EL MUSICANTE.

Cerremos el año con música. Turno para UN SOLO DOLOR.

¿Qué decir de esta canción? Primera vez que la muestro. Versión casera, solo yo en las voces y moviendo algunos instrumentos. La terminé el 6 de agosto de 2016 y desde entonces cuenta con este único audio que hice en ese tiempo para mi deleite exclusivo, por no llamarlo secreto sufrimiento. Pero hoy, al fin, me atrevo a mostrarlo. Han pasado cosas que me animan a esto.

Nada fácil hablar de este tema. Larga historia familiar de encuentros y desencuentros. No profundizo en ella por respeto a todos sus actores (incluyéndome). Pero bueno, dicen que las palabras tienen poder. Y yo creo que es cierto. Para bien o para mal, ¡lo tienen! En este caso, fue para bien. En junio de 2010 incluí en mi poemario “Cantando a Destiempo” el texto que sigue. Léanlo (después de él, continúo).


A MIS HIJOS

desearles por supuesto lo mejor

yo cumplí la tremenda misión

de condenarlos a la muerte

cuando les di la vida

no es mi culpa que resulte triste

en todo caso

algunas utopías

valen la pena conjugarse


su padre no es un tipo afortunado

aunque tampoco se detiene en desventuras,

la tierra que les di

tiene tanto de bien como de mal

pero es un valle feraz y sensitivo

que al luchador le otorga bendiciones


ya pagué con ustedes mis victorias 

y ahora que cuasi provecto me acuerdo

de la sangre, hermanarlos no es

asunto que me inquiete    

puesto que la telúrica trama 

se encargará de hacerlo


no es culpa mía si resulta alegre

yo cumplí la tremenda misión

de condenarlos a la vida

cuando les di la muerte


En efecto, dos hijos (sin más hermanos de por medio), un distanciamiento en términos absolutos que creí invencible, un conflicto tras otro, rencores, resentimientos, más versos, más canciones (una tremenda e impublicable, titulada “El padre que no soy”), dos vidas que crecieron por separado y en mundos radicalmente opuestos, justicias e injusticias, razones y sinrazones, y al final ningún inocente, ningún culpable, comprender que no cabe hablar de culpas e inocencias en los turbios senderos del corazón humano.

No tuve que morirme para que ese primer contacto se produjera. La telúrica trama, como dice el texto, se encargó de hacerlo. Un día de septiembre de 2020, mientras yo intentaba salir de una aplastante enfermedad me enteré de ello, y la noticia me llenó de tanto aliciente que fue quizá lo que más me permitió escapar del infierno mental en que me encontraba. Hoy, las cosas marchan hacia mejores horizontes, no necesariamente de hermandad, pero sí de superación de angustiosas historias para tranquilidad de todos.

Así que la canción perdió, por fortuna, vigencia, pero cumplió también su cometido. Me temo que es soturna, no es la ideal para celebrar esta fecha, aunque si la examinamos desde otros puntos de vista sí que lo es, al menos para mí, contento (a mi manera) de saber que mis dos hijos bregan, cada uno en lo suyo, por abrirse camino, por labrarse un futuro, en el que, por qué no, la felicidad esté presente. Celebro que el menor, por ejemplo, haya conseguido esta semana por fin un buen trabajo, después de miles de hojas de vida y entrevistas infructuosas, y que lo haya logrado como él quería, por sus méritos profesionales, sin deberle nada a nadie, y celebraré que el mayor, cuando regrese en febrero de 2022 de cumplir un requisito académico en territorio brasileño para obtener su doctorado, encuentre en este país del palanqueo la oportunidad por la que mucho se ha esmerado con resultados de excelencia. Esperemos que no tenga que engrosar la fuga de cerebros.

Buenos tipos, ambos. Cómo no me voy a alegrar de que mi triste canción, traicionándose a sí misma, haya evitado ese terrible encuentro en circunstancias últimas. Verso y canto terrígenos conspirando para que ese acercamiento se diera cuando aún se está a tiempo de avivar quién sabe qué locas emociones…

Se trata, en todo caso más allá de su particular historia de un producto estético, y como tal creo que se justifica igualmente sacarlo de su afectuosa cárcel.

Feliz Año 2022 para todos. Gracias por acompañarme en este 2021, por leer mis textos y escuchar mis canciones, por saberlos tan cerca a pesar de otro tipo de distancias, normales ya en estos tiempos pandémicos y de alienación informática.

Brindo por ustedes, por sus vidas, y espero que mis lucubraciones les hayan servido para algo.

Otro año. Viejas y nuevas batallas. Volví al sindicalismo y a los festivales, y espero publicar en 2022 algunos libros, centrarme en la narración poética, regalarme más canciones, contribuir desde la soledad de mis fracasos a hacer de este mundo un lugar más vivible, más humano, más digno, más soportable.

Va mi abrazo, y también el de Martín, oculto hoy en su Castillo.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

Audio de UN SOLO DOLOR:

 

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