DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (décima séptima entrega)

9:15 p.m.:

Puteo a esta hora en Twitter: Que la glamurosa Feria de la Lectura “Un Río de Libros” no sea otra vez este año un río de roscas literarias y amiguismos. Escuchemos a las voces culturales atípicas y alternativas. No más oficialismo cultural farandulero. ¡Que la oscuridad de los márgenes ilumine la fiesta! Sobran de nuevo los comentarios.

Agosto 7 de 2022, domingo, 00:01 a.m.:

Haber vivido una vida oscura, siempre oscura. No haber vivido tampoco nunca a tiempo.

Agosto 8 de 2022, lunes, 10:28 a.m.:

Ayer, en la posesión presidencial, un hecho bochornoso y un hecho impactante. El primero el de la espada de Bolívar, me hizo acordar del famoso florero de Llorente que sirvió de excusa para, ante la negativa de ser prestado, potenciar el 20 de julio de 1810 lo que se conoció como el Grito de Independencia de la Nueva Granada. Doscientos doce años después, frente a la decisión del presidente saliente de no prestar para el acto la espada del Libertador, el nuevo presidente, ya posesionado, dio la orden de que se la trajeran antes de pronunciar su discurso, para lo cual el presidente del Congreso dispuso un receso de diez largos minutos durante los cuales vientos de aquella Patria Boba soplaron en el mismo cielo que presenció el altercado del florero. Hasta que llegó la espada y esta se robó el show. Superado el escollo patriótico, la única revuelta se produjo en la cabeza del presidente entrante, brisas molestosas que mecían a cada rato los mechones de pelo que le quedan. El hecho impactante estuvo protagonizado por la hija de un ultimado exguerrillero, encargada de ponerle la banda presidencial al nuevo gobernante. Su padre fue asesinado en 1990 siendo candidato presidencial, le dispararon en un avión, en pleno vuelo, cuarenta y nueve días después de haberse desmovilizado. Fidelidad y coherencia con respecto a sus orígenes. Imposible separar la vida política del nuevo presidente del grupo guerrillero al cual perteneció, y de ahí que el episodio de la espada sea de alto significado para ellos. Hurtada por el Movimiento 19 de abril (M-19) en 1974, retornó diecisiete años después a la Quinta de Bolívar en Bogotá, a diez meses de haberse firmado el Acuerdo de Paz entre dicho grupo insurgente y el gobierno de turno. Todo esto es, pues, historia de Colombia, como ya lo es también que la primera orden presidencial del nuevo mandatario fue que la espada reapareciera ayer en la Plaza de Bolívar. Acto simbólico, sin duda, pero el otro tuvo mucho más valor, pues estaba dirigido a una persona y no a un objeto. Todo indicaba que Carlos Pizarro sería presidente de Colombia en 1990, y de algún modo así lo posesionó la historia el día de ayer. Tremendo. Más que simbólico. Y nadie mejor que su propia hija para hacerlo. Bien pensado. Y radicalmente ejecutado. El carisma de Pizarro era desbordante, ¡palabra que sí!

5:47 p.m.:

El Estado Social de Derecho en Colombia está diseñado para no dejarse modificar tan fácilmente. Así que un presidente si quiere tener gobernabilidad no tiene más remedio que garantizarse las mayorías en el Congreso. Estas, por supuesto, requerirán algo a cambio. Y ahí es cuando empiezan a quebrarse las ideologías o las buenas intenciones. La pragmática política obliga a negociar, puesto que muchas de las ideas del cambio deben pasar por el poder legislativo. Los gobiernos del cambio se sienten entonces con las manos atadas si no cuentan con maniobrabilidad a su favor, por lo que los regímenes que se proponen modelos económicos sustancialmente distintos tienen que apelar a aquello de las dictaduras transitorias. El problema surge cuando las tales dictaduras se vuelven permanentes. La sola palabra causa escozor, y la historia se ha encargado de suministrar con creces ejemplos catastróficos. Así que si no puedes reformar la Constitución Política o no quieres hacerlo porque lo que afirmas es querer cumplirla a cabalidad, el cambio solo podrá ser, cuando mucho, un cambio a medias. Nada fácil gobernar en sistemas democráticos. Baruch Spinoza le aportó a la reflexión sobre el mejor Estado posible, considerando la democracia como el mejor de los regímenes políticos por tener como pilares adicionales la igualdad y la libertad. Spinoza sostiene que la democracia no es el régimen más virtuoso moralmente hablando, pero sí políticamente, toda vez que es, en términos pragmáticos, el más eficaz, por estar más acorde con la naturaleza humana. El meollo de esta discusión radica en que si las democracias no son capaces de garantizar paz, seguridad, igualdad y libertad sea por ineptitud de sus gobernantes, por corrupción o por deficiencias intrínsecas, o bien, como lo advierte Spinoza, porque los humanos se movilicen más por las pasiones que por la razón, habrá que plantearse soluciones que prescindan de ellas. O, ¿cómo conciliar lo uno con lo otro, lo bueno de la democracia con la justicia de un modelo realmente equitativo? La gran Utopía sigue palpitando en el destino de los hombres.

