DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (décima tercera entrega)

10 p.m.:

Luego de publicar en el blog la décima segunda entrega del diario, se me da por twittear aprovechando el aliciente de seis budweiser: ¿Cuándo se entenderá que Arte y Folclore no son lo mismo? Ni mejor ni peor, “simplemente” distintos en sus planes y búsquedas. A veces se rozan, porque es inevitable. Pero al Arte no lo colma el aplauso ni el placer. El arte es incomprensible. Y en su libertad boga la angustia. Buen trino, me está gustando esto de ejercitar la brevedad.

Julio 11 de 2022, lunes, 8:20 a.m.:

Qué obsesión con Medellín. El poder de Amparo, mi madre; tenemos en la sangre el inevitable retorno a su ciudad natal. No lo pudo hacer ella en vida, permaneciendo por más de cincuenta años en una tierra que al principio le significó pasar por enormes dificultades. El amor hizo que se alejara de su calle Ayacucho, pero su descendencia sigue girando en torno a esta. Yo me pasé quince o más años de mi vida estudiantil y laboral en territorio antioqueño, y en breve lo hará EJ, quien ha decidido pedir traslado, dejar Barranquilla. Es el destino, le digo. Le sugiero no dejarse atrapar por sus mandatos, llevar él las riendas de su vida, qué sentido tiene vivir una vida ya escrita y tener que cumplirla al pie de la letra sin chistar. Algo podemos hacer para cambiar el rumbo. Anoche otra vez en sus calles, la 44, Avenida San Juan, la ausente y yo saliendo de un hotel, buscando un sitio donde tomarnos algo, en dicho sitio nos encontramos con Joaquín R., estaba jugando en el suelo con sus hijos y había cambiado su “toro negro” por un jeep. En una mesa vimos al comandante D con su  pollina, al vernos se mudaron a la nuestra, un brindis siempre por ti mi inolvidable amigo, donde yo esté siempre estarás tú, asomándose desde un segundo piso estaba otro muerto de la pandemia, el general Padilla, personaje entrañable y muy vivo en mis Prosas para romper la felicidad, quien, a diferencia del comandante al que vemos departir como acostumbraba, no se mueve, nos mira fijamente desde su busto, le falta un ojo, tomo varias fotos para inmortalizar ese momento, entonces llega Guillermo E. queriendo de nuevo hacer las paces conmigo, pero dos sobrinos míos ocupan mi atención, nos despedimos, calle 50, Avenida Colombia, taxi, trece mil pesos la carrera, nos bajamos antes de llegar a la popular 70, vamos por un par de guaros a un establecimiento de tangos, Medellín, Medellín, siempre tan orgullosa, tan oscuramente primaveral.

Julio 12 de 2022, martes, 7 a.m.:

Primera vez que sueño con el loco de Luis C., aquellos años en la Universidad de Córdoba, su barrio La Granja, su forma de ser tan franca, punzante y divertida, dos compañeras en paños menores, creo que eran Luz Betty y Ana Maris, ambas bellas y deseadas, alguien me perseguía y yo iba de techo en techo hasta caer en un muro en construcción que se derrumbó por mi peso, intenté huir también de ese daño, pero a mitad de cuadra me detuve para responsabilizarme de lo ocurrido. No recuerdo más incidentes de este sueño, puesto que al evaluarlo en estado de duermevela como que consideré que no tenía estatus para ser literaturizado y opté por no anotar sus pormenores en el Word del celular. Pero bueno, un sueño que me trae de regreso a un viejo amigo, al que tengo veinticinco años de no ver. El loco de Luis C., flaco y amigable, sonrisa plena ¿qué habrá sido de él? Adoraba la docencia y la política, lo buscaré en la red de caras.

2:56 p.m.:

Un tinto, un libro, pensando en comprar una bici para alternar el ciclismo con el jogging, las flexiones de pecho y las pesas. Son sesenta ruedas que tengo encima y supongo que no es mucho el tiempo que me queda para procurar y mantener un estado físico aceptable. Aunque el gota a gota de la vida puede llegar también a ser eterno. Cuando sufrimos, por ejemplo, la lentitud del tiempo es abrasante. Un tinto, un libro, concluyendo por fin los ensayos de Padura, de tortuosa lectura a ratos.

Julio 13 de 2022, miércoles, 8:29 a.m.:

Más razón, menos pasión. Necesidad de controlar, de suavizar esos fieles tiempos grises que me provocan a veces tantas emociones. Depender de estas para vivir se vuelve complicado, pues sin ellas el riesgo de la depresión es inminente. Habría que aprender a vivir en la más completa desmotivación, mecanizar nuestro paso por el mundo, frenar el pensamiento. La angustia es un animal callado y pensativo siempre latente, a la expectativa, listo a dar su zarpazo en cualquier momento, y la mejor forma de contrarrestarlo es perfeccionando la inconsciencia. Al final, solo la libertad del hundimiento, la única satisfacción de los instantes.

