DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (décima octava entrega)

9:11 p.m.:

Poetas que tienen un ego tan grande que si no les dicen doctor(a) se ofenden y te escupen. ¡Majaderos! La poesía no tiene títulos, ni especializaciones, ni maestrías y mucho menos doctorados. La poesía no se estudia: se “sufre”. Su puta verdad está en la calle y en el caos. Un tuit para justificar la sabatina euforia.

Decidido. Un año de duración tendrá este diario. Empezó el 31 de marzo de 2022 y se acabará el 31 de marzo de 2023. Supongo que la mayor parte de lo que vendrá después será repetición. Además, nunca pisaré la fama y, por tanto, ningún interés habrá en leer estos garabatos existenciales, mucho menos si llegaran a ser voluminosos. Preferible es entonces no extenderlo, pensando también en no encartar a mis herederos con un mamotreto como el que resultaría en caso de proseguir tercamente su escritura. Así que ese día quedará plena y virtualmente publicado. Se trata, al fin y al cabo, de un libro más, con inicio y final, compendio de lo que podría llegar a ser el resto de una vida. De la mía, al menos. Imposible escribirlo hasta la postrera aurora e imposible divulgarlo así en físico, aparte de ser ingenuo el solo hecho de pensarlo posible. Un año es suficiente, puesto que otros proyectos reclaman su tiempo, un nuevo poemario que ya empezó, por ejemplo, aún sin título y sin claro derrotero, cuatro poemas escritos, en apariencia sueltos o libres, aunque sé que poco a poco se irá destilando su entramado.

Agosto 28 de 2022, domingo:

Incomodidad de ser gobierno. El arte no debería oficializarse nunca. Irreverencia, rebeldía y contradicción son algunas de sus armas. Poetas que se suicidaron cuando la revolución triunfó, como si la poesía y la revolución fueran incompatibles. Me temo que lo son, a menos que la segunda no intervenga en las belicosidades de la primera, que no la llame al orden, que no le exija ajustarse al nuevo mundo. ¿Qué puede hacer el arte cuando una aspiración política en la que se cree llega al poder? Algunos temas perderán vigencia, pero lo importante es que el arte deberá seguir siendo indócil, no servil a los poderes imperantes. Sus conflictos son inextinguibles y sus temas esenciales y universales independiente de la sociedad en la que se viva. El desarrollo, el progreso, la paz total, todo eso es válido en términos socioeconómicos, no poéticos. La poesía está anclada a la libertad y ningún sistema político puede restringir su vuelo. Lo humano es contradictorio e inabarcable.

Agosto 30 de 2022, martes:

Surgimiento de un doble más. Estoy el sábado en el automóvil esperando a la ausente —que está comprando lo de Marx en un minimercado—, cuando veo venir a un vendedor callejero de rosquitas. Se acerca, me ve, me reconoce y me saluda con júbilo, le respondo igual, creo saber quién es, lo veía bastante en las tiendas donde, antes de la pandemia Covid-19, me mantenía bebiendo unas cuantas cervezas los viernes o sábados, cuando no en las calles que, al igual que él, yo caminaba. Conversamos un rato, le pregunto por sus hijos, me cuenta que están bien, siguen vendiendo rosquitas y diabolines como él, entonces me pregunta si no he vuelto a la Villa y ahí es donde me pierdo, me debe estar confundiendo con alguien, yo nunca voy a la Villa, mis rutinas deportivas las hago en otros lados, lo que me lleva a sospechar que no es tampoco él la persona que yo creo, o sí pero se acuerda más de mi doble que de mí. Para tratar de ubicarlo y de paso ubicarme le hablo de las tiendas y de las calles, le cuento que pronto estaré de regreso, que nos estaremos viendo de nuevo por ahí. Ahora es él quien parece perderse, me sigue la corriente, es probable que esté pensando que lo confundo con otro vendedor de rosquitas, un doble suyo. Así que tengo otro doble que, como yo, ejercita su cuerpo y es amigo de los vendedores de rosquitas de la ciudad. Increíble, debe ser un buen tipo, puesto que la alegría del vendedor al volverlo a ver fue sincera y espontánea. Encuentros, encuentros que las calles regalan para recordarnos lo felices que en realidad somos.