Agosto 9 de 2022, martes, 12:11 p.m.:

Releo lo anterior y me reafirmo en que la verdadera esencia filosófica y política del apellido Burgos está en quienes optamos por la faceta cultural. Lo otro son simplemente elecciones, puestos y contratos. El ser de la política versus el deber ser de la política. Una diferencia de grandes implicaciones revolucionarias. El prestigio de los Burgos está más en el campo artístico que en el político, y ha sido desde el arte que la política se ha sintonizado en ellos con las grandes ideas. Ética, humanismo, solidaridad. Mi padre fue uno de los poetas que supieron escribir en la historia de su apellido el predominio de lo cultural, siendo incluso mucho más políticos que quienes se dedicaron a vivir de la política. Mi padre renunció a vivir de la política, no a la política, y en algunos de sus poemas quedaron claros vestigios de su lucha por la justicia social como él la entendía y la deseaba. Mi hermano Berba canta y toca guitarra, tiene un canal de YouTube muy visitado; mi hermano Ceba es pintor, poeta, escritor, actor, dramaturgo, compositor e intérprete de varios instrumentos, y yo, pues ya saben a qué cosas extrañas e ineficaces me dedico. Así que el Burgos que me tocó en suerte tiene una historia mucho más importante en lo cultural que en lo político, entendiendo por esto último lo meramente electoral. Los grandes políticos de la familia son sus escritores.

8:45 p.m.:

Una trompeta, un bombo y un redoblante se pasaron toda la tarde rebuscándose frente a los edificios del barrio. Escuchar un martes al mediodía a un remedo de banda intentando ganarse unos pesos entristece sobremanera. Deberían estar almorzando con sus familias. Durante la pandemia (en sus cuarentenas y restricciones) fue habitual, por obvia razón, verlos en esas, y la respuesta solidaria de algunos propietarios o inquilinos de apartamentos no se hizo esperar. Pero verlos de nuevo ahora, menguados, aguantando sol, esforzándose con sus instrumentos y voces frente a una realidad distinta y que volvió a ser indiferente, duele mucho más. Los músicos se merecen mejor suerte, trabajar no deshonra, pero es agobiador que tengan que ofrecer su arte a cambio de nada o de muy poco. Los artistas no deberían mendigar para vivir, pero en sociedades desiguales e insensibles es el pan nuestro de cada día. Pedirles que se respeten es faltarles al respeto, entender más bien que en esto del modus vivendi el rebusque resulta imperativo. ¡Qué vida esta, repleta de historias que ensombrecen!

Agosto 10 de 2022, miércoles, 12:03 p.m.:

Pensando en enviar mi libro Versos lesos e ilesos a un concurso de poesía y mi libro Santo remedio a uno de cuentos. Iluso que no deja de ser uno. Hace rato decidí no concursar nunca más por premios literarios, el último intento lo hice con mi libro Llorar contigo, ignorado olímpicamente por los jurados. La verdadera razón por la que dejé de hacerlo no es por las componendas y tráficos de influencias que se mueven en estos concursos, sino por la subjetividad inevitable que hay en ellos, y porque la buena calidad de muchos participantes dificulta (o imposibilita) aún más la toma de decisiones. Ser consciente de ello hace que pondere lo mío según sus justas proporciones. Tal vez su papel no es brillar, solo constatar, testificar. Sin embargo, esta vez me seduce una idea perentoria: el fracaso debe ser alimentado. Perder más, acumular derrotas. No por masoquismo, sino por instinto de conservación.

6:35 p.m.:

Tres citas médicas se me avecinan: neurología, psiquiatría y retinología. Tres bellas doctoras, tanto física como espiritualmente, de buen trato, atentas, muy humanas. A la especialista en retina le debo la salvación de mi ojo derecho luego de la vitrectomía practicada. He perdido nitidez y es preciso revisarlo, es probable que el lente intraocular esté sucio o empañado, o se requiera pasar por optometría. Ahí vamos, encontrando cada día motivos para seguir viviendo, pese a todo.

