DIETARIO DEL RESTO DE UNA VIDA (sexta entrega)

Mayo 2 de 2022, lunes, 7 a.m.:

Revivir en sueños los peligros: ir en moto a visitar a mi hijo y detenerme una cuadra antes para componer el retrovisor izquierdo. Un sujeto se acerca, me presta un alicate, ese sujeto me repara, se sorprende, sonríe satisfecho, se graba mi actual rostro, muchos me creen muerto, siento que me reconoce, sospecho su intención, trato de disimular y huir, me mete conversa, pienso en motilarme, rasurarme, cambiar de look, llega mi hijo, vino hacia mí al verme desde la otra acera, me alegra verlo, lo abrazo, el tipo me invita a jugar fútbol por la noche en su club, le digo que sí por salir del paso, él se distancia, hace una llamada, me hago el loco y oigo mi nombre saliendo por esa boca autofatal, toca volarse lo antes posible, voy con mi hijo a casa de su abuela paterna, hasta allá llega el sujeto preguntando por mí, alguien, no sé quién, ordenó prevenirme, me escondo detrás del coralito, despierto, me quedo unos minutos en la hamaca, me percibo a salvo una vez más, historias que no se han contado como debieran, veo en Facebook primero y luego en Twitter un homenaje musical a las víctimas de la toma de una universidad pública por fuerzas paramilitares, sueño-realidad, realidad-sueño, acabando de salir del peligro y encontrarme con esto, leo la nota, viendo el video escucho la canción, bonita, conmovedora, su intérprete le imprime el dolor que se requiere, un nombre tras otro, identifico a varios, los recuerdo, muertos la mayor parte, vivos dos o tres, exiliados todavía, un nombre que no debería estar en esa lista, un nombre que desempeñó un papel escabroso, enloda esa memoria, más victimario que víctima, lluvia de reminiscencias, un debate académico sobre un rediseño curricular regresivo, estar y no estar en la historia, destino y anonimato, sombra silente, la voz de un gran amigo llorando aún el desarraigo, atentados, exilios que no figuran en el homenaje, muertes a las que tampoco se recuerda, exilios que retornan para sentirse aún más exiliados. Guardián de la memoria, en la guerra no hay victoria cuando el triunfo es el dolor, buena frase, pero no toda memoria sirve, hay memorias que ofenden, he escrito parte o episodios de esa historia a mi manera, con corazón literario y pluma incontenible, la he sufrido y la he callado, y seguiré aplazando los llantos que le faltan.

10:29 a.m.:

Llueve en la ciudad. Los recuerdos son mojados por el sol del olvido.

11:31 a.m.:

Escampa rápido. Pasa una voz dejando su zarpazo: “no te homenajean por bueno, sino por viejo, y también por viejo es que te gradúan de maestro”.

4:40 p.m.:

Se me olvidó lo que iba a escribir.

6:01 p.m.:

Me acordé. La primera crítica que recibe este diario. “No me llega, no se parece a ti”, me dice una persona que elogió sus primeras entregas. Es olvidadiza y seguramente es más sincera en su crítica que en su elogio. La tanteo a ver qué tanto lo ha leído y detecto con facilidad sus carencias. Contiene, además, el diario, una amarga y dolorosa “verdad” que le concierne. Reacciona a su molestia. Es comprensible. Los riesgos de un diario son latentes, y, si se va publicando de una vez, en vida de su autor, el asunto sí que se complica. Es prosa, no es poesía, es existencial, literario y cotidiano, un ejercicio narrativo que debe examinarse en conjunto, considerando su continuidad. Significa, en todo caso, que voy por buen camino. Mientras más críticas tenga, tanto mejor. Diario que no pise callos no es diario.

Mayo 5 de 2022, jueves, 3 p.m.:

Vuelvo a leer los resultados de la resonancia (el informe de imagenología). El vértigo había disminuido su poder, pero hoy ha renovado su embestida. Están escritos en mandarín o ruso, investigo en el internet acerca de la terminología utilizada, logro medio clarificar el informe de hallazgos, sudor frío, varias interpretaciones, buenas, regulares, malas, cita de neurología el 18 de este mes, es mejor no darle más vueltas al asunto, no afanarse…

7:42 p.m.:

Días agitados. Para ser vividos y no escritos. Anoche reapareció Andrés, me encontraba yo en Sahagún grabando una canción mía para inscribir en algún festival, estábamos capturando la voz de su intérprete cuando un rumor de motín o asonada se metió en el estudio. De repente, Sahagún ya no era una sabana, sino un precipicio, Andrés, desesperado, sin un peso y todavía sin trabajo, me pedía que le colaborara, saqué un billete de cincuenta mil del bolsillo de mi doble regalador de dinero en corralejas y se lo di, los ojos de Andrés se iluminaron y salté a otro sueño, donde estaba con Adrián Pablo en una especie de homenaje, una niña cantaba Al gigante de la blusa amarilla, una versión bellísima y estremecedora de esta canción que le compuse a Mayakovski, no está muerta mi música, pensé antes de regresar al mundo de los que duermen despiertos. Por lo visto, este diario va a depender más de lo soñado que de lo vivido. Tendré que dormir más de verdad, como debe ser, como lo hacen quienes, dormidos, se despiertan a vivir historias maravillosas o espantosas en otras realidades. El poder de los sueños: esta mañana, sin saber del paro armado, viajé a Sahagún, vi en la ruta a muchos estudiantes uniformados saliendo de sus colegios a deshoras, algo pasa, me dije, pero seguí avanzando, ahora que lo pienso fue gracias al aguacero que empezó a caer pasando por Cereté que no vimos disturbios ni peligros en la vía. Llegando a Sahagún había escampado, fui al estudio de grabación donde su propietario me esperaba para corregir una voz guía y para hacer la maqueta de otra canción, dos canciones, dos paseos bohemios, las más recientes de mi taller atípico, Hijo, por Dios y Entre la muerte y la vida (así las bauticé). Al regreso, urgido por la noticia, una carretera solitaria y pueblos fantasmales. Almorzando en la cafetería de un súper, una clienta que estaba pagando su pedido y hablando a la vez por su teléfono celular, nos informó alarmada: “acaban de matar a mi vecino por no cerrar su negocio”. Lluvia de sangre, pero, sobre todo, de terror. Establecimientos cerrados, todos presos en las casas, pánico general. El miedo se riega y mata más que el plomo.

Mayo 6 de 2022, viernes, 9 a.m., segundo día de paro armado:

Dos grupos de los tantos que hay en el país entre legales e ilegales, o peor aún, de los que se mueven entre lo uno y lo otro en forma de clanes o autodefensas, convocan un paro armado de cinco días y su éxito es rotundo. Las autoridades prometen presencia policial y soldadesca para garantizar seguridad y normalidad. Palabrería y fingimiento. Ni lo uno ni lo otro. El carácter dual de estas organizaciones y su dispersión tanto urbana como rural las hace mucho más peligrosas. Bandas criminales o avispas, así también las llaman, y no cabe duda de que están en todas partes, tienen poder, visten de paisano, extorsionan, trafican, cobran por proteger (en especial, de ellas). La connivencia con la fuerza pública, la identidad de propósitos, el compartir enemigos y la coincidencia con un ideario gubernamental les sirven de mampara. Qué fácil es generar temor y expandirlo en sociedades susceptibles de ser manipuladas, acostumbradas como están al menosprecio y a la barbarie. No requiere ello de un ejército, basta un puñado de malhechores dispuestos a todo y hábilmente distribuidos. A la deriva, a la buena de Dios. Así están quienes no encajan en el concepto gente o persona “de bien”. Blancos somos de la brutal derechura.

11 a.m.:

Esto se enreda. Una mujer llamada Trinidad Beltrán metió un gol de cabeza anoche, el balón entró por todo el ángulo izquierdo de la portería. Fue tan grandioso el gol que me desperté enseguida a celebrarlo. La gran ausente de este libro no estaba en el cuarto. Últimamente se comenta a mi alrededor que me estoy enloqueciendo, por lo general ella me salva o me saca de mis pesadillas, de ese clímax del pavor que se expresa con gritos, aullidos o frases inentendibles, llamándome por mi nombre y moviéndome el pie que le queda más cerca de su cama. ¿Por qué no se podrá hablar bien, perfecto y claro, mientras se está dormido? Me propongo ensayar, ubicar la técnica adecuada, una que permita que suene el despertador de la palabra bien pronunciada antes de despertar gritando. Me parece que el gol, aunque fuera nomás un grito, me salió bien cantado, la ausente se hubiera sorprendido sin saber qué hacer, si despertarme o no, por tratarse de un sonido placentero. Lo mismo debo lograr con las palabras, que salgan nítidas y felices, qué tal que sean sagradas o revelen secretos del más allá. Confío en que la ausente no las interrumpa y las escriba o las vaya grabando con la grabadora de su móvil. Deberá ir perfeccionando su propia técnica de ponerme o no en modo vibración el pie.

Mediodía:

Dentro del sueño me obligo a despertar para escribir de inmediato lo soñado antes de que se me olvide. Conclusión: el escritor del diario y su diario no existen, solo son un sueño más de alguien que aún no sé quién es.