El sábado 27 de agosto escribí, en efecto, dos poemas para un nuevo libro que apenas empieza. Ambos sobre el arribo ya inequívoco de las primeras manifestaciones de la vejez. DECLIVE y DESCUBRIRSE son sus títulos. Pero no quiero que este poemario verse sobre temas grises u oscuros, ni que el ocaso sea su tono. Quiero más bien un libro de vespertina en el que, sin caer tampoco en la esperanza feliz de lo contrario, la vida se muestre en todo caso rotunda y resistente. La vejez prende sus avisos: cierta lentitud creciente, cansancio, pérdida de energía, libido en decadencia, hasta las ganas de beber se han ido yendo. Ojalá jamás las de escribir. Nada que invite a aprovechar las virtudes del presente. Más bien el humor mostrando la seriedad de las carencias. La vida continúa, y con ella su complejo disfrute.

Agosto 31 de 2022, miércoles:

¿Cambiarías algo de lo vivido en caso de…? Pregunta necia e inútil, pero con respuesta que podría resultar interesante. Sí, muchas cosas. Torcer el rumbo depende de nosotros, debí haberlo cambiado infinidad de veces. Sin embargo, ser muy consciente de que en muchas de esas oportunidades el camino era uno solo, recto e implacable, no había forma de desviarse. Tal vez haberlo hecho hubiera sido también el cumplimiento de un destino, o, en resumidas cuentas, todo debió pasar como pasó para estar yo hoy aquí, en este diario, escribiendo las particularidades del resto de una vida. Una mejor pregunta podría ser: ¿sería mi vida la misma en caso de haber tomado algunas decisiones que alteraran su curso? Creo que sí, así estuviera realizando un oficio diferente, con mejor salario, a gusto y exitoso. Lo inalterable va por dentro, si bien reconozco que lo externo puede influir poderosamente en nuestro ánimo y quizás una vida menos agitada y estresante hubiera podido librarme de factores que desencadenaron mis problemas psiquiátricos y neurológicos. Nunca lo sabré. Si son biológicos, químicos o genéticos, aparecerían de todos modos. Pero sí, me hubiera gustado cambiar algunas cosas, vivir una vida más plena y satisfecha, más agradable, haciendo lo que me gusta, evitando pasarme treinta años en dos trabajos engorrosos, hubiera viajado a conocer el mundo. Faltaría saber si el poeta y el escritor que a ratos soy hubieran sobrevivido en condiciones menos adversas o incluso felices.

Septiembre 1 de 2022, jueves:

Tuitear más, escribir menos. Tal parece ser la consigna de estos tiempos cortos y veloces. Posicionar un nombre como sea y luego escribir cuanta bobada o sandez se nos ocurra, con un máximo de 280 caracteres. Así que a practicar el arte de la brevedad. Tiene ello su gracia sin lugar a dudas. Toda una labor de precisión y pulimento. Se recomienda ser provocador. Nada de lectores: seguidores, un montón de incautos que, atrapados, reaccionan en estampida a celebrar cada trino, inteligente o no, expulsado con el lenguaje más proclive a causar escozor o escándalo. Mientras más tonto o vulgar mayor audiencia, y así el escritor va desapareciendo de la mano que se deja absorber por lo deleble.

Septiembre 2 de 2022, viernes:

Pensamientos atroces que tengo que desterrar sacudiendo la cabeza. Cómo se me ocurre pensar, por ejemplo, en la muerte de la ausente, imaginándome mi vida sin ella. Pensar o desear… toco madera y alejo semejante desatino. Todos moriremos, pero de ahí a planteárselo a cada rato y con cierto rasgo positivo o conveniente es toda una aberración. La mente es una máquina de poder, y sus efectos pueden llegar a ser constructivos o destructivos. Toca frenarla, suavizar sus pasos, silenciar su imperio.