10 a.m.:

Cita virtual con el Grupo Interno de Seguridad y Salud en el Trabajo de la entidad para la cual laboro. Primera vez en veintiocho años de servicio que se preocupan por mi estado de salud. Quedo inscrito en el Sistema de Vigilancia Epidemiológica Psicosocial. Algo es algo. Ansiedad, depresión, vértigos, hipertensión, problemas visuales, seis medicamentos diarios, y, sin embargo, mucho ejercicio y alegría inaudita de seguir viviendo. Algo es todo.

3:52 p.m.:

Otra vez anoche la pesadilla de estar trabajando en Antioquia, traslado inconsulto y violatorio de mi fuero sindical, reencuentro con algunos de los viejos compañeros de trabajo, aún no pensionados, que laboraban en Medellín cuando yo estuve primero en Rionegro y después en Guarne, laboro ahora en Medellín y al igual que cuando me tocó trabajar en Cartagena no tengo puesto de trabajo, voy de escritorio en escritorio dependiendo de que su titular no lo esté ocupando en el momento, no encuentro los expedientes que tengo asignados, los busco por todos los pisos y oficinas, discuto con una de las jefes sobre la falta de filtro jurídico en la Regional, el doctor Johnny J., de la Oficina Jurídica, me da la razón, lo invito a beber vodka para celebrar, a él le gusta mezclarlo con jugo de naranja, los sistemas de información son un desastre, defectuosos, pésima alimentación, improvisación, caos jurídico, despierto y recupero la conciencia de estar todavía en Sahagún, calma infinita, a salvo de repetir el desarraigo.

Julio 14 de 2022, jueves, 9:45 a.m.:

Evento sobre salud mental. Aprovecho que estoy de manera pasiva en el auditorio para ausentarme y escribir. Pienso, por ejemplo, en el progreso personal. Personas que conocí digamos que descuidadas en su aspecto físico, con muchas ideas, sin recursos económicos, tipos geniales que seguramente estaban destinados a fracasar y alcanzaron el éxito. Tenían sus méritos y trabajaron duro, sin duda, pero “normalmente”, en sociedades como la nuestra, ello no basta, se requiere que ocurra algo adicional, extraordinario, un contacto, una oportunidad, una recomendación. La gran pregunta es por qué el progreso en esas personas se traduce en elegancia. Supongo que el éxito y la felicidad van de la mano, el dinero ayuda y el cambio de ropa se hace imperativo, un corte de pelo más adecuado, afeitarse y esas cosas, el bienestar tiene que reflejarse físicamente para ser creíble. Empero, tratándose de personas con mentalidad brillante y explosiva no me cuadra mucho el asunto, serían más creíbles manteniendo cierta oscura identidad. Pero no, cambian de vestido y calzado y también de actitud, les encanta mostrarse y venderse como felices y luminosos triunfadores. Simple: triunfen, pero no cambien, o, en otras palabras, para triunfar no se requiere dejar de ser lo que se era. Entender más bien que por eso que se era es que ese éxito arrollador se hizo tal vez posible. Por supuesto que me alegra la victoria de estas personas, sobre todo si se trata de antiguos camaradas de luchas o de tiendas. No viene al caso seguirles deseando una vida desaliñada, anónima, frustrada, fumadora y bebedora de cerveza. Esto estaría bien para derrotistas clásicos como yo, dotados de una infelicidad contradictoria. El progreso en el hombre que anhela superarse y mejorar sus condiciones materiales es entendible, pero en la vida es un completo desatino, pues mientras más progrese más se acerca a esa verdad suprema en la que conviven el tedio, la muerte y el fracaso, y en el arte comporta una monumental estupidez. Arte que triunfe es arte que sucumbe.

Esas personas que tanto nos venden la felicidad, ¿serán felices? Fatalidad de dicha, precisaba Rimbaud en su temporada infernal. ¿Felicidad empresarial? ¿Política de la felicidad? ¿Proyecto de felicidad? ¡Pamplinas! La felicidad es un embeleco. Y la tristeza también. La única felicidad posible es la triste. La única tristeza posible es la feliz.

