LIBRO DE CUENTOS.

Como lo anuncié días atrás, mi libro de cuentos –que he titulado SANTO REMEDIO– está conformado por las siguientes historias: 

- La noche del exilio

- El aire del ausente

- El compositor

- Brisas del más allá

- Santo remedio

- Blue jeep

- El Ojón

- La amada

- ¡Feliz cumpleaños, hijo!

- Amarga Navidad

- Servicio público

- Ofelia

- Facultad de desechos

- 1821

Concluida su revisión (aunque en verdad este proceso jamás termina, siempre podrá ser mejor -o peor- el resultado; un vocablo que hoy nos sirve, puede no funcionar igual tiempo después) y faltándole solo el prólogo y la dedicatoria, será mi primera publicación, en libro físico, en 2021. He decidido aplazar la publicación del tríptico “Prosas para romper la felicidad”. El turno ahora es para este ejercicio narrativo.

La noche del exilio” se remonta al año 1997 y fue escrito en Sahagún y en Montería diez años más tarde, cuando se acabó, al menos físicamente, dicho exilio. Del exilio no se regresa nunca. Está dedicado a un viejo amigo, Orlando Alarcón, transcurre en Bogotá, un exilio real y una noche inolvidable; mis años de agitación estudiantil en la Universidad de Córdoba están ahí presentes, a través de una historia de amistad de esas que creemos podrían durar toda la vida. Pero las luchas mueren o se aburguesan, cambian de bando, y la amistad se dispersa, por ende, de manera irremediable. Aparece en este cuento una gloria del deporte muy querida en el Sinú, que, por aquellos años, después de triunfos y reveses, se dedicaba a cantar vallenatos en las frías calles capitalinas. Un encuentro real, en un mundo de exilios y desesperanzas.

El aire del ausente” lo terminé de escribir en Medellín el 25 de septiembre de 1984. Reescrito y ampliado (o actualizado y dañado) en julio de 2011 en Montería y en Sahagún. Un texto rarísimo y confuso. Opté por no retocarlo más, difícilmente podría recuperar tono y ambiente. Medellín, primer periplo universitario, la Playa Blanca de San Antero, una negra hermosísima, espacio y tiempo trastocados, ir y venir sin contemplaciones, ausencias, distancias, y una amistad igual de extraña y complicada. Contiene, no obstante, pasajes dignos de ser rescatados, y por eso su lugar entre los cuentos seleccionados.

El compositor”. Lo terminé de escribir el 4 de enero de 2013 en Montería, y en esta misma ciudad lo acabé de corregir el 24 de junio de 2020. Cuento, sin duda, polémico, que podría significarme perder algunas amistades. Espero que no. Se encuentra publicado como anticipo en este blog. Pertenece a mi trasfondo crítico. Los festivales, sus componendas y engañifas, y la lucha del arte y de la estética contra la insulsez de las grabaciones comerciales. Los sueños de los mercaderes versus los contratiempos de los artistas. La extinción de una música vernácula tan querida y coleccionada por el muchacho enamorado que un día fui.

Brisas del más allá”. La muerte de los padres. Tema que seguirá siendo universal, así un sanguíneo eslabón me regañe por continuar tercamente escribiéndolo. Episodios que ocurrieron en agosto de 2009, días después del fallecimiento de mi madre. Un río de lágrimas que no paraba de fluir, una salida forzosa a caminar, una mujer vieja que salió de la nada vendiendo lotería, unas vacaciones que comenzaron el mismo día de la partida materna, un viaje a su suelo natal, un número familiar que saltó a la vista entre millones y que me devolvió la sonrisa de una presencia inextinguible. Reflexiones, en fin, sobre despertadores y ultimidades.

Santo remedio” presta su título al libro. Y “Santo remedio” no es más que una avenida, un río, unas cuantas calles caminándolas desde la infancia hasta la adultez, y, al final del camino, el abrazo luminoso tan anhelado, trastabillante e ilusorio como el infinito. Concluido en Montería el 24 de septiembre de 2020, es probable que sea también incorporado a un libro de cuento y poesía del Club Zenócrate de Literatura que dirige el poeta Fernando Denis (UNIEDICIONES, Editorial Ibáñez, Bogotá). Es la primera vez en cuarenta años de vida literaria que medio pertenezco a un grupo cultural. De conformación reciente y virtual. Parece que la pandemia me ha hecho replantear algunos tópicos. Extraña visibilidad a estas alturas del “fracasismo”. Debe ser porque no implica salir de casa ni traicionar la invulnerabilidad de mis esconces, como tampoco asumir pompas y otras plagas del oficio.