Septiembre 3 de 2022, sábado:

A destiempo. Seis décadas después me llegó ayer el título oficial de Máster Universitario en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana, maestría cursada en una universidad española. Recuerdo por allá en 1979, terminando bachillerato, que el test me arrojó como primera opción vocacional de estudio “Español y Literatura”. Pero la vida me pondría primero a dar mil vueltas, y fue así como pasé por el Derecho, las Ciencias Sociales y la Ciencia Política antes de abordar académicamente hace apenas dos años los estudios literarios. Escrito como estaba a lo mejor en mi destino, después de poco más de cuarenta años de estar ejerciendo la literatura al margen de títulos, se me dio por estudiarla curricularmente hablando, y he ahí, en ese cartón que recibí ayer, el resultado. Lo veo y no lo creo, un esfuerzo descomunal, días enteros leyendo, estudiando y escribiendo, con ganas de tirar la toalla varias veces. Mis pobres ojos sufrieron las consecuencias y hasta me tocó lidiar con un fuerte vértigo que casi me obliga a desistir de los exámenes finales. Pero bueno, aquí estamos, vivitos y, como diría el amigo Jorge B., pantallando. ¿Qué sigue ahora? Con ganas de doctorado, pero tocará ganarse alguna beca. Ah, y a buscar trabajo como profesor, ¿por qué no? Locuras para desenseñar es lo que tengo.

8 p.m.:

EN DESCONCIERTO. Se da, por fin, el primer evento de pájaros. Alas Fermín, por estar afónico, no asiste. El anfitrión, alas Leonardo, se sobra en atenciones. Alas Armando se presenta con cantante y corista para que le interpreten su canción Con el alma en tus manos. Un pájaro más en escena: alas Fidel con guacharaca. Un pichón de este ejecuta la caja. Alas Carlos está al frente del programa (se graba también para su canal de YouTube “Conozcamos Lo Nuestro Colombia”), se encarga con su camarógrafo del escenario y las luces. Alas Paco (ya saben de quién hablo) se dedica a instalar y probar el sonido. Un amplificador de guitarra emite un zumbido inaceptable, a la segunda guitarra no le sirve el micrófono, toca grabar con una sola guitarra y un solo amplificador, micrófonos para dos voces ajustados, todo listo y, sin haber ensayado nada, ACCIÓN, arranca el desconcierto. Vino y cerveza aportan lo suyo. La improvisación cumple su papel. Luego de hora y media de estar intercalando poemas con canciones, alas Carlos cierra el programa y media hora después llega otro pájaro ausente, alas Márquez, quien trae su cuatro o guitarrillo, no alcanzó a estar en la grabación pero su presencia enciende la juerga, estará, al igual que alas Fermín, en el siguiente, ambos son imprescindibles en el proyecto. A eso de la medianoche se apaga el sonido y cada pájaro vuela en pos de su nidal. Hasta el próximo reencuentro de plumas replegadas.

Septiembre 5 de 2022, lunes, 10:20 a.m.:

Cita de psiquiatría. Peso y presión dentro de lo normal, llevo un solo libro conmigo, Escombros, de Fernando Vallejo, no lo saco de la mochila, no lo pongo sobre el escritorio, mi psiquiatra luce tranquila, de buen genio, para qué incomodarla, puedo adivinar la alegría en su voz, se abre a escuchar mi petición de un concepto o recomendación que me permita sustentar una reubicación funcional o laboral que me saque de la agobiante atención al usuario, repite la medicación y ordena cita con psicología para iniciar el estudio pertinente, acorde con la vigilancia psicosocial de la entidad para la que laboro. Al final, de nuevo su invitación a vivir la vida lo más espiritualmente posible, consiento en ello, le agradezco y me despido sin haber sentido la química de la cita anterior. Tal vez nuestra historia de amor necesita más destiempo.

Septiembre 7 de 2022, miércoles:

