HOY CUMPLE AÑOS mi buen amigo Franz: 192 de haberse muerto. Porque uno, quiéralo o no, es el que se muere, al margen de deidades y destinos.

Finalmente, mi querido, Schubert, sí tenías un lugar en el mundo, y esa antorcha que portaste un año antes en el entierro de Beethoven sigue alumbrando la gloria que no verías cuando, con solo treinta y un años, te tocó partir en medio de esa misma tristeza que haría grande e inmortal tu música. La chispa del genio divino, advertida en ti por Beethoven al final de sus días, no ha parado de catapultar tu nombre hacia la infinita noche del misterio.

Aquí, escuchando tu sinfonía inacabada, te cumplo otra vez la cita. Con mi Teresa Grob al lado, con esta guitarra que así bauticé para homenajear tu fracasado amor por ella.

Me acuerdo de un par de frases que me surgieron chateando con un cantautor hace unos días: La gloria que se construye en función de lo externo no llega ni siquiera a ser efímera. No hay nada más contrario a lo comercial que un verdadero artista. Vainas que se me ocurren. Y, en efecto, en estos tiempos en que lo comercial se mide en términos de simpleza y cortedad, al servicio de lo que le gusta al público, en procura de obtener renombre y dinero como sea, valiéndose de redes sociales para venderse o regalarse sin dignidad, no puedo menos que recordar a Franz, la dolorosa historia de su vida, como las de tantos otros realmente grandes que pasaron por similares sufrimientos y que no lograron en su época ser reconocidos.

Pero bueno, así es el mundo, y este de hoy, pandémico y trivial, no podía ser la excepción.

Hace dos días –que cumplí anónimamente un año menos de existencia– me hice un gran regalo: me retiré por fin de Facebook. Doce años pataleando en ese medio. Dejé, pues, de existir. Y en un arrebato de lucidez adicional eliminé también mi canal de YouTube, mi cuenta de SoundCloud y demás arandelas virtuales. Lo que fracasa debe ser exterminado.

Solo tuve piedad con este blog, con el anterior (Esconces y Destiempos) y con los libros que he publicado en Amazon. Nada se pierde con dejarlos por ahí hasta que el mundo virtual también desaparezca o sea reemplazado por uno más volátil y perverso.

Las causas del fracaso pueden ser varias: falta de promoción; desconocimiento del orbe informático; logicismos o absurdidades del destiempo (ese lugar en el mundo que nunca llega a tiempo); forma de ser asocial y huidiza; carencia de valor estético… Prefiero pensar que es esta última, y cortar de una vez para siempre, por lo sano, con cualquiera intentona posterior. Siendo así, sea cual fuere la aplicación me ocurrirá lo mismo. No es que me trate muy duro, como dice el amigo cantautor. Es la cruda y física realidad, sin autocompasiones ni pendejadas llamativas. Un tipo como yo, mezcla de “pijao”, “paisa” y “zenú”, no será nunca un derrotista. Apostarle a lo artístico por encima de lo comercial conlleva adversidades, el valor de lo estético es una lucha interior interminable, no hay en verdad fracaso cuando se es fiel a esta consigna, lo externo es nugatorio. Cosa bien distinta es el fracaso del que no se salva nadie, de este es del que hablo, del que nos consume lentamente a todos en la fatídica farsa de los días. No ha vivido el primer hombre que gane esa batalla.     

Me quedo entonces únicamente por aquí, por un tiempo más. El oficio de escribir no se detiene, no dependerá jamás de tener éxito. En mi caso, es desahogo, un delirio absolutamente necesario. Acabo, por ejemplo, de terminar de escribir un cuento que me produjo una satisfacción monumental: “Facultad de desechos” (estará en mi libro “Santo Remedio”). Escribir en este blog me servirá de ejercicio para mantener caliente la pluma, con miras a llevar a buen puerto el oficio narrativo ya empezado. Lo que pase después es secundario.

Por supuesto, debo seguir cantando y componiendo, sin importar que mis canciones no suenen ni en el basural del circo. Con que me acompañen a mí y le gusten a K (que, extrañamente, hasta las baila) es suficiente. Y a unos cuantos seguidores de mi estilo que sé que lo aprecian con sinceridad. A esos 58 suscriptores que llegó a tener mi canal de YouTube, por favor excúsenme, espero sentirlos igualmente en este sitio, que será el único donde se podrán escuchar de nuevo mis aguerridos cantos. Los iré subiendo poco a poco. Habrá sorpresas.

Gracias, Franz Schubert, hermano de absolutos, por ese “Viaje de invierno”, cumbre del lied. Escuchando “La trucha” (tu quinteto para piano en La Mayor) te mando un beso, un abrazo y un grog que te celebren más allá de los cielos y los mares, y que la amistad y la alegría, como en la visita de Schwind, te concedan “un rayo de aquellos dulces días pasados”.


FRANCISCO BURGOS ARANGO (FBA)

Los que deseen contactarme, búsquenme en los vericuetos irreales de la vida real… con gorra, gafas oscuras y cabello a ras.

 


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