EL MUSICANTE. Turno para Atípico y sutil. Día de estreno musical.

Va esta vez en audio y en video-imágenes (con este video inauguro hoy un nuevo canal en YouTube; copio el enlace, por si quieren suscribirse: https://www.youtube.com/channel/UCP7dfJyzI4oVnDeaZUNBdNg). Nombre del canal: Francisco Burgos Arango (FBA).

Otro porrito criticón y pendenciero. Más picante y filudo que La plegaria de Pelayo. No hay rezos ni ilusiones. Nada que ver con venganzas, envidias, derrotas o moralinas. No se dirige a ningún compositor en particular. Como diría mi hermano Ceba (poeta y pintor), al que le caiga el guante…

Su historia forma parte de la historia de mi relato “El compositor”, incluido en mi libro híbrido, Santo remedio

La canción festivalera obedece, por lo general, a un patético libreto, y lo peor es que el formato continúa siendo exitoso; cuenta con público conveniente, comitiva de aplausos y jurados afectos a la fórmula. El patrioterismo local es otra de sus armas. Fueron muchos festivales en los que me tocó ver cómo este tipo de canción se vale del elogio vacuo, del lugar común y del oportunismo rampante para, con ayuda igualmente de una que otra maniobra non sancta, ganar y seguir reinando sin detenerse en escrúpulos.

Como me dijo una vez el amigo escritor Julio César Pérez Méndez, festivales de esa índole es deshonroso ganárselos. Y creo que tenía razón, pero mi terquedad podía más que mi sensatez. No me los gané, pero estuve en varios podios, ocupando segundos y terceros puestos. Así fue como medio me salvé de la deshonra y seguí activo en el intento. Nunca entenderé a esos compositores que se ganan un festival y, no contentos con eso, regresan in sécula al mismo festival y hasta se lo ganan varias veces. ¿Por qué? El dinero está más cerca de la respuesta que la pasión. Mi lema era éticamente distinto: festival que me ganara, festival del que me retiraba. Hay que darles chance a los que vienen atrás (como aconsejaba mi padre en su combativo poema “¿Y de qué me quejo yo?”).

Un hecho me sirvió también de detonante: un compositor vallenato que concursó una vez en Ciénaga de Oro y en la letra de su paseo tenía a mi tío, el poeta H. Galo Vurgos P., mencionado como poeta popular. Sin duda, un personaje muy popular y querido en su tiempo, pero de ahí a calificar su poesía de popular o encasillarlo como el poeta del pueblo hay una distancia bastante larga. No por razones elitistas o peyorativas, sino porque el cultismo, el culturalismo, el humor, la ironía, la sátira, la irreverencia, el inexistente provincianismo, el léxico, la autenticidad, la independencia de espíritu, el sentido estético y ético, el oscilar entre lo místico y lo profano, la pureza de la soledad y las formas clásicas del poeta H. Galo lo hacían único en su especie. Un poeta sui géneris, de muchos mundos y de ninguno.

Al año siguiente concursé en Ciénaga de Oro con la canción “La poesía que heredé”, pretendiendo reivindicar en ella la verdadera dimensión del poeta H. Galo. El hijo de gloriosa procedencia (que sería después rey de canción inédita en Valledupar) no había vacilado al incluirlo en su embeleco sin saber de quién se trataba, sin haber leído siquiera uno solo de sus miles de versos. Nada sabía de Nectario, de Miel de abejadel programa radial Noches líricas, del proyecto de publicar un último libro titulado Mis mil mejores poesíasmucho menos de sus poemas monosilábicos. Empero, así como el libreto recomienda que en la letra de la canción no se deje por fuera al loco del pueblo, un poeta tampoco podía faltarle al desaguisado, al lado del chicheme, la caraqueña y el cazabe. Una escritora de renombre ornaba asimismo la letra, sin importar que su primer apellido fuera sumamente dificultoso para rimar con él. El compositor lo terminó metiendo a la fuerza y frenaba un poco la interpretación para medio pronunciarlo bien.

Al hacedor de semejante homenaje al lisonjeo, los organizadores le dieron ese año un trato especial, cambiándolo, por ejemplo, de puesto en el listado de presentación (ubicado entre los primeros pasó a ser de los últimos), ya que el sujeto se encontraba concursando también en niquelado municipio cordobés y había que esperar su arribo a territorio orense. Así de metálica y elegante fue la vaina. Para no hablar de lo que se rumoraría después del fallo. Fue el año en que íbamos a concursar con “Canta mi río” y minutos antes de ser llamado decidí irme. Intuición baquiana y salvadora.