Es increíble no conocer el planeta siendo este tan pequeño en relación con el universo o universos existentes. Un cura me lo advirtió cuando a los veintiún años se me dio por casarme. Intentó persuadirme con información práctica que juzgo hoy de suma utilidad. Debí haberle hecho caso, pero bueno, lo que me ocurría en aquel tiempo aportaba razones igual de convincentes e incluso insuperables. Uno de los argumentos del sacerdote tenía que ver con la idea de viajar, salir del país a especializarme o a trabajar, en procura de un mejor futuro. Estando solo por supuesto que sería más fácil y económico hacerlo. Pero el mundo no estaba tan conectado como hoy día y viajar no estaba entre mis planes. Admiré siempre a mi hermano Ceba por haberse atrevido a ir en condiciones bien difíciles. Lo mío era terminar el pregrado de Derecho como fuera y retornar a mi lugar de origen para nunca más partir. El matrimonio duró lo que podía durar y tuvo un fruto: mi hijo mayor. Solo conviví con él su primer año de vida y, si bien es algo que me genera algún remordimiento, sé que no hubiera podido ser de otra manera. Hay realidades que pesan demasiado. ¿Irresponsable? Pues sí, total, aunque debamos asimismo reconocer que la vida está llena de situaciones límite que nos superan. Sigo creyendo que los seres humanos de otros países son distintos y que el mundo más allá de mi país es también diferente, casi fantástico. Tonterías de mi ignorancia planetaria. El hombre es hombre donde quiera que guinde el toldo y los espacios que habita, unos más desarrollados que otros, obedecen más o menos a las mismas reglas y necesidades. Rutinas y desasosiegos hay en todos lados, si bien aprendí a convenir con mi amigo Apolinar P., quien afirma que el hombre es de donde le va bien y que se puede vivir mejor en otros sitios. El dinero ha sido siempre un obstáculo y lo de viajar al exterior se me fue convirtiendo en imposible. Escribí todo un poemario sobre ese tema: Un imposible viaje. Lo de mi viaje a Lima empieza a mostrar la misma realidad: falta de recursos. Me acompañan ya las ganas y el atrevimiento, me emociona el vértigo de la aventura, pero la edad y sus achaques, y la ausencia de moneda actúan en contrario. Tiempo de viajar, ¡qué diablos!

Septiembre 8 de 2022, jueves, 11 a.m.:

Cita con la especialista en retina. Es esta una profesional de gran condición humana. Pago la cuota moderadora y me echan las gotas de rigor en ambos ojos a fin de dilatar pupilas. Toca esperar, nunca son puntuales en este servicio. Tanta es la dilación que la doctora debe repetir las gotas durante la consulta. El ojo operado ha ido perdiendo claridad, veo borroso, y en el otro el desprendimiento del humor vítreo está en proceso. Leer y escribir son dos actividades que quisiera poder seguir realizando por el resto de mi vida. Como siempre, muy amable la doctora, me pregunta por mis actividades deportivas y culturales, le cuento que continúo con ellas, le hablo de este diario, de Verónica, del vértigo, de que se me ha dificultado recuperar la confianza y la velocidad del trote, pregunta por mis ojos, le explico lo de la borrosidad en el ojo intervenido, los examina, encuentra en efecto el problema,  ordena una capsulotomía (limpieza con láser del lente intraocular) y, luego de esta, deberé realizarme una optometría, me regala una solución espumosa para la limpieza de párpados y pestañas (para la blefaritis), confirma que el desprendimiento del humor vítreo del ojo izquierdo finalizó de manera natural y sin lesión, no hubo sangrado, aunque dejó como secuela una mosca o residuo de nata que quedó flotando, se muestra muy contenta con la evolución de la vitrectomía, me ofrece su puño derecho a modo de despedida, lo choco sonriendo con el mío. Del consultorio de esta doctora sale uno con esperanzas renovadas. Qué energía, qué modales tan refinadamente humanos. ¡El juramento hipocrático en todo su esplendor!

3:06 p.m.:

La escritura agota sus posibilidades, los temas se han ido consumiendo, la repetición acecha, las ideas empiezan a escasear, la motivación disminuye su fuerza, cada vez se me dificulta más permanecer sentado frente al computador, la blanca pantalla del monitor aturde mis ojos, opto por escribir en el Word del celular, este diario es en gran medida resultado de ello, qué más puedo cantar, qué versos aún no escritos, qué historias narrar que de veras me apasionen y pueda relacionarlas con mi horizonte de vida, intento escribir de nuevo en el computador, cambio el color de página, tal vez con letras blancas y no negras mis ojos se acomoden mejor, sobre un fondo negro, azul o rojo puede ser, lucha diaria esta por persistir en la escritura, saberla indispensable para vivir, sequedad de la pluma, preocupación, escribir consiste en escribir, es lo que hago ahora dejando que todo fluya por sí mismo, es lo que hago cuando me siento atascado, apagado o taciturno. No obstante, la capsulotomía con láser deberá corregir el empañamiento del ojo y podré volver por más tiempo al computador, mejorando, además, las condiciones de lectura. Una puerta se cierra, otra se abre, tres kilos por bajar, ganas de seguir adelante, mucho todavía por escribir, ¡sí, mucho!, aunque no sepa en este momento sobre qué. Salgo a trotar.