Agosto 13 de 2022, sábado:

Viaje fallido a Tolú. No hay donde hospedarse, todos los hoteles abarrotados y nos toca regresar al punto de partida. Al pasar por Lorica me acuerdo de una visita pendiente y decido girar a la izquierda, en dirección a Purísima. En su cementerio están los restos de un amigo asesinado. Contacto a Leonardo M., quien, casualmente, se encontraba en Lorica en vueltas médicas y estaba de regreso a Purísima, su pueblo natal, por la misma ruta. Pésimo estado de la vía, nueve kilómetros interminables, Leonardo M. me informa que viene en su carro detrás de nosotros (esas coincidencias tan coincidentes e inexplicables, como se refiere a ellas Rosa Montero en su libro El peligro de estar cuerda, a propósito de la teoría sobre las casualidades del biólogo austriaco Paul Kammerer), nos alcanza, lo dejamos pasar para que nos guíe hacia el cementerio. Llegamos, deja su auto en un lavadero, se sube al nuestro y en el camposanto buscamos la tumba del amigo Alfonso Alejandro Naar Hernández. No la encontramos, Leonardo M. nos invita a su casa, estando en esta localiza a un vecino suyo, primo hermano de Alfonso, volvemos con el primo al cementerio, tumba aún esquiva, hasta que al fin aparece en un segundo piso del bloque familiar. Había sido trasladado y hoy sus huesos están en un mismo espacio con los de su madre. Cita cumplida, homenaje silencioso, agradecemos, nos despedimos, regresamos a casa, y por la noche, estando en una licorera, escribo esta breve nota que procedo a publicar de inmediato en mis redes. Tal cual, la copio aquí: “Hoy, por fin, visité tu tumba. Día fallido, primero en Tolú, luego en Coveñas, no había hospedaje, y regresando a Montería pasar por Lorica y acordarme de ti, de la cita pendiente. Cementerio de Purísima, busco el lugar que debe contener todavía, veintiún años después, tus restos, viejo Chacho. Nada. Pero no sería un día fallido para ti, para lo nuestro. Y con el amigo Leonardo, guía inmejorable y vecino de tu tía Rosalba, en cuya casa tú vivías y una vez te visité, localizamos a un primo hermano tuyo y luego de conversar con él un rato e intercambiar anécdotas volvimos al cementerio para cumplirte lo prometido, amigo mío, Alfonso Alejandro Naar Hernández. No repito tu historia porque está 'contada' en uno de los relatos de mi libro Santo remedio. Tanto fue el amor que sembraste en tu colegio de Arauquita que tus asesinos no podrán borrar jamás el nombre que le fue puesto a raíz de tu muerte: el tuyo. Mucho me alegra saber que tu labor de gran educador es recordada de semejante manera, en tierras que te eran lejanas. Ver que tus huesos reposan hoy al lado de los de tu madre me llenó de sentimientos encontrados, alegrías, tristezas, pero sobre todo de una extraña tranquilidad derivada de imaginarte viéndome en esas, profundamente conmovido, al frente de tu tumba. Lo pensé con firmeza y me di cuenta de que te estabas riendo. No hay cita que no se cumpla. Adiós, amigo mío, ahora sí, adiós”.

Agosto 14 de 2022, domingo, 11:59 a.m.:

Sensación de tristeza. Me ocurre siempre que rompo la rutina. En especial, si hay mar de por medio. Volver a casa, sensación de vacío, de estar demasiado solos en el mundo. Y, sin embargo, saber que sin esa cotidianidad solitaria no sería capaz de recuperar el equilibrio. Necesidad de persistir en la búsqueda de motivos para reactivar la vida, si no la felicidad, sí la tranquila forma de enfrentarla. Hoy, por ejemplo, sacudirme la nostalgia y salir de casa, ir a una cafetería a tomarme un tinto, a leer, a escribir estas frases que me permiten también salir a flote. Anteayer terminé de leer el ensayo de Frédéric Lenoir titulado El milagro Spinoza y me sigue sonando en la cabeza aquello de una sabiduría como meditación sobre la vida y no sobre la muerte, no dejarse llevar por afectos, emociones y sentimientos, sino conocer sus causas, comprenderlos, reorientarlos y actuar con deseo y racionalmente sobre ellos. Un camino cuyo hilo conductor es la alegría y que debe conducirnos a la beatitud suprema. Un camino de amor, intuición y libertad hacia una vida sana, buena y feliz. Suena bien la cosa, poderosamente atractiva. La Ética de Baruch Spinoza, examinada por Lenoir, no deja de tener cierto saborcito a autoayuda, pero es, sin duda, toda una filosofía del vivir, toda una combinación metafísica entre Divinidad y Naturaleza. Al igual que Lenoir, dudo de que todo se pueda reducir al aspecto racional. La vida no es tan fácil, y tratándose del arte sí que se complica. El mismo Baruch lo advierte cuando habla, al final de su Ética, de que “todo lo que es precioso es tan difícil como raro”. Así que intento hoy no dejarme afectar por cosas, ideas o seres, no depender de la suerte, controlar el volante de mi destino, actuar sobre las causas de mi tristeza y esta tarde o noche ir a cine, así sea a ver una de esas películas comerciales que escasamente me interesan. Toca ayudarse. Hasta en el hecho más aislado e insignificante puede haber un brote de salvación. Saber que Baruch murió a los cuarenta y cuatro años y desde los veinticinco sufría de tuberculosis. Y, según cuentan, pese a su enfermedad y a haber sido tan cruelmente perseguido por sus ideas, vivió sereno y feliz hasta el final.

