mural de los turpiales, le hablo de Josefina, se ríe, y qué tal que sea rano y no rana, me dice. Lo había pensado antes de bautizarla o bautizarlo, pero decidí que fuera literariamente mujer o hembra en homenaje a mi entrañable amiga Josefina, enfermera franca, tajante y cariñosa, a quien no veo desde hace un millón de años. Se llamará también Josefino, concluyo. A todas estas, ¿por qué no preguntarle el nombre mejor a él o a ella? Lo haré cuando vuelva a croar en su dormitorio del cuadro, pues lleva trece días sin reaparecer.

Octubre 16 de 2022, domingo, 11:43 p.m.:

Dos sábados sin publicar en el blog. El 8 de octubre por incapacidad médica y ayer (anoche) por estar grabando el segundo EN DESCONCIERTO. Muchas cosas mejoraron, estuvieron los ausentes del primer programa, se pudo ensayar, logística de sonido impecable, aunque falta otra cabina activa de mayor potencia, una Beta Three, alas Leonardo está que se la compra, alas Fermín estrenó un bolero picarón y malicioso, leyó también poemas y se lució en su presentación, quería seguir pero hubo que obligarlo a parar a fin de que no perdiera otra vez la voz, su versión de Joaquín R. estará presentándose el 20 de octubre en “Un Río de Libros”. Trasnocho, llegada a casa cerca de las 2 a.m., varios tragos de Grand Old Parr, una Poker Pura Malta, cuatro o cinco Club C. Roja, levantada a las 10:30 a.m., cero resacas, alguito de vértigo. ¡Juicio!, ¡juicio!, me pido increpándome, no vuelvas a lo de antes; ¡no lo haré!, ¡no lo haré!, me lo prometo. Promesas de bohemio.

6 p.m.:

Los misterios de la música. Ayer por la tarde, ensayando para el programa, me surgió, a partir de un acorde de La Mayor, la melodía inicial de una canción, paseándola enseguida por su círculo armónico. La grabé en el celular y hoy, después de almuerzo, busqué la guitarra y me la llevé para la hamaca. En menos de una hora quedó lista la melodía y dos horas después su letra. Su título estuvo claro desde un principio: “En desconcierto”. Otra más, en lista de espera para ser grabada. La cantaré en el tercer programa a ver si los pájaros se encaprichan con ella y la adoptan como himno.

Octubre 17 de 2022, lunes festivo, 9:03 a.m.:

En el entresueño, mientras no abra los ojos, lo soñado se recuerda, así que me dedico a memorizarlo antes de que, al abrirlos, se me olvide. Me impongo no abrirlos porque sé que al abrirlos la vida inmediata recobrará su espacio. Lo que no logre recordar será literaturizado. Anoche nos fuimos a vivir la ausente y yo a un apartamento arrendado en la ciudadela Niquía donde una vez vivimos. Voy con un equipo de sonido portátil al baño del fondo, la voz de Ernesto Guevara de la Serna sale por su parlante, me encuentro con dos sujetos haciendo algunas reparaciones, ahora es Carlos Puebla cantándole al Che, “Hasta siempre, Comandante”, entra un asiático a la escena, saluda, le sube todo el volumen a la cabina, por la ventana se mete el reclamo de una mujer pidiendo que le bajen, increíble, cómo molestan en estas unidades residenciales, ni siquiera es de noche, se le baja al sonido, el apartamento resulta siendo más grande de lo que esperábamos, es acogedor y está amoblado, tiene en la parte de atrás otras habitaciones, las exploro, regreso al baño por el portátil y descubro que los sujetos ya se fueron y el asiático duerme debajo de una cama en la pieza contigua. Lo despierto, le pregunto qué hace ahí, me explica que lleva meses de okupa en el apartamento. Camino hacia la sala donde está la ausente para contarle que tenemos a un asiático en casa, ella está con su amiga Ismary D., que vino a visitarla y a conocer el piso, la estoy poniendo al tanto cuando advierto que hay otro asiático con nosotros escuchando, le pido me excuse por lo que estoy diciendo de su paisano, denigrando del intruso, exigiéndole que se fuera, pues lo que hacía era ilegal, contraargumentaba que no lo era, que se trataba de un movimiento social, el derecho a ocupar viviendas deshabitadas, tuvimos una fuerte discusión, tocan a la puerta, la abro e ingresan más asiáticos, una abuela, un abuelo, una madre, un padre, tres hijos, una nieta, dos hermanos, invasión de asiáticos, pasaron por la sala sin saludar y se fueron distribuyendo, muy campantes, en sus habitaciones. Y ahora, ¿qué hacemos?, le pregunto a la ausente, ¿nos vamos o nos integramos a la nueva familia? La ausente se queda muda unos minutos. Una nueva familia, otra oportunidad, quizá nos vaya mejor, me responde ilusionada, su amiga sonríe, está de acuerdo, y yo decido abrir los ojos para irme a desayunar con los asiáticos.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará)

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