LA SABATINA DE HOY es cerca de la medianoche y solo noticiosa.

Aplazada la publicación del porro "Atípico y sutil" en la sección EL MUSICANTE. Hoy le tocaba. Listo quedó el texto introductorio, pero no alcanzamos a ajustar algunos aspectos de sonido. Continuará en el horno por unos días.

A los que leyeron mi publicación anterior, les cuento que sobreviví a los exámenes de la maestría en literatura con tres “sobresalientes” y dos “notables” que me permiten seguir en esta dura brega. Toca ahora enrutarse hacia los inicios del Trabajo de Fin de Máster. “Julio Ramón Ribeyro: el espíritu del dolor” (su título provisional). Mucho aún por leer sobre este escritor peruano y debo adquirir tres o cuatro libros que me faltan. Toca acudir a BUSCALIBRE.COM. Y confiar en que otro asuntico de salud que se me presentó ayer (lo mismo del ojo derecho, pero en el izquierdo, aunque, al parecer, leve; el lunes, en cita con la especialista, lo sabré) pueda también ser superado y no obstaculice la culminación de este objetivo.

Me encuentro desde hace un par de días sin número de celular para llamadas. Tuve que inactivar el que tenía, eliminar WhatsApp y aplicaciones afines. Razones personales y laborales me obligaron a ello. La información de este blog seguirá circulando (solo los enlaces de sus entradas) a través de Twitter y de la cuenta de Facebook de mi coetáneo y conterráneo, Martín del Castillo.

Quienes deseen contactarme lo pueden hacer escribiéndome a los correos sinumania@hotmail.com o sinuatiempo@gmail.com (nada de cuestiones de trabajo, por favor). Por ahí les contesto, y si tengo sus números de teléfono (conservo la lista de contactos) los estaré llamando desde otras líneas. O nos pillamos a la antigua, mediante señales de humo o con esa sensibilidad especial que nos permitía olfatearnos y encontrarnos sin necesidad de estos incómodos aparatos. ¡Qué alivio! El celular es de veras todo un lío, y si se es servidor público el embrollo se agiganta, pues no faltan quienes confunden lo público con lo privado y creen que los recursos propios son canales de comunicación institucionales.

Detesto los manoseos (excepto que sean médicamente eróticos, como me los recetaron una vez para la ansiedad). Un servidor público no es esclavo ni propiedad de nadie (ni del Estado ni de los particulares), y, como cualquier ser humano, tiene no solo deberes sino también derechos, y uno muy importante es el derecho a que le respeten al menos su privacidad. Treinta años en estas y sin tachas de corrupción, prestando un servicio amable y respetuoso (para no hablar de competencia y credibilidad), no se menoscaban así porque sí.

Por fortuna, mi vida de funcionario está cada vez más cerca de concluir, y, entonces sí, soltaré del todo la lengua, nada de cuidar imagen. ¿Más?, se preguntarán algunos… ¡Pues sí! Acostumbro a guardarme muchas cosas que quisiera poder decir…

De todos modos, ya era poco lo que contestaba el celular, pues entre números desconocidos y ofertas de productos había optado por contestar solamente uno que otro número conocido. Me excusarán que vuelva a la época de las cavernas, pero ni modo: tocó así, por salud mental y para salvaguardarme de presiones indebidas. ¡Ya estoy muy viejo para dejarme joder de la amargura! Por encima del bien y del mal, como diría el gran salsero de Lorica, Fernando Arteaga Pardo.

Nada fácil vivir hoy sin teléfono celular. Pero alguna vez fui feliz e incomunicado.

FBA 



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