DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (décima segunda entrega)

Junio 24 de 2022, viernes, 7:10 p.m.:

Semana movida en lo sindical. Comunicado de prensa el martes denunciando vulneración de acuerdos colectivos de trabajo, noticiero en directo el miércoles a las 7:30 a.m. conversando sobre dicha problemática, plantón-protesta ese mismo día a las 9 a.m., arengas, consignas, lectura de correos electrónicos el jueves, respuestas urgentes, información a las bases, derechos de petición contestados, se salen por la tangente y el incumplimiento persiste, la ciudad está de feria, el virus ya no importa, reinas, comparsas, paradas folclóricas, conciertos, la rumba está de plácemes, día cívico que aprovecho para grabar en casa la voz de Hijo, por Dios y Entre la muerte y la vida, culmino también las animaciones, escucho el resultado, me gusta, hoy cumple un año de muerto el comandante D, esta noche debe llegarme el audio de A la moda, la canción que le compuse el 9 de octubre de 2007 en aire de merengue, canta Fernando M. y toca el acordeón Carlos A., mañana no habrá publicación del dietario, sino de la sección musical del blog, vuelve por fin EL MUSICANTE.

Y se dio el golpe irreverente. Ganó el candidato del progresismo; primera vez en mi vida de infeliz votante que obtengo un triunfo electoral.

Recopilación de sueños de días anteriores, dos de ellos seguidos, entre uno y otro me despertó Marx a las 6 a.m. subiendo sus patas delanteras a la hamaca, rozaron mi cara, lo saludé para que se quedara quieto, estaba acompañado de su vecino Coco, quien se pasaría el día con él por ser su dueño jurado de mesa en la elección presidencial de ese domingo. Corrijo: los canes no tienen amo, ellos nos gobiernan a su antojo.

El primer sueño me ubica en un aeropuerto, un vuelo de Latam, voy para Bogotá a una nueva ronda de negociaciones, tema crucial, salarios, olvidé la chaqueta, estoy con Marta O. y otra persona que no identifico bien pero que podría ser John Z., mi buen amigo John, penalista destacado, escala en Medellín, no encuentro el apartamento donde vivía, busco uno que sobrevivió a un terremoto, ando en bicicleta, la parqueo demasiado lejos, por fin encuentro el apartamento en el segundo piso de una torre, esto lo he soñado o vivido antes, por fin lo encuentro o creo haberlo encontrado, no tiene cortinas, me asomo por la ventana contigua a la puerta, está vacío, me acuerdo entonces de que el apartamento está situado es en el Conjunto Residencial Niquía, preguntando me acerco, me entero de que le dicen ahora “El Barco”, ignoro por qué, está en un primer piso y no en un segundo, me acuerdo del verso que hace reír a Mario M., cacique en detrimento suda laguna de segundo piso, lo tengo en calidad de arrendatario, no tengo la llave, pregunto al portero por la propietaria, se ofusca, no se deja explicar, nos pide que salgamos, fuerte discusión, insisto, le explico, al fin accede, busca su copia de la llave, la dueña vive en el mismo conjunto pero no está en casa, entramos, no están ya Marta O. y John Z. conmigo, así que no sé quiénes me acompañan, alguien dice que es grande, espacioso y bello, hay ropa en desorden sobre las camas, dos camas, o sea que no está desocupado, debe ser el mío, debo vivir todavía aquí, reaparece Marta O., es tarde, no alcanzamos a llegar al aeropuerto para continuar nuestro vuelo a la capital, pensamos entonces en cogernos esos días de permiso para no tener que laborar, de repente un examen oral de Derecho con un profesor ilustre, me sugiero despertarme para ir a estudiar y volver después al sueño a presentarlo, pulso en ambos despertadores y ninguno funciona, me resigno a perderlo, Marx me salva.