Agosto 15 de 2022, lunes festivo, 9:46 a.m.:

Sueño múltiple anoche. Carro nuevo, estoy con la ausente en Medellín, al día siguiente viajaremos de regreso, ando en una capacitación con Fernando A. y otros compañeros de trabajo, va Fernando A. manejando el vehículo, techo replegado, voy yo en el sillón de atrás, de pie, buscamos infructuosamente la ruta de salida de la ciudad para conocerla bien y no tener problemas en el retorno, nos perdemos, ni salida ni entrada, infracción de tránsito, Fernando A. se vuela un pare, nos paran, seguimos como si nada, una moto nos persigue, nos detiene, la policía de tránsito es Genoveva, me reconoce, la conocí hace tiempo en otro sueño, me perdonó en aquella ocasión una infracción por conducir algo chispo, la saludo, nos reímos, recordamos ambos el episodio, nos dice que podemos seguir, que todo perfecto, le digo que me he portado bien, que nunca más he vuelto a manejar bebido, nos vamos, ahora soy yo el que conduzco el vehículo, seguimos perdidos sin saber cómo regresar al centro, intento llamar a la ausente y entonces resulta que la ausente no está conmigo, que me ha abandonado y está en casa de su madre, lo curioso es que me entero de que su hermano, El Bribón Dos, intercede por mí aconsejándole que vuelva, no logro hablar con la ausente o no quiere hablar conmigo, es de decisiones radicales, parece que se fue por tenerla yo demasiado controlada, es posible, a veces se confunde la preocupación con la protección, no es vigilancia sino deseo genuino de mantenerla a salvo de bribones, sufre por eso y lo único que pretendo es ayudarla, pero es comprensible que quiera ver a su madre enferma de Alzheimer con mayor frecuencia, por fin me contesta y todo vuelve a la normalidad, despierto y la busco en su cama para comprobarlo, ahí está, aún duerme, respiro con tranquilidad, el sueño es un aviso, debo corregir algunas cosas, entenderla más, verla siempre tan libre como la conocí, me quedo otra vez dormido y reaparezco viendo un partido de fútbol desde el balcón del apartamento donde vivo, la vista es excelente, como si estuviera en el estadio, juega el Junior de Barranquilla, gana el partido y se forma una trifulca, los jugadores del equipo derrotado les tiran piedras a los rivales, entro corriendo al apartamento para evitar que alguna de ellas se desvíe hacia mí y entonces estoy en Cartagena, en una parranda con Joaquín R., nos censuran nuestro estilo sabanero, sobre todo el sinuano de Pablo José Flórez Camargo revelado en mi acompañamiento con armónica, llega el poeta y escritor John Better Armella a la fiesta, mejor conocido como John Templanza Better (Better Man), y se roba el show, los vallenateros  bolivarenses pasan a segundo plano, nos  esfumamos de la fiesta y, sin resaca alguna, me levanto a afrontar este lunes festivo con el primero de los dos tintos que me bebo por día.

12:15 p.m.:

No fui ayer a cine, la única peli que medio llamaba mi atención tenía su última función muy tarde, a las 9:35 p.m., y su proyección duraba ciento treinta minutos. Decidimos permanecer en casa y ver una miniserie de nueve episodios. Comiendo diabolines purisimeros terminé manejando a gusto el sinsabor de mi destino.

