Primero de agosto. Y es sábado (como lo fue el día de su muerte). Amparo, por siempre amparo. Once años ya de su retorno al hermetismo. ¿Qué más puedo decir?
Me acuerdo de otra muerte, silenciosamente despiadada… Estrella (regalo de ella para su nieto Enán Javier), la chow chow que en la mañana de un 26 de agosto encontramos flotando en el aljibe del callejón, varias horas después de haberse ahogado. A tres meses de cumplir quince años con nosotros. Pensábamos celebrárselos a lo grande, invitando a todos los perros callejeros de la cuadra, con los que se daba gusto cuando se nos escapaba en estado de alegroso celo. Volvíamos de unas vacaciones y alguien olvidó poner la tapa luego de cerrar la llave al amanecer para evitar que se perdiera el agua. Costumbre propia de un pueblo que carece de este vital líquido, y en el que hay que tener cisternas, motobombas y tanques elevados para contrarrestar su falta, y hasta vigilantes para estar pendiente de su llegada y partida. Llegó el agua, se fue el agua, son expresiones que todavía circulan en los predios del atraso.
La salvamos de múltiples enfermedades, hasta de un cáncer agresivo que la dejó extenuada en medio de fuertes quimioterapias, y una vez hubo que someterla a una riesgosa cirugía que le extirpó todos sus órganos reproductores. Largas convalecencias que necesitaron de nuestro mejor consuelo... Vieja, débil, sin poder caminar bien –sufría de displasia de cadera–, no controlaba sus esfínteres, se tambaleaba al intentar correr, su carácter independiente extremó su cautela, pero ahí seguía Estrella con nosotros, viva, resistiendo, hasta el día en que la insensible muerte se apiadó de ella, si bien de manera trágica, impactante y angustiosa. Una vez logramos sacarla a tiempo mientras pataleaba en un pequeño pozo. Estábamos, pues, advertidos, al igual que el ángel que la cuidaba en nuestra ausencia. La imagino pasando adormitada por esa trampa mortal, entre oscuro y claro, sin intuir esta vez el peligro ni tener cómo sobrevivir a él. La enterramos cerca, en un matorral…
Dos textos míos abordaron facetas de su curso: uno, su vejez; el otro, su muerte. El primero fue a parar a las páginas de En libación solitaria, y el segundo a las de Entre oquedades y tedios.
Hechos tristes. Como el de un nuevo aniversario de mi madre muerta. ¡Muertes!, muertes por todos lados, una pandemia sumando su universal desgracia, y un sábado más en el que trato de reírme del tiempo y sus historias.
Esa bonhomía dulzarrona que solo ve obvia belleza en todos lados no es lo mío. Ni la literatura puede hacer de eso su estandarte. La vida es mucho más (y mucho menos) que prosaicas esperanzas.
Brindo por ella. Y para que estas dos muertes tan queridas (sin igualarlas) me sigan prodigando cada una lo suyo: mi madre, su protección indestructible; Estrella, la cariñosa verdad de sus ladridos.
De: “En libación solitaria”
(2014)
ESTRELLA
cansada de lugares comunes
con residuo de dientes
se embelesa en su
cuerpo
La contemplo en silencio
y siento en mi propia carne
el lento deterioro
repelo en salivación
laudable condición de
ser mortal
Pienso en la loca euforia
en la frágil angustia que
me espera
“Soñaba
seguramente con
hermosos
huesos”
renga y maltrecha
me mira solidaria
resignada y sincera
no para de jadearse
ojos de soledad
esperando la ayuda
que los libre del tiempo
Ya ni oye
ni vive
pero sueña
sigue soñando con la
infancia incompleta
cuando ladraba todo
cuando ignoraba
el miedo
Sus años son los años
del mundo inabarcable
no es memoria insufrible
lo que hoy me transfiere
aunque aún reconoce
la voz que la arrullaba
la mutua fraternidad
el pan de la agonía
Estrella está vieja
duerme día y noche
no siente lo que llega
confunde lo aprendido
la cola no funciona
la nariz mucho menos
deambula en ocasiones
extrañando otro cielo
estar bajo la cama
como estuvo al principio
y aun así se alegra
cuando nota mi afecto
cuando vuelvo a sobarle
mi canto tembloroso
esta tristeza nimia
esta flor de mentira
estas ganas de
acariciarle
su última belleza
(a Fernando Vallejo, escritor)
De: “Entre oquedades y tedios”
(2015-2016)
ESTRELLA
ESTÁ MUERTA
Trágica,
concisamente
muerta
y enterrada
Como muertas
están también
estas palabras
vacías
inútiles
y miserables
que ladran
su partida
FBA
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