7:30 p.m.:

Reunión virtual de pájaros para evaluar el evento del 3 de septiembre y programar el que sigue. Autocrítica. Puntos a favor y puntos en contra. Conclusiones: se debe contar con un libreto flexible, mejorar la logística de sonido (conseguir otro amplificador de guitarra y otra guitarra con micrófono incorporado) y, sobre todo, ensayar, pues los primeros programas saldrán en diferido y podrán ser editados, pero los siguientes irán en directo. Próximo evento: sábado 8 de octubre de 2022. Lugar: nido de un hermano de alas Armando. Buena motivación entre los miembros de “Pájaros del reencuentro”. Lucen, sin duda, reactivados. Hay EN DESCONCIERTO para rato. El evento inaugural se encuentra en trabajo de edición y pronto verá la luz. Bien por estos pájaros que se decidieron por fin a trinar en bandada.

Septiembre 9 de 2022, viernes, 3:59 p.m.:

Antes mis viernes eran días especiales. A esta hora estaba llegando a Montería, proveniente de Sahagún, y como a las 6 me ubicaba en una de las tiendas de la 35 o 36 a cervecear y a escribir prosas, poemas o letras de canciones. De cuando en cuando pausaba la escritura para escuchar mis cantos en los audífonos conectados al celular. Escribiendo o escuchando mi música lograba aislarme de la música del establecimiento, en la que poco o nada reparaba. Mientras menos gente mucho mejor, menos interrupciones. Amistades viejas o nuevas solían sacarme de mi concentración y me tocaba entonces pagar, cambiar de tienda, dependiendo de qué tan fructífero era el momento escritural. Luego la medianoche, caminar hasta la 41, comer algo y llegar por fin a casa. Escribía prosas para romper la felicidad pero la felicidad se rehusaba a dejarme desamparado. Días felices, ¡qué más da! Hoy, en cambio, mis viernes son de absoluto recogimiento. Otra forma de ser especiales, quizá más. Solo los sábados he vuelto a desordenarme un poco, en lugares que antes no frecuentaba. Ya es hora de volver a la tienda de la 35 con 9, a mi otra oficina como le decíamos, donde yo era, con otros asiduos, parte vital de su inventario. Hoy, dividida en tienda y cantina, esta última con luces multicolores, parece recuperar el encanto de sus mejores tiempos. Habrá que comprobarlo. Mañana lo sabré.

Septiembre 10 de 2022, sábado, 8:30 a.m.:

EJ hospitalizado, la ausente conversa con el médico de turno, entre ocho y diez años tiene EJ, parece ser un dengue, la ausente, agradecida con el médico por su diligente atención, le dice que está para servirle, “eso no se mete”, le contesta el médico y se va a atender a otro paciente, la ausente se queda asombrada ante la insinuación del médico, un número de chance, el 4440, háganlo, voy en Verónica, abrazando un almohadón, por la carretera que conduce a Planeta Rica, día siguiente, vuelve el médico, EJ está mejor, coqueteo recíproco entre el médico y la ausente, se ríen, hablan de dos videos en los que ambos aparecen, me acerco a vigilarlos, el médico no me determina, disimula y se va sin darle el alta a EJ, sospecho que quiere dejarlo más días internado para tener más tiempo con la ausente y aprovechar algún descuido mío, la ausente se juega cada vez más con el médico, las risas y la confiancita van en ascenso, eso está que se mete, despierto, la ausente en su cama, todo vuelve a la normalidad, EJ está bien, trabajando en Barranquilla, tiene veintinueve años y yo acordándome de que hoy es sábado, día de salir a caminar y beberme después algunas frías en la cantina de la 35, donde Carlos P. es nuevamente el dueño y parte de la vieja clientela, exceptuando a los muertos, ha regresado a su terraza. Una cerveza bien conversada, cita que tarde o temprano deberé cumplir.

