SOLIDARIDAD


Hay expresiones colectivas, solidarias

Que me hacen repensar las militancias


Confieso que por más ruidos que predique 

Me perviven ciertas alergias inauditas

 

De ahí que revolucione más cuando estoy solo

Y cante a todo pulmón cuando me pierdo

 

Debe ser el poeta que cual fardo del mal    

Cargo o me carga

 

Debe ser la metáfora que se apresta tramposa

Cada que la montaña se atraviesa

 

Consignas que coreadas por caníbales

Pretenden hermanar lo insoportable

 

Coyunturas de un país que no concibe    

Nada que no produzca sufrimiento

 

Qué sería de mí si la verdad triunfara

Qué aburrida sería la muerte sin peleas

 

La lucha nada tiene que ver con la victoria

Como tampoco la vida se nutre de bondades

 

Si grotescos me parecen los fraternos gritos  

No por ello desarmo mi despoblada brega

 

Hay expresiones solidarias, colectivas

Que me hacen desaparecer del universo

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Escribí este texto no recuerdo hace cuánto. Lo cierto es que lo publiqué en mi poemario “Cantando a Destiempo” en junio de 2010, incorporado a su capítulo final.

Resumo en él (creo que de manera sinceramente cruda) lo que he sido y sigo siendo, y he pensado siempre en relación con ciertas militancias desabridas.

No falta ni sobra nada. Ahí estoy, que ni pintado. Así soy. Así pienso. Así actúo.

Arte y poesía aportan una visión muy particular que conflictúa, sin duda, la existencia. Las revoluciones tienen que hacerlo, ir más allá de sus conquistas sociales o políticas, no perder el filo de la contradicción humana.

Poesía pura versus poesía social. No le temo a la poesía política. Por el contrario, me gusta asumirla. Una vez leí algunos textos de ese calibre en un festival de poesía, y al día siguiente el comentario general llegó a mis oídos: si no fuera por su musicalidad, mis poemas serían panfletarios. Todavía me río de esos puristas repletos de emociones.

Sin embargo, a la hora de luchar por ideales justos soy de los que no declinan y sostienen la posición hasta lo último, cueste lo que cueste. Lo he demostrado cientos de veces en distintos campos de batalla. Tengo por eso fama de radical e intransigente. No firmo cualquier cosa, si es que firmo.

¿Ideales raros? Lo son. Es más: deben vitalmente serlo. El hombre es un animal raro, y quizá sea esto lo mejor que tiene, lo único que podría justificar su condición de bestia transitoria.

Al menos, seres extraños como yo no traicionamos las causas por las cuales luchamos, nunca entregamos las banderas, jamás negociamos principios y derechos, así tengamos millones de desconciertos y perversidades en el alma. Lo más curioso es que son estas maldades literarias –que portamos como fatal insignia– las que nos salvan de contaminaciones, corrupciones, componendas y demás plagas propias del oportunismo. Cuando se concibe y se vive la vida con “afán” de absoluto, difícilmente se cae en dobleces y arrodillamientos. Las posturas conciliadoras, en cambio, son propensas a pactar bajo la mesa y a preferir el interés individual.

Es triste y decepcionante ver cómo muchos que se las dan de humanistas, correctos, demócratas y comprometidos, ¡sí que lo hacen! Y con creces. No hay nada más catastrófico y peligroso que esos “líderes” que terminan encariñados con su contraparte, prodigándose confiancitas y regalos mutuos. Para individuos como esos, la lucha no es más que un disfraz con el cual buscan obtener el máximo beneficio (personal) posible. Son calculadores y mentirosos, y con un ego descomunal que los carcome y delata. Se sienten importantes por una llamada o por un saludo ministerial o empresarial, o por una foto al lado de oprobiosos gobernantes. Pobrecitos.

A sus críticos, nos tildan obviamente de ser cómodos y torcidos, de no comprometernos, de no proponer ni conseguir nada, de solo juzgar. ¡Habrase visto tanta desfachatez!

SOLIDARIDAD. Mi respuesta, desde el verso, a esos badulaques engañabobos que se creen los grandes luchadores cuando en realidad los amansa el aburguesamiento, el burocratismo, la lambonería y el turistear. Cuando les conviene, se muestran, por supuesto, radicales y endurecen el discurso, pero finalmente nadie les cree, no les luce, se ven insinceros, ridículos y fatuos. Entre el manoseo y la servidumbre. Esa es su historia. En eso acaban.

Recuerdo una bella frase de una amiga que una vez se despidió de una junta sindical: “Es mejor tener paz que tener la razón”.

Se me ocurre otra: Es preferible no lograr nada que vender la esperanza de lograrlo.


“Hay expresiones solidarias, colectivas

Que me hacen desaparecer del universo”


FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

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