Agosto 16 de 2022, martes, 9:16 a.m.:

Breve discusión el sábado 13 de agosto en Santiago de Tolú. La carrera 1, paralela al mar, permitía el tránsito de vehículos en ambos sentidos. Descubro al llegar a ella que un largo tramo es hoy solo peatonal y para bicis que operan como taxis. Me regreso y tomo la carrera segunda hacia el hotel al que me dirijo. Se acaba la segunda y doblo hacia la primera, que vuelve a estar habilitada precisamente en la esquina donde queda el parqueadero del hotel. Supuse que de ahí en adelante volvía a ser de doble vía y me parqueo en sentido contrario a la espera de que la ausente averigüe si hay cupo para hospedarse en el hotel. En esas viene un carro desde la segunda y qué ira la de su conductor vociferando y manoteando a sus anchas al encontrarme así parqueado, llega en ese momento la ausente, se sube al auto, no hay cupo en el hotel, le hago señas al iracundo para que avance, tiene espacio suficiente para hacerlo, en vista de que no lo hace me le acerco, bajo la ventanilla, lo saludo, él responde presentándose con cortesía al notar mi trato respetuoso, así sí, le digo, podemos hablar como personas civilizadas, sin rabias ni insultos, argumenta que es conductor profesional desde hace un montón de años, me da su nombre, no sé para qué, su nombre no me dice nada, ni famoso que fuera, y afirma que se hubiera podido accidentar de no haber sido por su experiencia en las artes del manejo, le explico que no hay señalizaciones de ningún tipo, que no es para tanto, que mi ubicación era claramente visible y que por ahí podía transitar sin ningún problema, replica que el asunto es de lógica, mental, de conocimiento universal, lo contradigo manifestándole que si fuera de lógica esta indicaría todo lo opuesto, que es de doble circulación, ya que así era antes de volverse peatonal, además porque no hay otra forma de devolverse, empiezan a pitar los carros que están detrás del suyo, se ve obligado a acabar la conversa y se despide prometiendo continuar la discusión más tarde, listo, con gusto, estaré atento, le respondo, sabrá Dios dónde y con quién, decidí marcharme lo antes posible de Tolú, acostumbro dejarme guiar por los indicios y deduje que no era un buen día para estar ahí, qué tal este señor, ni que viviera en el pueblo más organizado del mundo y las calles estuvieran en perfecto estado y bien señalizadas, se nota que cada quien circula como quiere, que no hay normas de tránsito definidas ni controles de ningún tipo, supongo que este energúmeno vivirá de pelea en pelea todo el santo día con conductores de cuanto medio de transporte se le atraviese, una ciudad turística debería estar, con mayor razón, bien señalizada y sus habitantes abiertos a tratar bien al turista y a orientarlo si es preciso, sobre todo si la falta de información vial es lo predominante. Sirva en todo caso esta vivencia toludeña para enseñar cómo a una agresión desmedida se le puede contestar con decencia y argumentos, el violento queda desarmado y su estupidez en evidencia. En definitiva, esto de emplear la razón y no la fuerza tiene una utilidad filosófica innegable. Tú tienes en tus manos el poder de definir el rumbo.

Agosto 17 de 2022, miércoles, 9:34 a.m.:

¿Escribir sana? No lo sé con exactitud. Lo que sí sé, porque me consta, es que a escribir le debo cierta tranquila escapatoria, en ello diluyo cualquier cosa que me esté molestando o inquietando. Al escribirla se evapora, la olvido y deja de intranquilizarme. Cuando tengo algo pendiente que considero debe ser escrito, mientras no lo haga ahí permanece incomodando. No tienen que ser hechos excepcionales. Pongo un ejemplo tonto. Hace unos días estaba en un centro comercial y saliendo del parqueadero detuve el carro para darle paso a un señor que se dirigía caminando hacia el aparcamiento de motos. El sujeto increpó con las manos e hizo caso omiso de mi educada oferta vial. Así que proseguí la marcha y el incidente empezó a dar vueltas en mi cabeza. Como quien dice, no me insultes, no estoy viejo ni inservible, eso pensé que él pensó. Ignora que es un comportamiento de cultura ciudadana que asumo con cualquier persona. Decidí no darle importancia, pero siguió rondando. Hasta hoy que lo escribo y lo fulmino con señor a bordo. Corolario: no más ofertas viales, adiós ciudadanía.

Agosto 19 de 2022, viernes, 10:12 a.m.:

Qué arrogancia la de algunos. Si son o dicen ser poetas mucho peor. Asistí anoche a una lectura virtual de poemas cuyo enlace me lo había enviado por la tarde el poeta Fernando Denis a mi número de WhatsApp. “Palabra Solar”, así se llamaba el recital, y cuando el moderador se dispuso a presentar a la primera invitada (una poeta mexicana), le antepuso el “doña” a su nombre y para qué fue eso, la poeta lo interrumpió de inmediato, se descompuso indignada y soltó un “no, no, no, no me trate de doña, yo soy doctora, una mujer de academia”. El moderador propuso llamarla únicamente por su nombre, sin el doctora, sorteando con secreta ironía la incómoda situación. La poeta no tuvo más remedio que aceptar ser simplificada. Pero antes de que esta poeta mexicana nos echara en verso sus altas calidades me salí de la reunión. Fanfarrona. Estúpida. Semejante explosión de ego ante lo que no era más que una expresión de cortesía.