7 p.m.:

35 con 9, ¡por fin! Me vine caminando desde el norte, treinta y tres calles de distancia, por toda la Avenida Circunvalar. Entro, saludo a Carlos P. y a su mujer, le pregunto por su hermano Rafa, me siento y pido una Club C. dorada, espacio ampliado, dos meseras uniformadas, focos multicolores, azules, verdes, amarillos, ninguno rojo, tomo algunas fotos con la cámara del celular, las subo al grupo de WhatsApp “Pájaros del reencuentro” para dar la buena nueva de mi retorno a la bohemia callejera, dos, tres, cuatro cervezas y empiezo a escribir un texto-poema con el título de “35 con 9”, hora y media después lo termino, lo reviso, me parece que está bien, aunque debo volver a revisarlo al día siguiente, propio esto del método de escribir “en libación solitaria”, lo copio y pego en el grupo advirtiendo que no es todavía su versión definitiva, alas Fermín me pide permiso para llevárselo a su Facebook, la octava cerveza irresponsablemente lo consiente, durante su escritura fueron llegando rostros conocidos, el de don Cristian, a quien creí reconocer entrando al baño y al salir, en efecto, era él, me reconoció debajo de la gorra de color ocre y detrás del tapabocas que yo llevaba puestos (todavía uso tapabocas), un gusto volver a verlo, le pregunté por el doctor Ramiro, me respondió que estaba bien, que hacía poco se habían visto ahí, minutos después llegó Juan M., estudiante de Derecho en la Universidad de Córdoba, es vecino del sitio, estaba bebiendo en su casa y fue a comprar una tanda de cervezas, me vio y se me acercó, abrazo efusivo, me dio razón de nuestro mutuo amigo Jaime G., de los problemas de este con algunos profesores, se ha ido quedando rezagado en materias, él se lo alcanzó y lo sobrepasó, Jaime G. es demasiado intransigente, me aseguró, inquirió por mi maestría en literatura, le conté lo del título, ¡magíster!, exclamó,  lo celebramos con otro abrazo, quiso saber qué estaba escribiendo en el Word del celular cuando él llegó, le hablé del texto-poema sobre mi regreso dos años y medio después a la tienda, hoy convertida en cantina, le leí lo que llevaba escrito, nos reímos, ahora te incluyo a ti y en verdad lo incluí, llegó Juan, escribí, me acordé de Sara, la venezolana que trabajó en la tienda y con la que nos hicimos amigos, hoy de nuevo en su país, me acordé de los muertos, de esa clientela ya definitivamente ausente, de esos que no sobrevivieron a la apestosa 19, todo ello fue ocupando espacio en el poema, así que alas Fermín se lo lleva para sus redes, lo sube también a su Instagram, lo releo, me gusta, noche más que justificada, veo otra vez el video que publiqué por la tarde en el blog, en Facebook y en YouTube, en el que alas Paco canta mi paseo Por los cantos del ayer, con alas Márquez en el cuatro o guitarrillo y alas Leonardo en guitarra acompañante y voces, voy al baño a orinar y en el baño me mete tema un sujeto que estaba en idéntica diligencia, en un urinario múltiple que se presta para conversar mientras los chorros compiten golpeando el piso, me pregunta mi nombre, se lo digo, me habla entonces del negocio de  la Mimí Burgos, le cuento que mi papá lo frecuentaba, una vez se le quedó un reloj en ese sitio y mi mamá por poco lo mata, mi madre lloró durante días por esa diablura de mi padre, el reloj fue devuelto a su dueño días después y para qué fue eso, peor la cosa, el individuo parece que me conoce desde antes de pandemia, yo la verdad no lo identifico, hablamos de otros clientes de un tiempo que me parece ya lejano, coincidimos en algunos nombres, nueve o diez cervezas debo llevar ya, estoy arribando al límite de las reglamentarias, hora de irse, pago, me paro y salgo a la terraza del establecimiento, ¡poeta!, así me llaman desde una mesa un par de personajes que me suenan conocidos, me acerco, los saludo, son partidarios del actual gobierno, todavía festejan el triunfo electoral del histórico pacto, recuerdo que la tienda fue centro de operaciones del progresismo, en esas llega un vendedor callejero de rosquitas, no a vender sino a saludarme, lo reconozco de inmediato, este sí es mi amigo, le cuento el episodio de su doble, no, no era yo, me dice, se alegra de verme, yo también de verlo, siento que el mundo vuelve a tener sentido, le compro un par de bolsitas, cuestan igual, mil pesos cada una pero con menos contenido, me despido, nos vemos pronto, promesa que en ocho días no sé si cumpliré, las calles y las tiendas son esenciales en mi vida, solo que el cansancio del tiempo ha empezado a limitarme, camino hacia la 41 por un taxi como en los viejos tiempos y el oxígeno del buen vivir siento que se acomoda en mis pulmones.