Vuelvo a dormir, vamos en el carro de la ausente conduciéndolo su hermano (llamémoslo El Bribón Dos; El Bribón Uno es el papá de este, un personaje indeseable que derrocha sus fechorías en mi novela La pequeña vida), maneja bien, llegamos a un supermercado, estaciona el vehículo, lo deja en neutro y la nave desaparece pendiente abajo, accidente, dos tiros, taller, pintor discapacitado de Valledupar que vive en Europa, abogados por todos lados, debate, ofrecimientos, estoy con mi hermano Berba, guardo silencio, solo escucho,  beber, comer y dormir es lo que hace nuestra copiosa contraparte, mote de queso, mi discurso jurídico de conclusión (responsabilidad civil extracontractual, daños y perjuicios, la responsabilidad penal, la parte civil-moral en gramos oro), nos vemos en el proceso, ofrecen migajas, arreglar únicamente la caja de cambios, no la fachada, fue un solo tiro por la espalda, otro de mis acompañantes simula haber recibido también el suyo, muestra en su espalda la evidencia, acta de no conciliación, alguien nos informa que El Bribón Dos había tomado la noche anterior y estaba todavía borracho, es su estado natural, se hace la víctima, da clases de ética, nadie como él, ser perfecto, perfectamente vicioso, se pisó, ojalá no vuelva a aparecerse en otro de mis sueños, suficiente con tener que tolerarlo en la despierta sima.

Más sueños durante la semana con respecto a los cuales no me funcionaron tampoco los despertadores. Nada pude escribir en torno a ellos. Excepto uno con mi hermano Ceba, buscando yo sus textos por tiendas de libros usados como si él hubiera muerto. Ceba está más vivo que muchos. Ceba es inmortal.

Junio 25 de 2022, sábado, 9 a.m.:

Bautizo de Tomás, primogénito del sobrino con el que hace días casi discutí sobre la elección presidencial. Política versus familia, gana la familia, familia es familia susurra Rubén en mi cabeza. Pocos invitados, ambiente agradable, champán, cerca de convertirse el bautismo en borrachera, a dos o tres copas de alcanzar a mi hermana Meba, quien, ya prendida, había empezado a sincerarse, a abrir las compuertas de su humorismo represado. Final, final, no va más, mi hermana Gaba nos agradece la asistencia.

7 p.m.:

“Fuego en el 23”, suena en Barranquilla me quedo, no es “La troja”, pero compite, ha mejorado en sonido y repertorio, hablar es imposible, ni modo tampoco de escuchar mis canciones a través de los audífonos del celular, es lo que hago cuando quiero alejarme (sin alejarme) para escribir al margen de lo que ocurra alrededor. Solo cinco cervezas, mucha bulla, búsqueda de un sitio alterno y civilizado.

Aplazada la publicación de A la moda, el merengue sabanero que grabamos para homenajear hoy al comandante D. No llegó el audio a tiempo y la idea era subirlo con video. Subirlo a la nube informática, o sea, algo así como volar sin volar, sin salir de casa. La posmodernidad del destiempo.

Licorera en el norte de la ciudad, nos vinimos caminando para despejar los oídos, orinada en la vía detrás de un árbol, una jarra de cerveza con sal en el borde y rodajas de limón dentro, una sola michelada para no acabar tan temprano pero tampoco tan tarde la faena, no más resacas en mi vida, pizza para llevar, centro comercial, tarima iluminada, gran sonido, compositores vallenatos medio cantando otra vez los mismos tres o cinco temas, llego a casa y escribo en el grupo “Pájaros del reencuentro” quince mensajes cortos y seguidos, los releo y los borro. Ira descargada. Ira contenida. Ira eliminada. ¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros? ¿Son acaso mejores? ¿Somos así de malos que la propia tierra nos ignora?

Junio 26 de 2022, domingo, 10:40 a.m.:

Toda la noche siendo perseguido hasta ser detenido y humillado por fuerzas paramilitares en territorio antioqueño. Poco antes buscábamos la ausente y yo algún pueblito donde poder tomar un bus para regresar a Medellín, caminábamos extraviados por montañas y riachuelos, cruzamos por un sendero atestado de serpientes bellísimas, largos hilos blancos con cuadritos de color café, no nos atacaron, no estaban enroscadas, en un charco divisamos un enjambre de pequeñas culebras negras unas sobre otras, por fin una vía, llegamos a un pueblo, buscamos la estación de buses, pagué dos pasajes pero solo subí yo, arrancamos, como a la hora de camino un retén ilegal, desbandada, pasajeros escapando por las dos puertas del vehículo o tirándose por las ventanas, a correr se dijo, hice lo propio, sonaban disparos, muchos precipicios al final de cada carrera, captura, maltratos, y cuando me iban a dar el tiro de gracia me di la orden de despertar, comprendiendo que la única manera de salvarme era saliéndome del sueño. Un nuevo despertador, mezcla de hojalata y espantapájaros, me surgió de esa experiencia. Le pondré nombre, se llamará “el despertador salvavidas”, permite despertar tranquilo y a tiempo para escribir, y, sobre todo, no morir en sueños ni en vigilias. Gracias a este tercer despertador puedo contarles esta historia. La suerte de la ausente la desconozco, debe seguir en ese pueblo fantasmal, en próximo sueño iré por ella.

Julio 6 de 2022, miércoles, en Sahagún:

Días sin escribir. Comprendo ahora que un diario, para poder mantenerse, debe espaciarse, respirar, tomarse su tiempo. Lectura de una crónica con la cual un escritor de la región obtuvo un premio. Él mismo lo publicita. Hay tanto ego en ese escrito que su autor se cita en él varias veces, por momentos el olor de la pedantería apesta, es lo suyo, no lo puede eludir, se me da entonces por twittear, escribo y publico de inmediato —en esa aplicación en la que estoy apenas despegando— un tuit bien agresivo, un trino nada dulce ni angelical. Lo copio aquí para dejar constancia: Reírse de ciertos mesías culturales que creen tener el poder de decidir qué es cultura y quiénes son sus actores. Un vejete ególatra que no ve más allá de sus amigos adulones. Cultura es, sobre todo, margen, atipicidad, contracultura. ¡Bellaco!, como diría un amigo. Esto de trinar tiene sus diablos. Parafraseo el título. “Córdoba: una región que asombra por su pobreza cultural”.

Julio 7 de 2022, jueves, 11 a.m.:

Soñando anoche con mi hermano Berba, poseído este por el demonio; sí, de no creer, un hombre tan bueno como Berba y yo escondiéndome de él al relacionarlo con la niña de la película The Ring, un ojo rojo, hinchado y a punto de reventárseme, preocupación, correndilla, aullido, qué piensas Sigmund Javier, este, hum, se me ocurre que lo tuyo está más enredado que lo mío, invócame más bien en uno de esos sueños para, desde ahí, mirar qué puedo hacer o aconsejarte. Está bien. Lo haré. Mientras tanto sigue leyéndote la interpretación de tu tocayo.

Julio 8 de 2022, viernes, 8:43 a.m.:

Adrián Pablo comunicándose conmigo a través de varios sueños. Sé que se trata de él soñando por mí y llevándome en su vuelo vagabundo porque hay un momento en que la velocidad aumenta y pierdo el control, sensación de estar poseído, me va describiendo lo que encontramos a nuestro paso, lo último, me la presenta, ¡la muerte!, fogonazo, temor de despertar, de saber si estoy o no muerto, angustia, grito…

Un pueblito llamado “El ensueño”, clima templado, mucha brisa, ambiente primaveral, dos perros persiguiéndome, tres jóvenes con caretas protectoras  practicando karate al aire libre, no hay iglesia, no es un parque, es como una villa, tiene un centro, busco la oficina, pregunto por la calle del Granero Trinidad (¿se llamará así en homenaje a la goleadora?), había estado antes pero es mi primer día de trabajo, no recuerdo la ruta, Dora E. sale de un edificio, me ve y me llama levantando la voz, difícil acceso, escalera estrecha, no quepo, subo por la pared o por encima de la escalera, un grupo de personas va también subiendo, todos apretujados, la oficina queda en el piso donde viven una señora de edad avanzada y su sirvienta, las conozco de un sueño anterior, de inmediato una audiencia nutrida llega para estrenarme, un empleador, dos trabajadores, abogada del empleador, abogados de los trabajadores, varios testigos, uno de los abogados es Víctor I., nos saludamos con un abrazo, increíble que litigue tan lejos y en pueblecitos como este, me alejo para no generar sospechas, está y no está en la audiencia, se asoma, gesticula, hay actuación judicial en curso, imposible intervenir, una tarjeta de abogado de Víctor I. me había encontrado ayer por la tarde en Sahagún (hecho real), caos en la audiencia, dios mío, todo lo que laboralmente me espera cuando se acabe la alternancia.