Agosto 21 de 2022, domingo, 2:46 p.m.:

Soy un recordador de muertos. Este es uno de mis oficios más queridos. Anoche lo hice una vez más, publicando en el blog, en Facebook, Instagram, Twitter y YouTube mi canción Hijo, por Dios, dedicada a mis extintos padres, con una breve nota explicativa. Les he escrito y cantado a ambos por separado y este homenaje conjunto podría significar mi última aproximación a su recuerdo. Mi padre cumplirá en octubre treinta y seis años de haber muerto y mi madre cumplió trece en agosto. Un recordador de muertos, eso soy en lo literario, en lo musical y en lo poético, y en la vida cotidiana ni que decir tiene. Constantemente me estoy acordando de mis muertos y se hace más larga la ausencia que la presencia, un antes que parece no haber durado mucho y un después que se percibe como agobiante eternidad. Perduran más los vacíos, la lista crece y el recordador, mientras la mente y la memoria le funcionen, no sucumbirá en su afán de neutralizar olvidos. ¿Quién recordará al recordador? Recordadores del futuro, herederos de un oficio inextinguible.

Agosto 22 de 2022, lunes, 1:19 p.m.:

Quizá sí sea exitoso y no lo sepa. Por una sencilla razón: no acostumbro a hacer presencia en los sitios culturales y de ahí que no me entere de nada de lo que tenga que ver conmigo: ni bueno, ni malo ni regular. Pero me late que sí se habla de mí a mis espaldas, que algo de fama tengo. Empero, ¿de qué nos sirve el éxito?, ¿en qué hace diferente nuestra vida si al final el fracaso de morir a todos nos alcanza? Éxito, fama o gloria no son más que satisfacciones momentáneas que no logran opacar la crudeza y el anonimato de la vida cotidiana. Es más, esta golpea con más fuerza a los exitosos que a los fracasados, puesto que los primeros necesitan más del reconocimiento que los segundos para poder vivir. Los fracasados ya saben a qué atenerse. Por eso no estoy muy de acuerdo con Rosa Montero cuando ve en esto del fracaso una calamidad atroz y destructora. No todo fracasista es frustrado o partidario del negativismo, como tampoco es tan cierto que se escribe y se publica en función del gusto de los lectores, de su aceptación y comprensión. No creo que un escritor deba procurarse lectores para no delirar como loco, ni que el aprecio y el halago sean sus objetivos salvadores. Más bien creo lo contrario: aquel que los busca lo que realmente anhela es triunfar, construirse un nombre, creyendo que con ello se salva del fracaso cuando lo que obtiene es hacerse cada vez más dependiente del aplauso efímero (todo aplauso lo es, por más fama que la persona tenga). Esto sí que es enloquecerse, y muchas de esas felicidades sí que apestan. El verdadero éxito está es en, pese al fracaso, saber sobrevivir a través de pequeñas y modestas verdades solitarias, ahí donde tristeza y alegría todos los días se mezclan sin grandes ambiciones. Válvulas de escape, sí, que el solo hecho de escribir, aun sin lectores, nos proporciona a cada uno para intentar descifrar su mundo. Necesidad de encontrar o de tener lo que Sylvia Plath, citada por Montero, definía como “ritual para sobrevivir de un día para otro hasta que empiece a crecer por encima de esta muerte”. Así las cosas, el antónimo del fracaso no es el éxito, ni viceversa. La pareja antinómica del fracaso es la vitalidad, y con ella irremediablemente se confunde.

5:48 p m.:

Últimamente han sido tantas las pesadillas y tan persistente el despertar de ellas gritando que ninguno de los tres despertadores me ha servido. Ni el hojalata, ni el espantapájaros ni el salvavidas. He dependido de la ausente, de sus técnicas en pies o en brazos, para salir del lío, y empiezo a pensar por primera vez en cierto temor-terror a la hora de dormir. No tiene mucho sentido penetrar voluntariamente en espacios tenebrosos. Esto de dormir y soñar es un albur, una lotería en la que uno se puede ganar con facilidad la peor parte; de ahí que antes de dormir intente llenar la cabeza de ideas positivas. Con películas de entretenimiento o libros provechosos. Y ni así. Son escasos los sueños apacibles. La vigilia también muestra sus terrores. Pero estamos menos desarmados frente a ellos.

