SOBRE SUEÑOS Y PERSISTENCIAS

    Esta historia parece confirmar aquello de que la constancia vence lo que la dicha no alcanza y lo no menos socorrido de que los sueños sí se cumplen.

    En la mañana del 27 de septiembre se conoció el resultado de la selección de canciones inéditas en el Festival Vallenato. De 148 inscritas, el jurado escogió solo 38 para la primera ronda del concurso de canción vallenata inédita (24 paseos, 5 merengues, 5 sones y 4 puyas). Las inscripciones se habían cerrado el 18 de septiembre y supuse que ese lunes 27 saldría el listado. Me había propuesto no entrar a la página web del festival en espera de que algún amigo me llamara a darme la noticia. Si hasta el mediodía ninguno se reportaba, era porque me había quedado una vez más por fuera del concurso. Así de sencillo. Como que resultaba mejor irse decepcionando poco a poco, para que el garrotazo musical doliera menos.

    Pero la valiente curiosidad pudo más que la cobarde expectativa y fue así como terminé visitando de una vez el salón de prensa del festival. En efecto, ahí estaba, orgullosa y terminante como las veces anteriores. Empecé a leer la nota, reparé en los nombres de los jurados, crucé luego por la observación de siempre y el terrorífico listado que año tras año emociona a unos y desmotiva a muchos esperaba debajo para ponerle fin a la impaciencia. Hice clic en él para descargarlo y mi desazón abrió la puerta. Busqué en los sones y nada, no estaba el mío, leí luego los merengues, las puyas y por último los paseos. Tampoco me vi entre los paseos. Es verdad, no me vi por ningún lado. Sentí una tranquilidad inusitada (al fin y al cabo, animal acostumbrado a perder) y decidí fisgonear un poco los nombres de los compositores elegidos cuando, de repente, las trece letras de RESPETA EL ALMA se metieron, todas a un tiempo, en mis aturdidos ojos. ¡Nojoda!, ¡pasé!, ¡pasó el paseo! Por fin un paseo de mi cosecha había sido seleccionado en Valledupar, y de inmediato solté la risa, socarrona y bulliciosa, ni emoción ni felicidad, solo algo así como una comprobación de lo que sospeché o intuí podría ocurrirme. Ambas canciones son buenas y aunque el son era el plan A le tenía una secreta fe al paseo, una corazonada me decía que el paseo podía convertirse en sorpresa. K escuchó mis gritos, se acercó a felicitarme, me dio un abrazo y un beso, conoce ella bien esta lucha mía de tantos años y, por ende, dónde habita la pasión de mi utopía.

    Y bueno, ya estamos dentro del Festival Vallenato en su versión 2021, entre los 24 paseos que fueron seleccionados. Pero los sueños necesitan dinero para terminar de cumplirse y lo de la constancia es más un asunto de aprendizaje que de tiempo. Sin esas canciones mías que, infructuosamente, han precedido este empeño jamás hubiera llegado hasta aquí, cada una me enseñó lo suyo. Gracias a ellas por haber puesto su grano de arena en este lío.

    Nunca fue en realidad un sueño, sino una meta, y ahora no sé cómo voy a hacer para que esa meta pueda subirse a la tarima vallenata el 15 de octubre. Concursar en Valledupar (lo viví en 2018 con un son) es altamente costoso, y sin ayuda o patrocinio resulta casi imposible. Ando en eso, a ver si es cierto que en mi ciudad natal se apoya oficialmente la cultura.

    En definitiva, la meta se logró, así que me podría dar por bien servido y no viajar a presentarla. Ganar o figurar entre los premiados sí que sería un sueño, y los sueños, si me han leído, ya saben lo que pienso sobre ellos. Más bien me planteo otro objetivo: superar la puesta en escena que hicimos en 2018. U otro más acorde con mi rebelde rumbo: enfrentar esta batalla hasta el final. Histórica, además, siendo el primer Festival Vallenato que retorna a la presencialidad en medio aún de la pandemia. Toca extremar el cumplimiento de protocolos para salir a salvo de este reto.

    Gracias a los amigos y contactos, lectores y suscriptores, que me envían su fuerza con cada lectura afectuosa de lo que sábado tras sábado les dejo por aquí. Y a Siervo Dueñas, por esa interpretación maravillosa tanto del son como del paseo.

    Nos espera entonces por segunda vez en mi recorrido festivalero el Festival de la Leyenda Vallenata, y para combatir musicalmente en él debo acudir con los míos, los músicos de Sahagún que me han acompañado por lo general en estas andanzas, especialmente los dos Juan, Juan Carlos Carrascal en el acordeón y Juan Miguel Martínez Bula en la guitarra, y, por supuesto, con el amigo infaltable, el cantante momilero Fernando Enrique Mendoza Santos. Se prometió hacer la mejor tarima de su vida, en un escenario por él soñado, y sé que la hará. Anda corriendo con la letra del paseo, pues se sabía y dominaba era la del son. Ah, y con mi compadre Martín del Castillo, encargado de voces y coros (ni modo de dejarlo en el Sinú).

    Bien, hoy esta publicación es tempranera, pues ando yo también corriendo, pero con los trabajos de la maestría en literatura que continúo cursando.

    Suerte y paludismo, como diría El Bonyur, aquel personaje inolvidable de la calle 41 que fue acribillado por las balas oficiales de la sucia limpieza social en los Ochenta “siglo veinte, cambalache, problemático y febril…”.

FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

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