SANTO REMEDIO.

Se supone que un nuevo libro debería ser una buena noticia. En lo personal, lo es. En lo otro… no sé. ¿Qué es, en realidad, lo otro? Ni idea. Dice Ribeyro que “los creadores jamás se equivocan, ellos solamente fracasan”.      

SANTO REMEDIO (libro de cuentos) llega a mi vida un año en el que diversas patologías me han duramente sacudido, pero que me ha resultado inversamente saludable en lo literario.  

En enero de 2020 publiqué TIEMPOS GRISES y durante la cuarentena logré terminar los tres libros de PROSAS PARA ROMPER LA FELICIDAD, listos para ser publicados en uno solo a modo de TRÍPTICO EN YO MENOR.

Este es el repertorio de historias que conforman SANTO REMEDIO:

-La noche del exilio

-El aire del ausente

-El compositor

-Brisas del más allá

-Santo remedio

-Blue jeep

-El Ojón

-La amada

-¡Feliz cumpleaños, hijo!

-Amarga Navidad

-Servicio público

-Ofelia

-Facultad de desechos

-1821

Catorce cuentos para el libro número catorce de mi cosecha. En pocos días quedará revisado e igualmente listo para su publicación. Ya hablaré un poco, en otro momento, de las vicisitudes que contiene.  

Después de un largo tiempo dedicado a la poesía y a la música vuelvo a la narrativa, de la que luego de publicar el libro de cuentos CUANDO LA MUERTE AMA me había alejado. Aunque debo, en verdad, matizar esta afirmación: los cuentos de SANTO REMEDIO fueron escritos en distintas épocas, incluyendo por supuesto la actual. El cuento y la novela me han rondado siempre, y no he dejado de escribir y de reescribir algunas de sus páginas. De hecho, seguiré en este ejercicio narrativo con miras a concluir por fin un viejo proyecto: LA PEQUEÑA VIDA, que comprende dos novelas cortas: EN UN RINCÓN DEL ALMA y DOS DÍAS EN EL INFIERNO.

Bien. Espero poder viajar a través de TIEMPOS GRISES, PROSAS PARA ROMPER LA FELICIDAD y SANTO REMEDIO en 2021. Y en las alas de mis otros libros publicados en Amazon. 

Por lo pronto, avanza noviembre y se acerca un día que debo saltarme. No hay nada que me incomode más que arribar a esa fecha que me trajo al mundo. Esa alharaca de veras me aterroriza, no por envejecer ni por restarle importancia a la efeméride (la vida lo es, supongo), sino por asolearse en contra de mi voluntad, exponiéndome a ser centro de atención. Pasar desapercibido es una de mis mayores alegrías. En eso de las conmemoraciones nacer y morir se parecen bastante: difícilmente se vuelven invisibles. Lo último más patéticamente que lo primero.   

Y con noviembre vendrá diciembre, cinco meses sin probar licor.

Hasta que pueda irme otra vez de tiendas y de calles, a beberme con la poesía el peligroso resplandor de sus tinieblas. 

FBA                    


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