7 p.m.:

Otro de mis dobles: aquel con el que una vez me confundieron dos policías en el barrio. Recién había entrado en vigor la drástica ley contra los conductores ebrios y las pruebas de alcoholemia estaban en apogeo. Aún no tenía plena conciencia de lo que ello significaba, acostumbrado, como estábamos muchos, a conducir moto o carro con traguitos encima y sin ningún problema de tránsito o policivo. Era esto hasta culturalmente jocoso, viendo irse a uno que otro borrachito culebreando la pea en su moto o bicicleta. Los malos bebedores, con sus irresponsabilidades extremas, se tiraron la gracia. En todo caso, mientras entraba de lleno en la órbita de la nueva ley le había mermado al número de frías (cuando más, las diez reglamentarias) y a la hora de regreso a casa (máximo hasta las once de la noche). Esto ocurría únicamente los viernes, que volvía de Sahagún después de toda una semana de labores y llegar a la tienda de la 35 con 9 era una cita ineludible. Sin embargo, aquella noche me había pasado de cervezas y de hora, y a eso de las 3:30 a.m. opté por entrar al barrio a través de las vías menos transitadas. Craso error, dos policías en moto prendieron luces y me cayeron de frente, cerrándome el paso. Se bajaron, saludaron, preguntaron hacia dónde nos dirigíamos, a la casa, les respondí, estábamos ya cerca, a pocas cuadras, ah, tú eres el del otro día, afirmó uno de ellos, no supe qué decir, me tomé un tiempo, miré a la ausente, intuí en la afirmación del policía un rasgo de conveniencia  y sin saber qué habría hecho ese sujeto el otro día me arriesgué a asentir, se rieron, no pidieron documento alguno, feliz noche, continúen, se subieron a la moto y pudimos seguir gracias a ese milagroso o dadivoso doble mío que sabrá Lucifer en qué diabluras andará. Dos preguntas me siguen inquietando: ¿quién será esa persona que se parece tanto a mí o a la que yo tanto me parezco, y qué habrá hecho o dicho para merecerse semejante trato preferencial? Me gusta pensar que no se trató de dinero. Total, que me salvó esa noche de ser ejemplarmente sancionado. Hay dobles que son ángeles de la guarda, y en mi condición asimismo de doble espero alguna vez servirle a ese simpático sujeto para algo. Se lo debo.

Agosto 24 de 2022, miércoles, 12:47 p.m.:

Violando mis principios (si es que los tengo) y mis convicciones (si es que las padezco) con respecto a los concursos literarios, ayer me inscribí en uno de poesía. Deseché el de cuento por tener dos historias sin terminar y no querer enviarlo trunco. El libro de poesía, Versos lesos e ilesos, me parece que es un buen libro, es el más reciente de todos mis inéditos, y, bien juzgado, al margen de estereotipos poéticos, podría figurar con éxito. Tiene pasta de ganador, me reconozco bastante en él. El problema es que yo no soy un triunfador, sino un derrotista, y ganar o recibir alguna mención sería a todas luces un hecho inusitado y no sé qué tan ventajoso para la gran literatura del fracaso. Ganar un premio de esa magnitud podría causarle estragos a mi aislamiento. ¡Que la Poesía me salve del sol farandulero!

7:08 p.m.:

Varios libros comprados y todavía sin leer. Verdaderos retos tanto por el número de páginas como por el tamaño de la letra. Esas ediciones requieren ojos en óptimas condiciones, y los míos no lo están. Las ilusiones perdidas, de Balzac, más de setecientas páginas en letra pequeña. Pero bueno, al menos lo intentaré. Es la historia de otro gran fracaso: el de Lucien de Rubempré, “joven de provincias con ambiciones artísticas que sueña con triunfar en París”. Me imagino lo espeso de ese fango. Sin ir muy lejos, los medios artísticos son todos parecidos: soberbios y aplastantes.

Agosto 25 de 2022, jueves, 10:08 a.m.:

Empresarios culturales. Pienso esta mañana en ellos, en cómo saltaron de los desastrados sueños artísticos a la límpida y exitosa realidad de convertir la cultura en una máquina de hacer dinero. Y la lucen en sus ropas y en sus redes. Se desfiguran por completo, pierden su esencia fatalista, se entregan de alma y corazón al mejor postor: la anaranjada economía de concertación y estímulos. Entonces, de escribir poemas oscuros en tiendas de mala muerte pasan a reunirse con sus compinches culturales en sitios de caché, visionando el billete, de la mano de Dios. Estos personajes son amigos que acabo también perdiendo, cuando, para bien de ellos, abandonan el barco del ignoto desastre.