1:55 p.m.:

¡Miércoles!, el comandante D fue asesinado anoche con arma blanca en la calle 41 a la entrada de una discoteca; encuentro con dos amigas de tiempos universitarios, una de ellas es alta, delgada y de color moreno, esta me aclara que fue un suicidio, un suicidio por amor, por cachos, pero el comandante está vivo y, muy en su ley, graba, de ocultis, nuestra conversación, la amiga se alegra de su muerte, fueron muchas sus víctimas, no llora, fuerte es su rencor, la escucho con detenimiento, le explico lo de mi amistad con el difunto, de larga data, nada que ver con sus cuestionables procederes, el comandante D nos aborda de pronto en la terraza del bar donde departíamos, se hace el que no me conoce, la captura y la sube a la fuerza a una camioneta cuatro puertas de vidrios polarizados. En medio de mi aturdimiento por lo presenciado, me quedo con mi otra amiga pensando lo peor y viendo cómo el vehículo se pierde raudo hacia la circunvalar. Sin embargo, no deja de emocionarme el hecho de la posible resurrección del amigo o de que no haya muerto, como se dijo, durante la pandemia. Al fin y al cabo, solo vi un bloque, un quinto piso, tres flores, ningún nombre cuando acudí a constatar su muerte en un cementerio del sur de la ciudad. En esas despierto y me alegra con extrañeza lo contrario, que sí lo está, sintiendo un alivio por la suerte de mi amiga desaparecida, a la que, sin conocerla, le deseo que siga vivita y coleando, alta, delgada y morena, sin muertes que lamentar, disfrutándose el mundo con un buen amigo que se parezca a mí.

4 p.m.:

Ideas sueltas. Peligrosidad del diario versus atrevimiento de escribir dada la certeza de que el número de sus lectores es mínimo, ninguno de los afectados se enterará. Tampoco los muertos. Decidir de antemano, durante la vigilia previa, qué soñar. Creación versus espontaneidad, para que nadie dude de la propiedad de lo escrito. Todas las noches una película similar o diferente saliendo y entrando por los poros de mi cabeza, como si tuviera una pantalla encima que miro sin ojos, hasta que inacabada o con the end es absorbida y reducida por la trivial consciencia que, al recuperar el control, emite el humano graznido que anuncia un nuevo día.

5 p.m.:

Salgo a trotar. Esto es rigurosamente prioritario. Disciplina deportiva, plata es plata, porro es porro. El paro armado que espere. Doce kilómetros, nueve de trote continuo. Runrún de toque de queda al volver a casa, patrullas en moto por el barrio.

7:15 p.m.:

Aplazado el encuentro poético-musical de mañana, la reunión de pájaros nocturnos en casa de alas Fermín. La causa: Paro Alado.

8:25 p.m.:

No hay toque de queda. Aprovecho para dar una vuelta por la ciudad. Soledad y silencio. Hermetismo, hay en el aire aroma de tiranía, de dictadura, de fe totalitaria, trato de respirarlo de manera apacible, ¿quién gobierna a esta hora?, ¿dónde están todos?, me parece estar viviendo en una dimensión desconocida, esto no es normal, aunque sí, es un país que ha estado en guerra desde siempre, qué puede sorprendernos, los del paro armado, desde sus escondites, establecen horarios y amenazan con quitar la luz, reclutan jóvenes y les pagan por ejecutar sus planes, plan pistola, plan lucero, plan delirio.

Mayo 7 de 2022, sábado, 10:37 a.m.:

Buenos días, sábado. ¡Que viva el paro armado!  No sobra un susto de vez en cuando a ver si la ciudadanía reacciona y elige un mejor destino. Que sirva el encierro para escuchar a Chesney Henry, hace rato no me dejo elevar por su brujeril trompeta. Doce artesanales listas en la nevera. Desde ayer pensando en ciertas muertes, como la de la médica a la que hace cinco años le cayó encima, desde un sexto o séptimo piso de un hospital universitario, una estudiante de enfermería que sobrevivió a su presunto intento de suicidio, viéndose incursa en el delito de homicidio culposo; o la de Esquilo, a quien, según la leyenda, una tortuga le golpeó la testa con su caparazón al ser arrojada por un águila o quebrantahuesos que confundió la calva del dramaturgo con una roca. Ciertas muertes, ciertas suertes, ciertas tragedias. Curiosa y perturbadora que es la vida. ¿Quién diablos da ese tipo de órdenes? Si a la médica le hubieran contado cómo iba a morir, seguramente no lo hubiera creído y hasta se burlaría de semejante inverosimilitud, qué tal pasarse toda la vida cuidándose de que un cuerpo humano le fuera a caer del cielo, predestinada entonces, de tanto mirar hacia arriba, a perecer yéndose por una alcantarilla sin tapa. Con todo, vivimos en peligro permanente, y no es de esquizofrénicos y paranoicos tener que estar atentos. En cualquier instante se te puede meter un avión por tu ventana.

2:10 p.m.:

Hola, Soledad, no me extraña tu presencia… Yo soy un pájaro herido que llora solo en su nido porque no puede volar…

3:28 p.m.:

Volare, oh-oh, cantare, oh-oh-oh-oh, azul pintado de azul…

5 p.m.:

Sol mío: en tus manos colocamos esta noche que no ha pasado y el día que todavía no llega.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

(continuará)

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