No me caen nada bien los motivadores, esos individuos relucientes que quieren hacernos creer que poseen la fórmula sagrada de la vida plena. Fanfarrones que uno termina excusando al comprender que de eso viven, es su trabajo. Lo inaceptable es tenernos que aguantar sus señalamientos y preguntas a quemarropa, esa pose de animador idiota que busca provocar reacciones en el público del tipo ¿cómo se sienten?, ¡excelente! (a coro). Que responda o participe quien le dé la puta gana de hacerlo, el silencio es un derecho. ¡Respétenlo! Va también para conferenciantes, charlistas y docentes. Detesto, además, eso tan vergonzoso de las dinámicas y pausas activas. El único positivismo que medio me trago es el de la razón científica, lo demás es charlatanería. Cuando sea profesor, mis estudiantes podrán dormirse en clase sin ningún problema. Ojalá se durmieran todos. Cada persona tiene un espacio a su alrededor que es inviolable. El mío es como de cinco metros a la redonda y no permito que nadie lo violente, aunque por lo general me toca alejarme para preservarlo. No me caen nada bien los motivadores, dar consejos es igualmente falaz y edulcorado.

4 p.m.:

No pude acordarme esta mañana del nombre de mi amigo Rubén L. Una hora después tuve que preguntárselo a la ausente, quien se acordó solo del nombre, no del apellido. Con el nombre me acordé enseguida del apellido.  ¿Todavía existen los poetas?, es su saludo, a modo de interrogación, apenas me ve. Empieza a preocuparme esta pérdida de memoria que, por lo pronto, es solo de nombres de personas. Si no se canta se olvida, es otro de los mensajes festivaleros de Adrián Pablo. Así que me he dado a la tarea de repasar nombres de amigos y conocidos, en especial los de aquellos con quienes más me he distanciado. Hoy me la pasé en eso como media hora. Quedan, pues, notificados: si se encuentran conmigo es probable que no los reconozca o que haya olvidado cómo se llaman. De antemano les agradezco incluir la identificación en el saludo. Algo así como: qué tal, soy Carlos, y si pueden añadir algún detalle significativo mucho mejor. ¿Algo así como qué tal, soy Carlos, el marido de Claudia? No, no me sirve, ¿sabrá dios quién diablos es Claudia? Agregar un dato que de verdad ayude, algo así como: qué tal, soy Carlos, el suicida. Si corporalmente los reconozco, con el Carlos basta.

Julio 15 de 2022, viernes, 9:38 a.m.:

Otra vez viernes. Y otra vez esperando a la ausente dando vueltas por la ciudad mientras ella acude a una oficina por la autorización de unos procedimientos médicos. Diligencia interminable, varias veces viniendo en vano para obtener la misma respuesta: que no, que todavía está en trámite. Gastándole gasolina a la inoperancia del sistema de salud colombiano. Me parqueo, alguien se me acerca, me toca el vidrio, a este tipo lo he visto antes pero no recuerdo dónde, bajo el vidrio y siguiéndole la corriente lo saludo, se da cuenta de que no lo identifico y me dice soy Martín, Martín del Castillo, el amigo de Andrés, ah, qué bien, desde el 19 de mayo no he vuelto a ver a Andrés, cuéntame de él, a qué se dedica ahora, nada, en las mismas, haciendo carreras en la mototaxi y huyendo de los tombos, le conseguí una entrevista para un trabajo de bodeguero pero no la pasó, lo zafaron porque no tiene experiencia, qué experiencia va a tener si escasamente gana para el diario, así es, me lo saludas, dile que se deje ver, chocamos puños, lo veo alejarse, no me percaté de que llevaba un libro en la mano, ¿será ratón de biblioteca como yo?, qué personaje tan atípico este Martín del Castillo, parece tener mi edad, usa gorra, mochila, tenis, blue jean y camisa manga corta, es alto, como de un metro con ochenta centímetros, y fornido, se nota que hace ejercicio, me deja la impresión de que podríamos llegar a ser muy buenos amigos, no tengo su número de celular ni él el mío, habrá que esperar otro encuentro fortuito para indagarlo a fondo, tal vez me pueda decir dónde encontrar a menor precio la Narrativa Reunida de Felisberto Hernández, a lo mejor este Martín del Castillo termine amistándose con el Martín del Castillo que me reemplazó en redes sociales durante meses, el mismo Martín al que hace poco afirmé en Solo para fracasados haberle dado una patada en el trasero para que descansara un tiempo. La ausente me llama para pasar por ella, la recojo en la 34 con 6ª como acostumbramos, al fin le fueron autorizadas las infiltraciones.

6:00 p.m.:

Ensayo de pájaros pospuesto una vez más. Alas Fermín será intervenido por una hernia musical.

7:05 p.m.:

No llegó Verónica, esperándola desde las 3 p.m.

Julio 16 de 2022, sábado, 9:36 a.m.:

Verónica continúa atrasada.

5:20 p.m.:

¡Llegó Verónica! Verónica es la bici que compré ayer por la mañana, así la bauticé porque me gustaría que tuviera la belleza y la personalidad de aquella Verónica de Archie, la tira cómica que coleccionamos mi hermano Berba y yo siendo adolescentes. Un nuevo juguete con el que pienso emborrachar mis vértigos. Ya contaré las aventuras que viviremos juntos.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará)

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