7:36 p.m.:

Perversamente mala la película vista en cine el jueves 18 de agosto, una mezcla de violencia y comedia inaguantable. Le sigue dando resultado al cine estadounidense el thriller de acción, la fórmula-cliché del antihéroe y del villano con espectacularidad de imágenes, efectos especiales y escenas brutales e impactantes en medio de las cuales se detiene una riña para intercalar una dosis ridícula de humor, y con final feliz. Pero bueno, la gente sigue riéndose con eso u ovacionando el chascarrillo. Cómo extraño aquel cine independiente, cine-arte, cine de autor y cine serie B, que ponía a prueba la inteligencia del espectador, teatros dedicados a cintas de ese estilo, como los desaparecidos Teatro Libia y Cinemateca El Subterráneo de Medellín. No solo nosotros envejecemos y morimos. También mueren los lugares donde fuimos felices, decía Ribeyro.

8:30 p.m.:

Reunión virtual de pájaros. Se definen por fin lugar y fecha del primer evento: 3 de septiembre de 2022, sábado por la noche, en casa de alas Leonardo. Entrada gratis, pocos invitados, como para arrancar a manera de ensayo e ir ajustando tuercas con miras a los siguientes. Se cuenta con logística de sonido y de grabación. La idea es poner a circular luego el video e ir teniendo cada vez más público en vivo. ¡Suerte a las veteranas alas de esa utópica existencia!

Agosto 26 de 2022, viernes, 9:12 a.m.:

Anoche estuve en el Festival de Ciénaga de Oro. Los compositores de la dupla Sahagún-Lorica no podían faltar, como tampoco los que provienen de tierras guajiras y vallenatas. Increíble que hasta en sueños la mafia festivalera se haga presente. Lo curioso es que iba a concursar con Vallenato rebelde, una canción no inédita en festivales, puesto que había concursado tiempo atrás con ella en el festival de Cotorra donde fue finalista, y una encopetada dama vallenata sería mi cantante. Me sentía incómodo por lo de repetir primera vez canción en un festival incurriendo así en un hecho de corrupción que he censurado infinidad de veces, aparte de que no me acordaba de la letra ni de la melodía o desembocaban en otra canción mía de hechura reciente, nada que llegaban los músicos al ensayo, tenía serias dudas de que mi intérprete se supiera la canción, además de considerar que la canción no fuera la indicada, y fue así como decidí mejor no participar. Adrián Pablo y Joaquín R. también estaban concursando, ambos rivales de peso, Adrián Pablo contaba en aire de merengue la historia de un muchacho excepcional tipo personaje macondiano, el “Gabo” de García Márquez formaba parte del título. Ambos decidieron asimismo no concursar y nos fuimos a beber aguardiente en territorio monteriano. La razón: el presentador anunció que para subir a tarima había que estar drogado. No se le midieron a trabarse para poder cantar. Cantar es, de por sí, alucinante. Alas Leonardo me contó hace un par de días que este año habrá festival en Chinú, animándome a concursar con El latido del silencio. Lo estoy pensando, lo más seguro es que el sueño de anoche tenga que ver con eso y con la vez que decidí no concursar de verdad en Ciénaga de Oro (con Canta mi río) por falta de garantías. Todo está de algún modo casualmente encadenado, las pesadillas reflejan nuestros temores y los sueños nuestros vacíos.

5:55 p.m.:

De joven, fui coleccionista de gorras. He vuelto a serlo. Por lo general, las prefiero sin marcas ni leyendas. Pero acabo de adquirir una de color ocre con la siguiente frase en inglés: Just one life. Hace ocho días la vi en una vitrina y llamó mi atención. Y hoy fui por ella. Un buen mensaje para lo que este diario pretende. La vida está llena de conexiones sorprendentes.

9:15 p.m.:

Terminar de leer un libro es también despedirse de él. Le digo adiós a El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero. Cumplo el rito. Me persigno con él y le doy un beso en la portada. Le agradezco sus grandes enseñanzas. No es novela, sino ensayo y ficción, un texto atípico que explora la relación entre creatividad y locura, una rigurosa investigación que se adentra en la neurociencia y en el suicidio. Quienes hemos atravesado los caminos de la depresión sabemos bien de qué habla esta obra. Lo repentino de su presencia, lo difícil que se hace superar las crisis, lo imposible que puede resultar a veces. El aspecto autobiográfico fortalece la pertinencia del mensaje, y al final, pese a los estragos de la vejez y a la más cercana idea de la muerte, continuar valorando la vida en su magnífica esencia, sumándole como respuesta el poder liberador de la escritura.

¿Cuál sigue? Este libro me obliga a comprar otro de la misma autora: La ridícula idea de no volver a verte, y uno de Enrique Vila-Matas que tengo en mente desde hace tiempo: Suicidios ejemplares.

Agosto 27 de 2022, sábado, 9:57 a.m.:

Otra vez tú, sábado, prendiendo la necedad de mi alegría.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará)

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