Septiembre 16 de 2022, viernes, 12:24 p.m.:

Fin de Escombros. Fernando Vallejo en toda su magnitud, repitiéndose hasta la saciedad. Él mismo lo advierte en su libro: “No sé si ya lo conté, pero si sí lo repito porque necesito contar las cosas dos o tres o cuatro o cinco veces para darles la más absoluta seguridad a mis lectores de que cuanto cuento es la verdad y solo la verdad, la verdad exacta, no inventos descabellados de novelistas enmarihuanados”. Sigo con La vida me vive amargando la vida, de David Betancourt, escritor también medellinense, en cuyo primer cuento, “Mi primera lectura en público”, se alude tácitamente a su conterráneo con cierta picardía crítica: “Yo me alegré por ellos porque se habían salvado de escuchardormir una perorata sobre lo nefasto de perpetuar la especie humana; lo muerta de la dicha que vivía la gente que no había nacido, viviendo en la paz de la nada; el animal como prójimo, la inexistencia de Dios y la retahíla de insultos contra Colombia, el presidente, el papa y los humanos, incluidos nosotros, como si nos conociera y le constara”. Lo retomo en la segunda historia, “La noche que fui don Carmelo”. Sigo viviendo entre paisas, sigue Medellín dándome tema.

Septiembre 17 de 2022, sábado, 8:41 a.m.:

Todo listo para realizar un buen video de mi canción Entre la muerte y la vida. De veras que se lo merece. Creo que es mi testamento musical. Se filmará en Montería, en sus calles y tiendas, nada de lo obviamente turístico (río, planchones y esas cosas). Un video a todo dar, con todos los fierros, con dron incluido, que dé cuenta de este mirar y remirar sexagenario tan mío, tan distante, tan perplejo.

10 a.m.:

Cita de psicología. Otra mujer en mi vida, conversación larga y agradable, se interesa en el libro que pongo sobre su escritorio, La vida me vive amargando la vida, le llama la atención el título, se ríe, le hablo un poco del autor y le recomiendo otro libro de este,  La conjura de los vicios, lo que me lleva a recomendarle también La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, los anota en su libreta, y al final, después de responder a su interrogante sobre episodios traumáticos contándole toda una triste y alegre historia de ires y venires en su mayoría ya escrita en prosa o en verso (esto último lo agrego para descrestar y despistar a la psicóloga), me arroja una multitud de recomendaciones entre las cuales se destaca una no esperada: cero alcohol. Merde, qué maldad, qué obsesión con esto de acabar con mis reglamentarias de los sábados. No se puede, le respondo en el acto, están recetadas y son, además, un método de escritura. ¿Cómo así?, me pregunta muy seria y algo molesta. Como lo oye, mi doctora, tengo una fórmula psiquiátrica al respecto (es verbal pero la tengo) y soy seguidor de Julio Ramón Ribeyro. No sabe quién es Ribeyro, lo que aprovecho para desarmarla aún más. Bueno, nos vemos en ocho días para la primera terapia, me dice, gracias, le digo, y salgo a la calle 24 pensando en que poco a poco se irá llenando mi expediente médico con miras a obtener la reubicación funcional que necesito en mi trabajo. Hoy es día de amor y amistad, es lo que han informado las redes sociales desde temprano, y en mi caso será noche de plácida taberna, en la que pueda escribir el sexto poema de mi nuevo libro.

12:17 p.m.:

Más allá de los temas de Fernando Vallejo que relaciona David Betancourt como clisé, me siguen gustando de Vallejo sus disquisiciones filosóficas, metafísicas, ontológicas, físicas y teológicas con humor y desfachatez de paisa culebrero, pero sobre todo cierta ternura poética al evocar sucesos del pasado o al explayarse en ultimidades. El final de Escombros pudo haber sido mejor, a la altura del de Los días azules. La edad y la memoria pesan. La historia se queda a medio camino para darle rienda suelta a la retahíla o perorata que menciona su paisano. A lo mejor todos escribimos una y otra vez el mismo libro, contamos la misma historia por más que nos alejemos de nosotros. El yo nos persigue, nos alienta, nos desboca, la irreverencia y la burla devienen incontenibles y un tono suave de infinita tristeza sigue salvando la gran literatura.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará)

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