¿Qué se hace nuestra voz cuando no hablamos? ¿Se lo han preguntado alguna vez? Como si el pensamiento dejara de pensar. Tenemos un interruptor en la garganta, lo que me intriga es qué se hacen todas esas palabras que dejamos de usar y cuáles de las que usamos son verdaderamente nuestras. Todo es ajeno, prestado, y no soy yo tampoco el escritor de este diario, sino ese ser anónimo que, más allá del tiempo, duerme y sueña por mí.

10:31 a.m.:

Panadería y pastelería “El esquinazo del sabor” en la calle 16A con Circunvalar, interés de la dependiente por el libro de Ribeyro Las respuestas del mudo, tinto y croissant, estoy que lo acabo, le hablo del autor, me siento a leer un rato, palomas mensajeras se acercan procurando alimentarse, pongo migas de pan sobre la mesa, se las disputan, se las pasan de pico a pico como si compitieran en una carrera de relevos, tomo algunas fotos, se las envío a los “Pájaros del reencuentro” con el siguiente mensaje: “grata compañía de viernes cultural”. Cómo no estar alegre hoy, aunque me preocupe hondamente la salud de mi hijo mayor, quien desde hace días viene luchando con una nueva crisis de vértigos. Pronto viajará a Medellín a consulta con una especialista en el tema y ruego que, a su regreso, todo su ser empiece a mejorar. Me siento a veces culpable de quizá haberle transmitido genéticamente algunos de mis males, si bien no el peor de todos: los tics. En todo caso, tiene él mucha razón cuando desconfía de los médicos y habla de empatía, ha estudiado el asunto con rigor de científico, solo cree en el juicio de quienes padecen su mismo mal, y de ahí que, en este aspecto, somos también padre e hijo tratando de sobrevivir, ayudándonos uno a otro. Su intelecto sabrá recompensarlo. No se sufre impunemente, afirmaba Ribeyro.

Julio 9 de 2022, sábado, 11:54 a.m.:

¿Dónde está mi público? Me sorprende que alguien desde Marsella, ciudad portuaria del sur de Francia, se interese por mi canción Atípico y sutil. Escuchó mi versión en el canal que tengo en YouTube y me expresó que le encanta, que desea, con mi permiso, incluirla en el repertorio de su grupo de música latina con el cual han montado algunos porros y cumbias. Increíble, sonar tan lejos y en el Sinú, de donde procede este canto, ni pío. Me pregunto dónde estarán los cantantes de Al gigante de la blusa amarilla. Sé que tarde o temprano los tendrá, algo deberá ocurrir para que se encuentren. Decido enviarles también el audio y la letra de otro porro: Canta mi río. El poder de la música. El poder de lo que está condenado a perdurar.

7:21 p.m.:

No saldré esta noche, me quedaré en casa aprendiendo a disparar hijueputas silenciosos. Es otra herramienta que decidí inventarme. Desde el lunes empezaré a ponerla en práctica. Repartir hijueputas será toda una hazaña, y hay que hacerlo bien, preferiblemente sin que el destinatario lo advierta, no se debe escuchar nada en absoluto, solo una mímica sutil, una mueca imperceptible. El arte de la picardía. El arte de hijueputear sabroso.

8:11 p.m.:

Por eso salgo siempre a caminar en busca de una flor para mascar, pensando que a la vuelta de la tarde el trabajo con que sueño ya es verdad. Y recorro el camino… Y yo camino, y no termino… No necesito que Pablus Gallinazus se muera para escucharlo mascarse otra vez su tristona flor. Y a esta hora suena en mi mini estudio de grabación donpachograbaciones.sol. Sí, tengo un pequeño estudio de grabación al que un amigo mordaz se atrevió a cambiarle el nombre por el de donpachograbaciones.ron. Por algo será. Los amigos son más hijueputas que uno.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará) 

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