¿Qué hubiera dicho o hecho H. Galo al escuchar su nombre en una canción costumbrista de esas con las que tanto se trafica a nombre del folclor? Dateada como lo fue por un músico del terruño, se hubiera burlado -como él sabía hacerlo- de las chabacanerías que eran capaces de orquestar para ganarse a como diera lugar los festivales. Bohemio y sarcástico, con media de aguardiente en el bolsillo trasero del pantalón, H. Galo los hubiera correteado e increpado con alguna de sus arengas trasnochadas. Cual Quijote extraviado en el Sinú, que es como lo presenta el escritor José Luis Garcés González en el Tomo I de su obra Literatura en el Sinú Siglos XIX y XXAlgo de eso tenía.

En una ocasión H. Galo me contó que con los versos de Lope de Vega se puede, extendiéndolos uno tras otro, trazar en el terreno los lindes de España. Pues resulta que con los suyos se le pueden dar muchas vueltas a su Ciénaga de Cobre, nombre con el que inmortalizó a su natal Ciénaga de Oro cuando decidió, en el soneto titulado “Elegía”, cambiarla justamente de metal.

Esta crítica, en modo de canción, me estaba circundando desde hacía rato y la fui cociendo poco a poco hasta que reventó. Reitero que no es contra nadie en singular, sino contra una práctica que se volvió nociva. Aprecio y respeto a muchos compositores que se muestran constantemente en festivales, he escuchado de algunos de ellos canciones de gran valía que me han servido incluso para mejorar mi proceso creativo, y conozco todo lo que cuesta e implica, en materia de esfuerzo y sacrificio, participar en ellos. En todo caso, ya es hora de salirse de la zona de confort, pues la canción ex profeso, obvia y repetitiva, no contribuye a engrandecer el arte musical, y termina descolorando cualquier fama. Cierto es que pasan los festivales y se muere antes de bajar de la tarima.

¿Por qué en aire de porro? No lo sé. No fue algo deliberado. Espontáneamente su tema y su letra se fueron amoldando más a este ritmo. Como si el mismo porro lo hubiera así querido, para que la crítica cobrara quizá un valor más autóctono o ancestral. Pudo haber sido, además, por aquello de que los porros no tienen por qué circunscribirse a ciertos temas, cuestión en la que he tratado de ir dejando mi modesto aporte. Un porro también puede profanar, protestar o salirse de contexto, aunque esto de protestar es relativo. Rubén Blades decía que su canción urbana no protestaba, sino que describía. Creo que Atípico y sutil es de esa misma línea. Y creo que en el componente textual del porro cantado hay mucho aún por explorar. Recordemos que Miguel Emiro Naranjo sostiene que el porro nació con letra.

Mi compañero de festivales, Fernando Mendoza Santos, me pidió mantenerlo en reserva para liberarlo más tarde en algún concurso. Pero no creo que sea buena idea. Habría más desventajas que ventajas. Supongo que cuando la pandemia pase, el libreto volverá a brillar en las tarimas con toda su parafernalia y con los jurados propicios. En la forzosa virtualidad no ha dejado de arrostrarnos su poder. Me los imagino moviendo todas sus fichas para que no nos preseleccionen o nos descalifiquen, nos veten, nos apabullen con los puntajes.

La verdad, no sé si vuelva a esto de los festivales. Me queda sí un cartucho festivalero pendiente: el Festival Vallenato, en aire de son, con un canto de veras especial: “Me decían el son”. Ya veré si lo inscribo. Está bajo llave desde el 14 de febrero de 2020 que lo terminé. Si lo inscribo y no lo preseleccionan, estará en EL MUSICANTE. O después del festival, si le dan la oportunidad de despegar en las tarimas vallenatas.

Los créditos de esta versión de Atípico y sutil son los siguientes:

Guitarras: Juan Miguel Martínez Bula

Percusión: Luis Alberto Rojano

Voces y coros: Vanessa Martínez

Música, letra y canto: Francisco Burgos Arango

Estudio de grabación: MartbulaStudios (Facebook: Juan Martínez Bula) – Sahagún (Córdoba, Colombia)

No faltará el que después de escucharlo suelte, en lugar de un guapirreouna frase igualmente explosiva:

Es un porro bonito, con una letra hijueputa.

Yo me defenderé diciendo: no es mío, es de Martín, el del Castillo. Si no me creen, fíjense en lo que él escribió para enlazar esta nota en su libro de caras: “El Sinú no es solo folclor. El arte tiene también sus heroicos cagadales. Sabatino y nocturnal es el placer cuando la tarde muere”.

FBA

Audio de Atípico y sutil:

 

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