DESBALANCE VALLENATO

Bueno, no se pudo llegar más lejos. Gracias por apoyarnos. Canción había, pero concursar en el Festival Vallenato requiere mucho más que eso: es innegable que hay que tener relaciones, ser conocido en el medio, y se necesitan sobre todo recursos para poder hacer una puesta en escena altamente competitiva, ya que la interpretación o presentación pesa en demasía y termina siendo determinante. Más que un festival de canciones parece un festival de cantantes, y hay varios que desfilan en el concurso desde hace tiempo, posicionando canciones en las finales a costos elevados. Tienen, sin duda, el “estilo” que predomina en el concurso. Ni hablar de poder disponer también de dos y hasta tres experimentados coristas, un guitarrista adicional y músicos con renombre folclórico en el evento. No deja de ser esto una competencia un tanto desleal.

Así que un compositor sin apoyo económico de ningún tipo (ni oficial ni privado, como en el caso de mi compadre FBA, alias Francisco Burgos Arango), difícilmente puede aspirar a meterse en las grandes ligas del estrellato en el Valle. Allá dejó FBA los pocos ahorros que tenía para publicar en diciembre su tríptico de “Prosas para romper la felicidad”. Adiós, literatura. En todo caso, valió la pena volver a las tarimas casi dos años después de la última donde estuvimos antes de que empezara la pandemia, una tarima más para seguir consolidando la trayectoria y el aprendizaje. Antes la lucha era por ser seleccionado, ahora será por avanzar en el concurso y algún día coronar una final en el Parque de la Leyenda Vallenata. ¿Por qué no?

Esto es como un largo curso, toda una escuela por la que, quiérase o no, toca pasar. Hay compositores que llevan muchos años batallando en inscripciones, selecciones, rondas preliminares y semifinales. De todos modos, no se hubiera logrado este año el objetivo de presentar la canción en la tradicional tarima de la Plaza Alfonso López en pleno centro histórico de Valledupar, puesto que la ronda semifinal estaba programada para ser realizada en el mismo sitio de la ronda clasificatoria. Otra vez será. La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata debería pensar en un mejor escenario para el concurso de canción inédita desde su inicio; gratis, abierto al público, y no vemos otro mejor que el de la plaza donde está el famoso mango de “Ausencia sentimental”. Ese sería nuestro mejor jurado: el pueblo de Valledupar, y no las barras prefabricadas por algunos concursantes, con camisetas y demás parafernalia, ni la sola asistencia de estos y sus comitivas o acompañantes. Haber recibido la aceptación y los buenos comentarios del personal de vendedores y de logística, es un buen síntoma de que la respuesta espontánea del pueblo es imprescindible en un evento de tal magnitud.

Y como no está prohibido tener ilusiones (y también nuevas decepciones), sé que mi compadre FBA mandará la tristeza y la frustración al carajo mientras va llenando su corazón de nuevas aventuras, perseguidor de sueños imposibles como lo es él. ¡Y yo estaré siempre ahí para ayudarle!

La felicidad de cantar lo propio no tiene precio, así implique un estrés monumental que a veces supera nuestras fuerzas. ¡Qué diablos!, hay que seguir componiendo y sobre todo descomponiendo el mundo, nutrir la vida de retos y de metas para que podamos, sin importar el paso del tiempo, seguir viviendo con tranquilidad, esperanza y brío.

En definitiva, los festivales y sus concursos siguen siendo coyunturales, y el de Valledupar no es la excepción. El tipo de jurados también cuenta. Una canción como RESPETA EL ALMA no será calificada igual por un compositor tradicional o narrativo que por un compositor lírico. Lo de siempre: debería haber un equilibrio en la designación de esos jurados, entendiendo que analizar el texto y el mensaje de una canción es asimismo relevante. ¡Qué falta siguen haciendo escritores, investigadores y poetas en esos grupos de jurados! Nos veíamos en la semifinal del concurso, y, modestia aparte, después de escuchar todas las canciones presentadas, nuestro paseo hizo méritos para llegar, al menos, hasta ahí. Como no se publicaron esta vez los puntajes de cada jurado, ítem por ítem, individuales y consolidados (hecho inexplicable y muy raro en un festival que acostumbra a hacerlo en su página web), nos quedamos sin saber en qué fallamos y qué puesto finalmente obtuvimos.

La manipulación del sonido aporta también lo suyo. Más volumen y mejor sonido para unos que para otros. Mañas de los festivales. ¡Y la suerte! Anoche, llegando a Montería, el compadre FBA entró a la reunión sabatina por Zoom del Club Zenócrate de Literatura que dirige el poeta Fernando Denis, y pudimos escuchar al cineasta Dago García hablando de la importancia del factor suerte tanto en el éxito como en el fracaso. Sin duda, la suerte influye, y esto de qué jurados te toquen en un concurso musical es prueba de ello; en otra ronda, con otros jurados, los resultados podrían cambiar diametralmente. Por eso, lo de conocer sus puntajes es un ejercicio interesante, pues es posible que solo uno de tres jurados haya incidido negativamente (no exento de dolo) en la calificación total. Que se conozca cómo califican, quizá los obligue a ser algo más responsables y objetivos. No divulgar los puntajes favorece el rumor de la sospecha.

Se hizo entonces, contra viento y marea, lo que se pudo. A futuro, toca seguir mejorando la presentación de la canción para poder competir en igualdad de condiciones. Era casi imposible haber viajado y, sin embargo, gracias únicamente a un par de amigos vallenatos, allá estuvimos. Lo positivo: un gran avance, un paseo por primera vez seleccionado, dos participaciones en el Festival Vallenato. Hay compositores que llevan años aspirando a ser seleccionados, y mi compadre FBA (que también pasó por esa larga espera) ha estado ya dos veces concursando en el máximo certamen de la música vallenata en Colombia (2018 y 2021). Yo lo aplaudo y lo aliento a proseguir. Sé que en cuestiones de terquedades y utopías es todo un campeón. No me extrañaría que en alguna distópica locura se le dé por ganárselo y de verdad se lo gane.

Gracias a mi otro compadre, Fernando Enrique Mendoza Santos, por ponerle su voz y su corazón a este viaje festivalero. Nos toca a él y a mí tenerle paciencia y comprensión a FBA, que es el que nos mete en estos líos. Algún día nos pagará lo que nos debe, ni modo de cobrarle ahora.

Dejemos, pues, que el compadre FBA descanse durante unos días y se recupere tanto anímica como económicamente del esfuerzo realizado. Pronto reaparecerá. Mientras tanto, me encargaré yo de sus asuntos.


Martín del Castillo

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