Blue jeep”. Así empezó –más o menos– una larga historia de amor que aún despunta por ahí…

El Ojón”; cuánto me duele todavía esta historia que terminé de escribir en Montería el miércoles 14 de septiembre de 1988… (otro combatiente de la Calle 41, caído durante la sucia y maldita limpieza dizque social de los años 88-89).

La amada” proviene del 6 de mayo de 1990, escrito un domingo de cervezas. Homenaje a esos grandes amores desgraciados que nos hacen felices.

¡Feliz cumpleaños, hijo!”. Noviembre 17 de 2013. Aún recuerdo ese domingo. Cumpleaños número 52, resaca de origen sabatino y un dulce y maternal regalo enviado desde el más allá. Tal cual ocurrió. Lo escribí al día siguiente.

Amarga Navidad” es de factura reciente (8 de noviembre de 2020). ¡Qué historia tan triste y desolada! Pero tenía que escribirla. La había abordado en otros textos. Gracias a la vejez, pude esta vez asumirla y finiquitarla sin llorar.

Servicio público”. Concluido en Montería el 6 de noviembre de 2020. Salió de un tirón. Necesitaba escribirlo para desahogar el espíritu y, de paso, vengarme literariamente de una ofensa sobre aspectos escriturales. No valía en realidad la pena, pues el ofensor no estaba a la altura de la discusión, pero ni modo, tocó hacerlo: venganza es venganza. La maldad y la risa conspiraron para sacarlo a flote. Tema de mucha actualidad. Está pasando en todas partes. En el sector oficial está causando día a día más estragos. La idiotez informática, unos sistemas de información cada vez más absurdos e inservibles, el culto al formalismo, la ofimática como fin y no como medio, una virtualidad desastrosa propulsada erróneamente en tiempos de pandemia, el Derecho en manos de tecnócratas, imposiciones a granel, centralismo policivo, autonomía en jaque, creciente e incontrolable deshumanización, muerte de toda función social…

En “Ofelia”, fechado el 12 de noviembre de 2020, es donde el cuento nos recuerda su íntimo romance con la poesía. Relectura en tres días de cuatro libros para solo escribir dos páginas y media: “Terceto”, de Pablo Montoya; “La Música de la Memoria”, de Xavier Güell; “Tristán e Isolda”, de Richard Wagner”, y el “Hamlet” de Shakespeare. Y con una Ofelia de carne y hueso que se quedó viviendo por siempre en el asustado joven que naufragó en su aliento. Aspiro a que se salve del olvido. Tiene con qué.

Facultad de desechos”. Su primera versión la culminé en Medellín el 27 de abril de 1985. Reescrito en Montería en noviembre de 2020. Es el cuento que más me satisface desde el punto de vista de su construcción literaria. Ingenioso y tallado, en él desfilan mis años estudiantiles en una lóbrega y pesada Facultad de Derecho. Amigos que alguna vez lo fueron, inventario de pérdidas, recuerdos angustiosos. Otro que considero debería también poder salvarse del olvido.

1821”. Esta historia se la debo a una graciosa noticia de prensa que llamó mi atención el 16 de noviembre de 1998. La recorté y la guardé con el propósito de escribirla, desde lo ficcional, algún día. Ese día solo se dignó llegar veintidós años después, siendo fechada el 25 de noviembre de 2020. Historia de Colombia, ¡cuántas desgracias y locuras! Y el sainete republicano continúa su pataleo.

Ahora bien, después de todo lo que acabo de describir, ¿qué es ficción y qué es realidad? Sin duda, una suma de ambas. Complementos que también restan.

La música comparece igualmente en algunos de estos cuentos. No podía faltar. Y el viernes próximo estaré inaugurando en este blog las publicaciones musicales. Empezaré con una obra inédita que no estaba en mi canal de YouTube. Me reservo su título y su historia para el viernes.

¿Algún editor interesado?


FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

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